Las medidas de cuarentena por el coronavirus han agudizado las condiciones de los indígenas de La Guajira, en la frontera colombo venezolana. La población está aislada y sitiada desde hace cuatro meses cuando se restringió el paso hacia Colombia. Alejados de los centros de comercio y producción, han quedado sin opciones para alimentarse. En esa comunidad, un hombre y su hijo murieron tras consumir un pez sapo venenoso, al no encontrar otra cosa que comer.
"Ya ellos no aguantaba más el hambre que tenían. Se comieron unos sapos, se pusieron mal y se murieron. El esposo y el hijo de mi prima murieron por eso. Por la necesidad y el hambre que hay", dijo a la Voz de América Yajaira Paz, residente de la árida zona, ubicada al noroccidente de Venezuela.
La mayoría de los pobladores viven del comercio informal, según organizaciones no gubernamentales. Hasta marzo, cuando se decretaron las medidas de confinamiento en Venezuela, solían cruzar diariamente a Colombia a comprar o vender víveres, pero esta opción se esfumó con la pandemia.
"Pasamos hasta tres días sin comer”, advierte Mirla Ríos, pobladora de La Guajira. Detalla que los pocos alimentos que pueden comprar, los cocinan exclusivamente para los hijos. “Si conseguimos medio kilito de arroz, hacemos chicha para los muchachos o lo preparamos solo con sal y agua", relata.
Defensores de derechos humanos explican que en la comunidad habitan alrededor de 57 mil aborígenes, que dependen de las bolsas de comida que les entrega el Estado. Sin embargo, estos paquetes han dejado de distribuirse por el cierre de las carreteras.
“No tienen cómo movilizarse. Llegar a la carretera central, a los sitios donde venden alimentos podría demorar horas caminando. Los sitios donde podían pagar con la tarjeta que les da el Estado están cerrados. Están recurriendo al préstamo, al trueque, pero esto llega un momento que se agota”, advierte Lexys Rendón, defensora de los derechos de los pueblos indígenas.