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El Grupo de Lima y su rol en Venezuela: ¿Qué opinan los analistas?


Cancilleres del Grupo de Lima, reunidos en Gatineau, Canadá, el jueves 20 de febrero de 2020. Foto: Cortesía - Cancillería de Costa Rica.
Cancilleres del Grupo de Lima, reunidos en Gatineau, Canadá, el jueves 20 de febrero de 2020. Foto: Cortesía - Cancillería de Costa Rica.

La pandemia y los cambios de gobiernos en algunos de sus países miembro erosionaron al grupo, según analistas. El Grupo de Contacto, liderado por Europa, ha incrementado su influencia en la crisis política venezolana.

El Grupo de Lima, conformado hace cuatro años por una veintena de países del continente americano para procurar una salida pacífica a la crisis en Venezuela, ha disminuido su activismo e influencia en los últimos meses, advierten expertos consultados por la Voz de América.

Esa instancia se fundó en agosto de 2017 para coordinar esfuerzos en la región sobre la crisis política venezolana con el concurso de 12 países, que luego se ampliaron a 16, más otros siete en condición de observadores y asociados.

Su norte es acompañar a la oposición venezolana mediante la exigencia de elecciones libres, la liberación de presos políticos, la oferta de ayuda humanitaria y denunciar las prácticas antidemocráticas del gobierno de Nicolás Maduro, que permanece en el poder y tiene el control fáctico del país.

Entre sus integrantes, se encuentran Brasil, Canadá, Chile, Colombia, Costa Rica, Guatemala, Honduras, Panamá, Paraguay, Guyana, Haití, Santa Lucía y Perú. Tiene el aval de Estados Unidos, Barbados, Granada y Jamaica.

Sus propósitos resultaron fundamentales para la agenda opositora venezolana en sus inicios, específicamente tras las denuncias de usurpación de la Presidencia de Maduro desde enero de 2019, y el grupo fue esencial para visibilizar en la comunidad internacional de los conflictos políticos en el país.

El rol del Grupo de Lima se ha erosionado con el paso del tiempo y ha cedido su influencia en los debates internacionales sobre Venezuela a la individualidad de cada gobierno y a otras instancias, como el Grupo Internacional de Contacto, observa Félix Gerardo Arellano, especialista en asuntos foráneos.

“En los últimos meses, nos encontramos con un Grupo de Lima que se ha ido debilitando. Vienen las crisis latinoamericanas y la pandemia, que va a debilitar a gobiernos, los concentra en su agenda interna”, expone a la VOA.

Milos Alcalay, exembajador de Venezuela en Naciones Unidas, considera que el Grupo de Lima ha mantenido su “posición firme” en defensa de la democracia y contra la exportación de un modelo político que perseguiría desestabilizar instituciones en la región americana, pero admite la erosión de su rol.

“Esto se ha venido debilitando por las situaciones concretas en cada uno de los países, en Ecuador, en la Bolivia de (la expresidenta) Jeanine Áñez, en Chile, en Colombia, y por la necesidad de que la estrategia venezolana sea la que impulse la acción de solidaridad internacional”, manifiesta a la Voz de América.

La oposición se muestra dividida ante la selección de un nuevo poder electoral y la posibilidad de participar en las votaciones regionales en Venezuela. Juan Guaidó, considerado presidente interino por 50 gobiernos, condena esos escenarios, mientras dirigentes que enfrentan a Maduro, como el excandidato presidencial Henrique Capriles Radonski, los valora positivamente.

Europa, a la cabeza

A juicio del diplomático Alcalay, los cambios internos de cada país miembro, como Brasil, con un canciller menos vehemente ante la crisis venezolana, dice, han colaborado con el debilitamiento del Grupo de Lima.

Esas modificaciones internas han sido determinantes en el cambio del Grupo de Lima. El gobierno argentino del presidente izquierdista Alberto Fernández, por ejemplo, se retiró en marzo de este año del Grupo de Lima alegando que su objetivo de “aislar” al poder ejecutivo venezolano “no ha conducido a nada”.

Las presidencias de Luis Arce y Andrés López Obrador, en Bolivia y México, se han negado asimismo a apoyar acuerdos del bloque multilateral en tiempos recientes. Esas posturas han empantanado la funcionabilidad del Grupo, que ha cedido su liderazgo en la crisis a otras alternativas similares, como el Grupo Internacional de Contacto, liderado por Europa, dice Arellano, por su parte.

“Se ha ido fortaleciendo el Grupo Internacional de Contacto, que da seguimiento. No creo que el tema (de Venezuela) haya perdido atención, pero los grupos sí han reducido su influencia y participación. La asumen más actores individualmente, como España, Alemania, Francia y Noruega”, asegura.

El Grupo de Lima, a su vez, no se ha pronunciado sobre la designación hace una semana de un nuevo Consejo Nacional Electoral en Venezuela, considerado clave para la consecución de elecciones justas y verificables.

La canciller española, Arancha González Laya, valoró este lunes la elección de un nuevo CNE como “un paso entre otros” que deberán ocurrir para celebrar elecciones regionales y presidenciales “con garantías democráticas”.

El Reino de Noruega, mientras, ha estado activo en diligenciar negociaciones políticas entre las partes en conflicto. A principios de año, delegados suyos permanecieron 12 días en Caracas como parte de esas gestiones.

Arellano advierte que el Grupo de Lima puede incluso sufrir inminentemente una estocada política en caso de que el sindicalista Pedro Castillo gane las elecciones de Perú. Sospecha que pudiera solicitar un “cambio profundo”, hasta de nombre, del Grupo de Lima, cuya denominación obedece a la capital peruana donde nació la instancia mediante una declaración hace cuatro años.

“No veo mucha fortaleza en la región, excepto Uruguay, Ecuador, Brasil lo mismo. Es una América Latina más débil para jugar un rol como grupo protagónico” en hallar una solución a la crisis venezolana, concluye.

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