El poder adquisitivo y los salarios de los venezolanos se han terminado de pulverizar por la conjunción de la inflación y los efectos de la pandemia del nuevo coronavirus, afirman economistas consultados por la Voz de América.
Según cálculos de la Asamblea Nacional, la inflación superó los 4.000 puntos porcentuales en los últimos 12 meses. Voceros de la comisión de finanzas reportaron la semana pasada un 55,05% solo en el mes de julio de 2020.
El alza de precios de bienes y servicios desde enero a julio de este año fue de 843,4%, y de 4.099% entre julio de 2019 y el mismo mes de 2020, indicaron. El Banco Central de Venezuela no da informes desde mayo.
“Esto se traduce en la pérdida del poder adquisitivo del venezolano, que está totalmente pulverizado. Los incrementos salariales no van a poder resolver el problema estructural y el problema del bolsillo del venezolano”, dijo a la VOA Jesús Casique, economista y director de la firma Capital Market Finance.
Según sus apuntes, el expresidente Hugo Chávez y el actual mandatario en disputa Nicolás Maduro suman 52 decretos de aumentos salariales desde febrero de 1999 hasta la actualidad, sin mayor efecto en el bolsillo.
Casique cita, por ejemplo, que el último incremento del salario mínimo mensual de Maduro, en abril, significó ingresos de 2,4 dólares, de acuerdo con el tipo de cambio del Banco Central de Venezuela.
“El salario en dólares, de un gobierno que se jacta de ser obrero, está totalmente aniquilado”, comenta.
El Banco Mundial estima que una persona es pobre cuando gana menos de 1,9 dólares al día, mientras el salario mínimo oficial por cada jornada en Venezuela es de 0,04 centavos de dólar (13.333 bolívares), dijo el economista.
Casique ofrece una cifra que refleja el avance de la inflación en el país años antes de aparecer la COVID-19 y su impacto global.
La tasa inflacionaria desde marzo de 2013, un mes antes de Maduro asumir la presidencia, es de 12.323.312.864 por ciento, afirma.
“Es una cifra totalmente astronómica, que es imposible poderla comparar con (el efecto positivo de) los incrementos salariales”, dice.
“La locura total”
Carlos Peña, economista y profesor universitario, opina que eran de esperarse cifras tan peyorativas en las finanzas republicanas en un contexto de pandemia.
“La pandemia arropó a una Venezuela extremadamente débil. Hay más pobreza, más desigualdad, el salario mínimo ya desapareció”, afirma.
La hiperinflación, explica, se ha traducido en que haya más productos disponibles, pero con el agravamiento constante de la dificultad de comprarlos.
“Es la locura total. No hay sueldo que aguante este proceso hiperinflacionario”, acota Peña, quien considera un sinsentido que Maduro aumente el salario con frecuencia sin resolver las causas de fondo de la hiperinflación.
Venezuela se encuentra en el ojo de un huracán hiperinflacionario desde hace 32 meses consecutivos, dijo Casique.
Solo hay tres antecedentes peores en la historia en los últimos 70 años: Ucrania, por 35 meses al hilo; Grecia, 44 meses, y Nicaragua, por 63 meses seguidos, entre 1986 y 1991.
Henkel García, analista financiero y director de la firma Econométrica, opina que la inflación es “la cara fea” de la economía, pero señala que se trata de una variable que puede paliarse con un salario que incremente nominalmente en un porcentaje igual o mayor que el nivel en que aumentan los precios.
“Lo fundamental es el colapso de la producción”, expresa a la VOA. “Estamos en un proceso de menor producción y allí sí se ve la principal causa del poder de compra de la gente”, observa.
La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), informó hace dos semanas que el desplome del Producto Interno Bruto del país petrolero sería de 26 puntos. El FMI lo calcula en menos 15%.
Casique, por su parte, se atreve a pronosticar que el organismo corregirá ese cálculo entre septiembre y octubre.
“La caída del PIB va a estar en 30,5 por ciento y el último trimestre del año va a atizar la hiperinflación”, impulsada por el pago de bonos del estado, el incremento del tipo de cambio y el gasto público por las elecciones parlamentarias del 6 de diciembre, asegura.
García nota un ambiente “incierto e inestable” por la inflación, que liquida los créditos a largo plazo y las previsiones comerciales.
Resalta que el uso cada vez más frecuente del dólar en Venezuela es positivo. Valora, sin embargo, que la inclusión de la moneda estadounidense en la economía local ha sido “desordenada” a ratos.
“Se le pudiera sacar más provecho si (la dolarización en Venezuela) se lleva de una manera formal”, estima.
Pronóstico azabache
Casique y Peña coinciden en que la inflación de Venezuela en 2020 será de cuatro o cinco dígitos. La tasa, augura el primero, estará entre los 10.000 y los 12.000 puntos; el segundo opina que oscilará entre 3.000 y 5.000 por ciento.
Econométrica, la firma de García, calcula que esa cifra se moverá al alza entre 2.000 y 3.000 por ciento. Opina que un paso positivo del madurismo es haber frenado el financiamiento del gasto público a través del Banco Central.
“Eliminar o acabar con la hiperinflación sin un plan estructural podría ser posible, pero sería un proceso muy lento. No te garantiza no volver” a un escenario como el que recién acabas de superar, remarca.
En febrero pasado, después que su Banco Central admitió que la inflación de 2019 cerró en 9.500 por ciento, Maduro dijo que buscaría reducir la inflación a un solo dígito, esencialmente mediante sanciones y penas contra quienes inflen precios, y también a través de la aplicación de controles de “precios justos”.
El Fondo Monetario Internacional reflejó en su último reporte que la inflación venezolana cerraría este año en 15.000 por ciento, una estimación que resulta “razonable” para Casique por las condiciones propias del país y de la COVID-19.
Peña lamenta que el madurismo permanezca cruzado de brazos ante las complicaciones económicas que se manifiestan en plena pandemia.
“El presidente habla y no dice nada, ni cómo va a atacar la inflación, ni cómo rescatará la producción. Tienes que tener una política económica, y si no, esto va a seguir peor cada día. No sabe uno ya bajo qué techo meterse”, advierte.