Cae la noche en Ucrania y Luis Alberto Flores, un instructor de artes marciales que posee doble nacionalidad –ucraniana y boliviana– intenta descansar unas horas en medio de los ruidos de los misiles que caen en la ciudad capital, que está en vilo por una inminente ocupación rusa. Luce exhausto.
El día en que las tropas rusas lograron avanzar a las entradas de Kiev, capital de Ucrania, se despertó a eso de las 5:00 de la mañana. Se encontraba en el piso 19 de una torre de apartamentos.
“La vibración de las ventanas que estaban por estallar y un sonido como si hubiera explotado una bomba bajo mi cama, fueron mis buenos días”, recuerda Flores en conversación con Voz de América.
“El susto que nos habíamos dado, tremendo. No entendíamos lo que pasaba. Después vino una segunda, tercera, cuarta, y así comenzaron las explosiones. Ahí ya entendimos que comenzó la guerra, entendimos que Rusia nos estaba atacando”.
Al día siguiente el temor se propagó por el resto de los habitantes. Miles abandonaron la capital. Flores junto a su esposa e hija, avanzaron un poco a las afueras de la ciudad, pero permanecen en Ucrania.
“Esos ruidos no los ven en películas de terror. La primera noche yo no pude dormir, cada misil estaba así, ta, ta, ta, se me ponían las manos frías, me golpeaba el corazón, no podía dormir. La noche de ayer, al fin dormí, me veo bien, hasta me afeité. Me fui a lavar y me afeité, me cambié de ropa”, dice el joven que asegura que se ha acostumbrado a dormir bajo los misiles.
Ahora se encuentra escondido junto a su esposa y su hija. Pese a ser entrenador profesional, admite que lo más difícil fue preparar a su hija de cuatro años para un posible ataque. Le explicó qué era lo que debía hacer en ese caso.
¿Cómo ha sido decirle a su hija lo que ocurre?
“Sencillamente difícil”, responde. “Le tuve que explicar qué hacer si explotan los vidrios, si explota una bomba cerca, si se muere alguien, es lo más difícil explicarle a un bebé prácticamente los protocolos de guerra.
“Yo soy instructor de artes marciales, instructor de policía, he trabajado con militares. así que tengo un poco de conocimiento sobre esas cosas, sin embargo esto fue lo difícil para mí”, añadió.
Ucraniana de Crimea no quiere huir más
Zakhida Adylova, una profesora oriunda de Crimea que se trasladó a vivir a Kiev, pareciera vivir un Déjà vu.
Ella habitaba en Crimea poco antes de que fuera ocupada por las tropas de Putin, razón por la que se cambió de residencia. Hoy en día ve un panorama similar al modo de operación del ejército ruso en Crimea.
“Lo único diferente fue que las fuerzas armadas de Crimea no fueron capaces de oponerse a las tropas de Putin”, recuerda. “No había suficientes armas para hacerle frente a las tropas rusas” como hay en Ucrania.
La mujer se resiste a hacer lo mismo de años atrás. “¿Por qué debería dejar Ucrania ahora?, ¿por qué debería irme de Kiev? Estoy en mi casa. En 2014 tuve que dejar Crimea porque crearon todas las condiciones e hicieron todo lo posible para que me fuera a Kiev y, ¿ahora tengo que irme fuera del país?, ¿para qué?”, dice con cierto hastío.
Ese mismo sentimiento de quedarse hasta el final lo comparte Luis Alberto Flores, su familia y miles de ucranianos. “Todos los ucranianos se unieron como nunca, como nunca. Todos están en uno sólo: [la idea] es a defender su casa, su hogar, sus hijos, sus hijas”.
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