Con nuevos casos y las muertes relacionadas con el COVID-19 aumentando y los hospitales alcanzando su capacidad en Brasil, el presidente Jair Bolsonaro ha dicho a los brasileños que "dejen de lloriquear" por la pandemia.
Hablando en un evento esta semana durante la apertura de una nueva línea ferroviaria en Sao Simao, en el estado de Goiás del centro-sur del país, Bolsonaro criticó las medidas de bloqueo, diciendo que las muertes son lamentables, pero cuestionó cuánto tiempo estarán las personas "quedándose en casa y cerrando todo", argumentando que nadie puede soportarlo más.
João Doria, el gobernador del estado Sao Paulo -el más grande de Brasil-, respondió con enojo a los comentarios, en declaraciones a la British Broadcasting Company (BBC) en las que se refirió a Bolsonaro diciendo que es "un loco". Expuso además que el presidente atacó a los "gobernadores y alcaldes de la nación que quieren comprar vacunas y ayudar al país a terminar con esta pandemia".
Más de 260.000 personas han muerto por COVID-19 en Brasil, un saldo solo superado por Estados Unidos.
Bolsonaro se ha opuesto sistemáticamente a las medidas de cuarentena introducidas por los gobernadores, argumentando que el daño colateral a la economía será peor que los efectos del virus en sí.
Pero los funcionarios de salud de Brasil dicen que la nación se enfrenta a la peor fase de la epidemia hasta el momento, lo que lleva a su sistema hospitalario al borde del colapso.
A pesar de los comentarios del presidente, se han implementado nuevas restricciones en la capital del país, Brasilia, y en su ciudad más grande, Sao Paulo. La meca turística de Río de Janeiro anunció el jueves un toque de queda en toda la ciudad y horarios de cierre temprano para los restaurantes.