Cuando uno escucha las palabras “viaje de aventura” posiblemente se imagina al comerciante Marco Polo o al explorador africano David Livingtone. Contemporáneamente podría invocar una o la combinación de estas dos imágenes: hombres musculosos en competencias insólitas en Alaska o hombres saltando de puentes gigantes en cordilleras desconocidas.
Sin embargo, docenas de mujeres han escalado el Monte Everest, el punto más alto del mundo. Otras han hecho mapas de continentes o dirigido viajes espaciales. Hace dos años una mujer indígena estadounidense guió a los exploradores Meriwther Lewis y William Clark en su travesía por el noreste del Pacífico.
En 2010, la británica Roz Savage se convirtió en la primera mujer en cruzar el océano Pacífico sola en un velero.
De hecho, las mujeres son el segmento de crecimiento más grande en la industria de los “viajes de aventura”.
Las mujeres ya están acostumbradas a las complejidades de viajar en familia. Ahora, muchas quieren algo más interesante. Uno de los atractivos del turismo de aventura es la oportunidad de compartir con sus hijas o nietas. Para otras, es la ocasión de retarse a sí mismas sin preocuparse de las necesidades de sus hijos, esposos o novios.
Las mujeres de la tercera edad ya son mayoría en los planes turísticos guiados, pero ahora, son mujeres de todas las edades las que están subiéndose al bus para explorar los lugares más remotos e inolvidables.
