Los problemas “reales” de Venezuela, como la inflación, la falta de productos básicos en el mercado, la falta de empleo y la delincuencia fueron eclipsados por las sanciones de la Casa Blanca, impuestas a siete funcionarios del gobierno de Venezuela.
Las medidas autorizadas por el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, han sido utilizadas a favor del discurso antiestadounidense del presidente Nicolás Maduro, lo que según Michael Shifter, director de la organización Diálogo Interamericano, en Washington, tiene un costo político mayor a los beneficios.
“Yo creo que fue un regalo del presidente Obama al presidente Maduro. Utilizaron un lenguaje muy desafortunado. Yo creo que las consecuencias no han sido muy positivas para EEUU. Hasta la oposición de Venezuela se pronunció (en contra de este lenguaje jurídico)”, dijo Shifter, durante el programa Foro Interamericano, de la Voz de América.
Por su parte, Javier El Hage, director legal internacional de la Human Rights Foundation, aseguró que las leyes estadounidenses obligan a cualquier presidente a nombrar como “amenaza inusual y extraordinaria” a una nación extranjera antes de sancionar a sus funcionarios.
“Es el lenguaje que la ley lo obliga a utilizar. El gobierno no utilizó ese lenguaje porque esté pensando invadir Venezuela, sino por que la ley bajo la cual se puede sancionar a funcionarios extranjeros, lo obliga a utilizar ese lenguaje”, explicó El Hage.
Para el politólogo venezolano, Alberto Cárdenas, más allá de los términos utilizados en las sanciones, Estados Unidos no aplica las mismas condiciones a todas las naciones que violan los derechos humanos de sus ciudadanos.
“Las mismas situaciones de violaciones de derechos humanos se han vivido en otros países del mundo y Estados Unidos se ha hecho la vista gorda porque estos representan los intereses particulares equivalentes a su política exterior”, argumentó Cárdenas.
No obstante Shifter insistió en que en el mundo real “las palabras son utilizadas con fines políticos” por lo que llamar a Venezuela como amenaza para Estados Unidos “fue una mala jugada”.