Los viajes al exterior y el tiempo para simplemente cuidar de la familia, instalados en el imaginario colectivo como el ‘después’ de trabajar por años, fue desplazado en los jubilados venezolanos por la búsqueda de la supervivencia, concuerdan ciudadanos consultados por la Voz de América.
“Todera es el nuevo estatus que tiene el jubilado venezolano, donde se ve obligado pues a realizar diferentes cosas o aprender muchas cosas”, afirma a la VOA Belkys Seijas.
Esta venezolana de 62 años alcanzó casi 3.000 retuits y 2.000 me gustas en Twitter cuando un medio de comunicación publicó un video de ella protestando sola con un pancarta luego de pasar 100 horas sin luz.
Entre llantos, confesó sentir impotencia por lo que califica como “apatía del ciudadano” y sin dudarlo se identificó como “jubilada de la administración pública”.
Seijas dejó el Ministerio de Salud en 2014, tras 40 años de servicio. Relata que vive con un hijo y tiene otros dos, pero el resto de su familia - hermanos y sobrinos - está en el exterior.
Luego de dejar su trabajo, empezó a cuidar personas mayores, pero después de sufrir un segundo accidente cerebrovascular, no pudo continuar. Actualmente recarga cartuchos de impresoras y toners.
“Yo soñaba que me iba a jubilar joven e iba tener algún negocio”, confiesa.
Comenta que con su sueldo logró levantar su familia, pero que actualmente, “el jubilado está dedicado a trabajar, para subsistir y comprar sus medicinas”.
A pesar de ello, asegura sentirse capaz “de dar mucho mucho más para mi país, para mi familia y para mi vida misma”.
Según las leyes venezolanas, las mujeres tienen derecho a su jubilación a los 55 años y los hombres a los 60 años a través de la seguridad social. En el caso de organismos públicos, los trabajadores optan por el beneficio de acuerdo a su normativa.
Emilio Lozada, presidente de la Federación Nacional de Jubilados y Pensionados de Venezuela, explicó a la VOA que en el país hay alrededor de unos cinco millones de jubilados y pensionados.
Tras el último aumento decretado para el 1 de mayo de este año, el salario mínimo mensual, por el cual se rigen las pensiones de la seguridad social, es de apenas 2 dólares, a la tasa de cambio oficial.
En medio de la crisis económica que atraviesa el país, el gobierno en disputa ha utilizado el sistema creado por ellos llamado ‘Patria’ para entregar bonos a esta población. Con el aumento de mayo, por ejemplo, otorgaron un bono ‘contra la Guerra Económica’ equivalente a unos 2 dólares.
Sin embargo, Lozada asegura que ante la realidad del país, los jubilados venezolanos venden o alquilan sus casas, salen de sus posesiones, y en algunos casos viven de las remesas.
“Tampoco a los que están activos les alcanza el ingreso por su sueldo”, afirma el presidente de la federación que cuenta con 64 asociaciones afiliadas en todo el país, apuntando que actualmente “50 dólares no alcanza ni siquiera para una semana de comida, mucho menos para comprar medicina”.
En el caso específico de Lozada, se jubiló en el 2002 luego de 30 años de trabajo en el servicio de correos del país. Ya con 74 años y sus dos hijos mayores, vive con su esposa, que también es jubilada.
Describe la situación actual de toda esta población como “incómoda”. En su caso particular, vive de sus años de trabajo, algunas cosas que ha vendido y en ocaciones ofrece su experiencia como especialista en materia de encaminamiento y transporte de correo a empresas privadas.
Asegura no sentirse de 74 años, sino de 47, que es el caso de la mayoría de los jubilados en el país. Asegura que sondeos que ha realizado la federación reflejan que un 20% está en circunstancias - de salud o de otro tipo - difíciles, pero el resto está “activo a nivel nacional”.
Uno de esos jubilados activos es Pedro García, presidente de la Asociación de Educadores Jubilados y Pensionados Unidos de la Región Capital.
“Estamos pasando mucha necesidad. Ya no comemos como antes”, afirma García a la VOA.
Jubilado en 2014 con 25 años de servicios en el Ministerio de Educación, este profesor de 58 años vive con su esposa - también jubilada - y su hija adolescente.
Recuerda que al recibir sus prestaciones sociales un año después de jubilarse, se impactó. “Quedé en shock. Eso no me alcanzó sino para un mercado, más o menos. No pude ni siquiera comprarme un par de zapatos”.
“Pensábamos que íbamos a tener para vivir bien con una jubilación”, comenta, recordando la situación de sus colegas jubilados años atrás.
Concuerda con Seijas al indicar que “el jubilado tiene que rebuscarse” pues asegura que el salario mínimo “apenas alcanza para comprar medio cartón de huevos y un kilo de quesos”.
En su caso, ha tenido que vender productos domésticos que todavía conservaba, pero asegura estar pensando qué otro trabajo u oficio podría hacer para aumentar sus ingresos.
“Pensar volver a la educación, que es lo que uno estudió y lo que uno sabe hacer, uno dice: caramba, volver hacer lo mismo y por tan poco (…) no es fácil”.
El profesor venezolano afirma que: “Si alguien necesita ayuda humanitaria aquí son los jubilados y pensionados en Venezuela”.