Un estudio publicado por la Fundación Nacional para la Democracia (NED por sus siglas en inglés) aborda la injerencia rusa en América Latina aprovechando las vulnerabilidades de algunos gobiernos de la región.
Si bien la presencia china es mucho mayor, los investigadores de este estudio evidencian que los movimientos del Kremlin en esos países han ido aumentando en los últimos tiempos.
El trabajo se centra básicamente en el “capital corrosivo”, un concepto ya utilizado anteriormente para referirse “a los flujos monetarios de países autoritarios como Rusia, China, Turquía o Irán, que aprovechan las vulnerabilidades de los gobiernos, tales como la falta de transparencia o responsabilidad pública y eso permite el acceso preferencial para penetrar en sectores estratégicos”, según explicó a la Voz de América Martin Vladimirov, analista de la NED y uno de los autores de la tesis.
En los últimos años, el gobierno de Estados Unidos había alertado de la injerencia extranjera en la región latinoamericana, una situación que se sigue vigilando muy de cerca porque consideran que la penetración de China, Rusia o Irán supone una amenaza para la estabilidad y la seguridad en la región.
El objetivo del Kremlin, al igual que pasa con los otros países mencionados, es penetrar en industrias como la energética, las telecomunicaciones, la banca y el transporte.
“Cuando ese capital corrosivo ha penetrado en esos sectores, se puede expandir y básicamente, por ejemplo, puede acabar con la competencia y alimentar las redes oligárquicas en el país que apoyan a un gobierno corrupto”, dice Vladimirov.
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El Centro para el Estudio de la Democracia revela que Rusia ha estado utilizando el mismo patrón no solo en América Latina sino también en otras regiones de Europa e, incluso, en África.
En la zona del sur del continente americano, Rusia encontró en Venezuela su gran aliado para desarrollar sus actividades económicas e incrementar su presencia en esta región.
“Rusia pasó de ser un actor inexistente al comienzo de la era de Hugo Chávez, a principios de 2000, a convertirse en uno de los mayores inversionistas y actores económicos de Venezuela”, dijo Vladimirov.
¿Cómo lo hizo? Principalmente a través de dos sectores estratégicos: el militar y el petróleo.
“Rusia ha vendido armas por valor de 17.000 millones de dólares a Venezuela y la empresa estatal rusa Rosneft cerró varios acuerdos estratégicos con PDVSA (Petróleos de Venezuela)”, argumentó.
En los acuerdos de gas y petróleo, Rusia prestó “una enorme cantidad de dinero a PDVSA para el desarrollo de campos clave” y “cuando PDVSA no pudo pagar básicamente la deuda, Rosneft lentamente comenzó a hacerse cargo de activos clave del sector petrolífero venezolano”, un patrón que vuelve a repetirse hoy en día.
“Rusia generalmente intenta involucrar a los países con contratos a gran escala y luego cuando los gobiernos no están cumpliendo con los acuerdos, el Kremlin utiliza eso como palanca para cambiar la posición estratégica y la toma de decisiones estratégicas en estos países”, añadió.
Ahora, Rusia se ha convertido en “la potencia clave indispensable” para el gobierno en disputa del Nicolás Maduro.
“Sin la participación de Rusia, sería muy difícil para cualquier otra potencia cambiar el régimen en el país. Y Rusia se da cuenta de eso y aprovecha esta oportunidad para posicionarse no solo en la propia Venezuela, sino también en todo el continente”, explicó.
“Rusia usa a Bolivia, Venezuela y Nicaragua como intermediarios, como puentes, para una mayor influencia en toda la región”, lo que supone “un potencial desproporcionado de la intromisión rusa” en América Latina.
Contratos costosos y a largo plazo
El estudio se centra especialmente en dos países, Bolivia y Argentina, donde Rusia ha incrementado sus inversiones en sectores estratégicos.
El trabajo, en el que también participa Ruslan Stefanov, director del programa económico del Centro para el Estudio de la Democracia (CSD por sus siglas en inglés), aclara que Rusia “no es un actor económico importante” y que en cuestiones como el comercio o la inversión directa extranjera representa un “actor pequeño”.
“Tanto Estados Unidos como China son dos grandes potencias económicas en la región y tienen una presencia mucho más significante en las economías de ambos países”, aclara Vladimirov.
El caso de Bolivia
Pero el Kremlin ha podido cerrar acuerdos económicos con proyectos muy costosos y a largo plazo con un objetivo: penetrar en sectores estratégicos específicos.
“En el caso de Bolivia, esto ha sido más obvio con el gobierno del expresidente Evo Morales, ya que firmó un acuerdo muy costoso para la construcción de un centro de investigación nuclear por un estimado de 300 millones de dólares”, recordó el analista económico.
Esa firma se hizo “sin ningún procedimiento gubernamental transparente para el análisis de costos y beneficios” y ni siquiera hubo una invitación formal a la competencia para “organizar una licitación competitiva en la que las diferentes empresas de todo el mundo tendrían la opción de pujar con la mejor tecnología y al mejor precio”.
Según Vladimirov, tanto en las negociaciones del contrato como en la ejecución, los “individuos clave del lado ruso y del boliviano estaban jugando un papel de intermediarios, eludiendo básicamente los canales oficiales y las instituciones responsables de aprobar estos proyectos”.
“Esta es la gran diferencia entre un país donde las instituciones son efectivas y aquellos donde tenemos prácticas de captura del Estado, en las que las instituciones realmente lo evitan porque solo pueden causar problemas a las élites gobernantes que quieren ejecutar un determinado trato”, apostilló el experto durante la entrevista concedida a la VOA.
Agregó que gracias a este proyecto de la central nuclear, Rusia ha aprovechado para aumentar su influencia política en el país. De hecho, recordó que la Corporación Estatal de Energía Atómica (Rosatom), un organismo público ruso que regula el sector nuclear, “estuvo detrás de una campaña política para apoyar la reelección de Evo Morales a finales de 2019”.
“Los periodistas de investigación rusos descubrieron un esquema en el que Rosatom contrató a una compañía de relaciones públicas para, básicamente, manipular las elecciones en Bolivia en las regiones rusas del país”, señaló Vladimirov.
“Esos doctores electorales, que es así como los llaman, fueron enviados a Bolivia en nombre de Evo Morales para ayudarlo a ser reelegido”, y “el acuerdo para la construcción de una central nuclear estuvo directamente ligado al éxito político del partido Movimiento Al Socialismo (MAS) y de Evo Morales”.
El caso de Argentina
Aunque el fin era el mismo, la situación de Argentina dista completamente de Bolivia, según se desprenden en las conclusiones del trabajo investigativo. “Rusia utilizó los canales privados para penetrar en sectores estratégicos de la economía”, dijo Vladimirov.
¿Cómo lo hizo? A través de Lukoil, la empresa privada rusa que trató de controlar una gran cadena de estaciones de servicio, una refinería y una instalación de almacenamiento de petróleo.
“En todos estos acuerdos trabajó directamente con empresas estatales argentinas y con intermediarios privados, que en realidad pertenecían a personas cercanas al gobierno de Cristina Fernández de Kirchner”, comentó.
Pero los movimientos rusos en esa estrategia no resultaron exitosos.
“Lukoil no pudo realmente capturar una parte importante de la economía petrolera en Argentina, aunque intentó que tanto Lukoil como Gazprom fueran actores clave en el sector”, agregó al respecto.
Con todo, Vladimirov indicó que “las instituciones fueron más sólidas en Argentina y pudieron evitar algunos de estos acuerdos” en un período en el que hubo investigaciones por corrupción y lavado de dinero en las que se involucró a algunos de estos intermediarios que trabajaban en nombre del gobierno de Kirchner para ejecutar los acuerdos.
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Ruslan Stefanov y Martin Vladimirov sostienen que “la región de América Latina ha estado sufriendo un retroceso de las instituciones democráticas en muchas partes en la última década”.
Los ejemplos más flagrantes serían los de Venezuela, Cuba y Nicaragua, pero los investigadores prefirieron no centrarse en esos casos en los que “básicamente la elite oligárquica gobierna unida a un régimen y crea una sinergia, una fusión de poder, y captan todos los recursos económicos del país, tanto públicos como privados”.
Así que prefirieron “observar a los países que son democracias en funcionamiento, con instituciones democráticas que funcionan, pero que tienen muchas fallas dentro de estas instituciones que han permitido que los países autoritarios se aprovechen y traten de cambiar el equilibrio de poder en la economía nacional”.
En el hemisferio occidental, la economía capitalista, recuerda Vladimirov, se basa “en los principios del mercado y no en los acuerdos políticos”.
Los investigadores, tras desarrollar su estudio, se percataron que ha habido “un deterioro de la calidad de la gobernabilidad, un aumento de la corrupción y la creciente influencia de las fuerzas informales en la toma de decisiones, especialmente en sectores estratégicos” de los dos países analizados, una situación de la que tanto Rusia como China se han aprovechado.
Los planes de Rusia en América Latina
Según Vladimirov, el mayor interés de Rusia radica en la venta de armas, un movimiento que también se ha visto últimamente en Chile y Perú.
Los países clave de Rusia, a su juicio, son Brasil, México y Argentina, porque “son importantes socios comerciales que exportan enormes cantidades de productos alimenticios a Rusia” y el Kremlin, por su parte hace lo propio con el petróleo, la energía y la armas.
“Creo que esta relación se profundizará en el futuro. Ya vemos que el Ministerio de Relaciones Exteriores de Rusia está mucho más activo en México y está interesado en promover una cooperación mucho más estrecha”, dijo Vladimirov en su entrevista con la VOA.
Las acciones de Rusia, sin embargo, no son comparables a la acción que China está llevando en la región: “China está por todas partes, invierte en todos los sectores principales, está comprando empresas, está construyendo infraestructura y Rusia no tiene esa capacidad”, explicó.
Pero el Kremlin sí tiene la “capacidad de cambiar la opinión” a través de sus “estrategias vibrantes para la desinformación y cambiar los discursos públicos”, advierte Vladimirov.
Con todo, el experto económico señala que para hacer frente a la injerencia extranjera, especialmente de Rusia, los gobiernos de la región necesitan fortalecer su legislación en torno al lavado de dinero o impulsar instituciones financieras públicas independientes.
“Hoy en día estas instituciones en América Latina tienen una capacidad limitada, tanto administrativa como financieramente. Por eso no están preparadas para contrarrestar una amenaza que tiene proporciones globales”, dijo.
Ante eso, “es necesario que haya mucha más cooperación entre las diferentes instituciones contra el lavado de dinero en la región y en las instituciones encargadas de hacer cumplir la ley”.