El líder opositor venezolano Juan Guaidó, reconocido como presidente por 50 gobiernos, ha adelantado una campaña para exigir a la prensa que llame a Nicolás Maduro “dictador”. Su exigencia oscila entre lo correcto y el desacierto, según ocho expertos consultados.
“Dictador. Maduro es un dictador. Llamarlo de otra manera solo revictimiza a una sociedad que hoy resiste a crímenes de lesa humanidad”, escribió Guaidó a mediados de julio en respuesta a un tuit de un reportaje de la Voz de América sobre el litigio en Londres en cuanto a la administración del oro de Venezuela.
Días después, publicó imágenes de titulares de diversos medios de comunicación, donde se tacha en rojo el término “presidente” utilizado para identificar a Maduro. “No vamos a permitir que se relativice otra dictadura”, indicó.
Prometiendo que los venezolanos nunca permitirían la “normalización” de gobiernos autoritarios, añadió fotos de los presidentes de Cuba y Nicaragua, Miguel Díaz-Canel y Daniel Ortega, con una etiqueta: “llámalo dictador”.
Guaidó intenta de esta manera “desnormalizar” la estancia del chavismo en el poder, que pudiera haberse oxigenado con una “burbuja económica”, evalúa el politólogo de la Universidad Fermín Toro, Leandro Rodríguez Linárez.
Cree que el líder opositor ha identificado que el chavismo intenta “camuflar su ilegalidad e ilegitimidad” en ese contexto económico, quizás su mejor momento desde 2013, y trata de mejorar su imagen en medio de investigaciones por presuntos delitos de lesa humanidad por parte de la Corte Penal Internacional.
“La estrategia apunta a evitar se suavice la áspera realidad que padecen los venezolanos en una nación absolutamente desnaturalizada”, comenta Rodríguez Linárez en entrevista con la Voz de América. Advierte sobre sus dudas en cuanto a la eficacia de esa campaña en los actuales momentos, sin embargo.
“Es insuficiente. Venezuela necesita acciones concretas y bien dirigidas que permita a los venezolanos palpar cambios en el día a día que conlleven al rescate de la constitucionalidad y la democracia en el país”, apunta.
Hay especialistas que consideran que la exigencia de llamar “dictador” a Maduro no es táctica, estratégica ni rinde frutos prácticos dentro de Venezuela, como el doctor en procesos políticos contemporáneos, Juan Manuel Trak.
“La campaña solo demuestra la ausencia de pensamiento estratégico que tenga como finalidad lograr una transición democrática”, dice a la VOA. Trak, también con estudios de sociología en la Universidad Católica Andrés Bello, enfatiza en que hay conceptos pragmáticos para denominar a Nicolás Maduro.
“Un presidente puede ser autoritario, un dictador, pero no por eso deja de ser presidente. Controla de facto las instituciones del Estado. El título, aunque sea de facto, no se altera por la cualidad democrática o no”, indica, acotando que, a su juicio, el venezolano de a pie no cambiará su parecer por esa campaña.
“El venezolano de a pie no es la audiencia. Es un intento de justificar de alguna manera de eso que se autodenomina gobierno interino, pero que, al final del día, no tiene control del Estado, ya no controla la Asamblea Nacional”, remarca.
Puñado autoritario
La historia venezolana registra un puñado de gobernantes que suelen mencionarse en la categoría de dictadores, especialmente dos del siglo XX: Juan Vicente Gómez, de 1908 a 1935; y Marcos Pérez Jiménez, de 1952 a 1958.
El antichavismo afirma que Maduro forma parte de esa casta por sus métodos autoritarios, violaciones sistemáticas de derechos humanos, ataques a la prensa libre y por mantener arrestados y practicar torturas a decenas de disidentes.
Pero, hoy, la propuesta de denominar “dictador” a Maduro puede hacer flaco favor a la construcción de una fuerza política alternativa al chavismo, advierte el politólogo y directivo del centro de análisis Grupo Gumilla, Piero Trepiccione.
Considera que la promoción del término “dictador” no cala en un momento cuando la oposición apuesta por realizar primarias de cara a una elección presidencial mientras el gobierno interino trata de negociar con Maduro.
“No me parece que (esa estrategia) pueda aglutinar a los venezolanos que quieren un país distinto, enfocado hacia el desarrollo y no uno sembrado en la polarización. El país no se siente alineado con la polarización que nos caracterizó por más de dos décadas”, asegura a la Voz de América.
Enderson Sequera, politólogo y consultor político, opina que llamar a Maduro como lo propone Guaidó sí es “una caracterización precisa” de su gobierno.
“No es un gobierno democrático ineficiente, sino un régimen autoritario que ha secuestrado todas las instituciones e impide la alternancia en el poder, la disidencia y el pluralismo político”, subraya en conversación con la VOA.
Estima, sin embargo, que esos esfuerzos de Guaidó “llegan un par de años tarde”. A finales de 2019, acota, buena parte de la prensa local e internacional empezó a llamar a Maduro presidente o mandatario, “erróneamente”.
El gobierno de Estados Unidos no invitó a la delegación de Maduro a la reciente Cumbre de las Américas, en Los Angeles, por considerar que es parte de los países “que no respetan la democracia”, según palabras de sus voceros.
A Sequera, por su parte, le preocupa el efecto de mensajes como los de Guaidó hacia medios informativos que deben estar ajenos a toda directriz política.
“Va contra natura de los medios aceptar una narrativa desde el poder. La democracia muere en las sombras, pero también cuando la prensa se limita a replicar las narrativas desde el poder, sea cual sea el emisor del mensaje”, dice.
Luego, eso sí, Sequera llama a los periodistas a “hacer un mayor esfuerzo” para caracterizar adecuadamente a Maduro. “Llamarlo presidente o mandatario no ilustra la situación de Venezuela. La prensa tiene un deber”, apunta.
¿Irrelevante o acertado?
El politólogo y consultor especializado en campañas electorales, Pablo Andrés Quintero, valora como “un desacierto” y un “acto desesperado” aspirar a dar instrucciones desde escenarios políticos a la prensa e intentar “imponerles una línea comunicativa de cómo referirse al conflicto” en Venezuela.
“Cuando intentas controlar algo, lo que menos logras es control. Es nocivo para la libertad de expresión que cualquier dirigente político utilice ese mecanismo de censor”, asegura el también socio director de la firma LOG Consultancy.
Observa que Guaidó puede “estar copiando cosas del chavismo” con su crítica. “¿Qué se puede esperar de un dirigente que, al no tener poder real, quiere imponer una línea editorial a medios libres e independientes?”, se pregunta.
El trasfondo de la diatriba sobre cómo llamar a Maduro se remonta a enero de 2019, cuando Guaidó, presidente del Parlamento, denunció que usurpaba el cargo y se juramentó como jefe de Estado, con el reconocimiento de medio centenar de gobiernos del mundo, Estados Unidos entre ellos.
El oficialismo venezolano insiste en que es un régimen democrático, que ha ganado la mayoría de las cerca de 30 elecciones en los últimos 23 años. La campaña de Guaidó para reivindicar la caracterización de Maduro ocurre en momentos cuando varios gobiernos y la oposición promueven una solución negociada a la crisis institucional, que derive en elecciones libres y justas.
El llamado de Guaidó con respecto a Maduro “no tiene ninguna fuerza” entre la gente dentro de Venezuela, estima a su vez el politólogo Jesús Castillo Molleda.
“El que tiene tiempo llamado dictador a Maduro lo seguirá haciendo y el que no lo hacía no lo va a hacer porque Guaidó le diga que lo diga”, comenta el experto.
Opina que la campaña del líder opositor es un intento de “sobrevivir como actor político” luego de tres años y medio de contados resultados en la estrategia de desalojar a Maduro del poder, concretar una transición y realizar elecciones.
Guaidó reivindica su rol como dirigente de un gobierno interino que, a su juicio, es legítimo y necesario para lograr “un acuerdo de salvación nacional”, tanto como para proteger del chavismo los activos de Venezuela en el exterior.
El politólogo Víctor Maldonado cree, por su lado, que el venezolano promedio valorará como “irrelevante” la forma de referirse a Maduro, viviendo una crisis económica a diario y en un país donde sabe “que no tiene libertad de expresión”.
“Los políticos imponen conceptos que le permiten negociar con el régimen. Le dicen dictadura para no llamarla totalitarismo, porque saben que, si no, no pueden proponer elecciones. Son términos con los que negocian su posición” dentro del ecosistema política nacional e internacionales, comenta.
La oposición responde en estos tiempos a un sistema “impopular y autoritario que no necesariamente es percibido como dictatorial por la población”, expone el politólogo y docente universitario Guillermo Tell Aveledo, por su parte.
Opina que “hay elementos de dictaduras clásicas que no se parecen” al gobierno contemporáneo, cuyos comportamientos más autoritarios suelen expresarse “más alejados de la población” y más cerca de la disidencia política, sostiene.
“No tiene nada de negativo, salvo el riesgo de aferrarse al concepto para claudicar cualquier acción política dentro de un sistema así. Si es un sistema autoritario, se puede pensar que no hay nada que hacer”, añade.
Advierte que el término dictador “no es una palabra mágica” que resuelva las distancias entre quienes quieren un cambio político o uno económico en el país.
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