A Lorena García la pasión por la cocina le viene desde que tenía seis años. “Recuerdo que le hacía el desayuno a mi familia, en la mitad de la sala de mi casa. Era un desastre, pero desde muy temprana edad, a mí lo que me gustaba era entretener y hacer sentir felices a las personas de mi alrededor”, explica la chef durante una entrevista con la Voz de América convencida de que “de eso parte mucho mi pasión por el arte culinario”.
El primer plato que recuerda haber preparado por ese entonces era unas “hallaquitas con huevos pericos”, un plato tradicional de su Venezuela natal. “Son unas masitas hechas con la misma masa de la arepa, con unos huevitos pericos, revueltos con cebolla y tomate”, aclara para los que no conocen mucho sobre la gastronomía venezolana.
“Estudié leyes por mis padres”
Desde ese momento, supo que quería dedicarse a la cocina, y soñaba con la posibilidad de abrir su propio restaurante. Pero era una niña y solo estaba soñando con una vida ideal en Caracas. Sus padres, sin embargo, pensaban de otra manera. “Estudié en la Escuela de Leyes en Venezuela y luego vine a Estados Unidos, donde también estudio leyes y me saco mi curso de paralegal”, relata ella desde una de las estancias de su restaurante “Chica” en Miami, Florida.
Admite que nunca le llamó la atención la profesión de derecho, pero que lo hizo empujada por el deseo de sus padres. “Yo sentía que era algo que estaba haciendo más que todo por mis padres, el ser abogado nunca fue mi llamado”, agrega Lorena García, más conocida como Chef Lorena.
Su madre trataba de convencerla diciendo que esos estudios le ayudarían “a pensar lógicamente” y “a tomar decisiones más acertadas”. Y definitivamente, así fue. Porque lo que acabó decidiendo estaba lejos de los despachos de abogados y de las cortes.
Persiguiendo el “sueño americano”
“Cuando estaba en el cuarto o tercer año de estudios de leyes, me di cuenta de que la cocina era lo mío”, recuerda. Ya instalada en el sur de la Florida, decide indagar en algunas escuelas especializadas en gastronomía y dio con la Universidad Johnson & Wales, “una de las universidades más prestigiosas en el mundo culinario”.
“Estaba a tres cuadras de donde yo vivía, y para mí era algo arriesgado porque yo estaba estudiando leyes y venía como encaminada. Pero sabía que no era lo mío. Sentía que no era lo que yo realmente quería hacer”, subraya.
Así que cuando decidió traspasar la puerta de esa universidad sintió que ese lugar era donde quería estar. “Al entrar a la universidad, vi los laboratorios, a todos los profesores de chef, a los alumnos estudiando artes culinarias. Y yo me decía: ‘Esto es lo que yo tengo que hacer’”, comenta.
Primero quiso terminar los estudios de paralegal y luego se dispuso a entrar en un nuevo mundo que, de alguna manera, para ella ya era conocido por todo lo que había aprendido por su cuenta desde que era una niña. “Ha sido la mejor decisión que he tomado en mi vida”, asegura sin titubeos.
Quería pasar el resto de su vida rodeada de fogones, experimentar con nuevos ingredientes y crear nuevos platos a partir de fusiones culturales de otras cocinas del mundo. Por fin estaba estudiando lo que quería. Estaba cumpliendo su particular “sueño americano”. “Nunca perdí un día de clase, mi asistencia fue perfecta en todos los años que estudié, lo que te da a entender que cuando yo entré al colegio de arte culinario era porque realmente lo quería hacer y estaba completamente entregada a aprender”, sostiene.
El secreto para triunfar
“Amor, pasión y entrega” son los tres ingredientes secretos que le han dado la clave del éxito en su carrera profesional, donde se ha destacado como una de las chefs hispanas más reconocidas de Estados Unidos y América Latina. “No es fácil tener 200 comensales en un restaurante, estar en la cocina bajo una gran presión, pero es algo que te tiene que gustar mucho ya que el proceso es bastante arduo”, apostilla.
Sus años en la escuela de cocina de Estados Unidos fueron clave para prepararse hasta lograr estar en una posición tan privilegiada. “Salía de la universidad y me iba al hotel donde estaba trabajando, en las vacaciones de verano me iba a Europa o a Asia a trabajar, realmente me sumergí en el trabajo para aprender técnicas, sabores y cultura”, dice.
En esa época también se dio cuenta de que lo que realmente hace a un chef es su conocimiento. “Tu Biblia como chef es tu paladar, significa cuántos sabores puedes identificar independientemente en un plato, y también las técnicas que aplicas porque mientras más grande sea tu vocabulario y tu Biblia culinaria, pues más herramientas tienes para poder crear platillos y nuevas recetas”.
Se fue de Venezuela porque sabía que las oportunidades de desarrollar una carrera profesional en el ámbito gastronómico estaban “muy limitadas”, así que, “como muchos venezolanos”, decidió hacer las maletas y empezar de cero en un país desconocido y lejos de sus seres queridos. “El hecho de venir a un país que no conoces, de prácticamente empezar de cero y de tomar riesgos, porque es ahí donde logras el avance”, comenta.
Ahora es toda una referencia en el sector gastronómico de Estados Unidos. Cuenta con el restaurante “Chica” en Miami, que se ha convertido en su centro de operaciones, y ha abierto dos franquicias más. Una en Aspen, Colorado, y otra en la emblemática avenida de Las Vegas, Nevada, convirtiéndose en la primera chef hispana de toda la historia en tener un restaurante en ese lugar.
“Para mí, uno de los puntos más importantes siempre fue representar la cultura latinoamericana de la mejor manera, prepararme lo más que podía y aún sigo, porque siempre continúo estudiando, sigo creando, aprendiendo y sigo siendo una esponja para inspirarme en los diferentes tipos de situaciones que me encuentro para poder sacar de ahí fuentes de inspiración para mis platillos y negocios”, comenta.
Su compromiso para empoderar a las mujeres
Otra de las claves de su éxito, según ella, ha sido estar siempre enfocada en su trabajo y no estar pendiente de lo que estuvieran haciendo otros compañeros de profesión. “Pienso que uno de los principios fue nunca mirar al lado, a ver qué estaba haciendo otra persona. Me puse muy enfocada en lo mío y eso me permitió realmente ejecutar mis sueños y mis proyectos”, insiste García y recuerda que sigue “muy enfocada mi camino”.
Su notoriedad en el ámbito profesional también le ha permitido formar parte de proyectos filantrópicos para ayudar a las comunidades más desfavorecidas a desarrollarse en el mundo culinario. Es el caso de MAPP, una organización “que se dedica a ofrecer oportunidades a diferentes mujeres en la industria culinaria”, porque su compromiso pasa por seguir “empoderando” a la mujer.
“La idea es que seamos varias y que este movimiento, que estas oportunidades para mujeres en la industria sean más equitativas, porque las mujeres, al igual que los hombres, también pueden tener posiciones ejecutivas, ser dueñas de restaurantes y llevar una cocina”, finaliza.
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