La ganadora del El Premio Nansen para los Refugiados de ACNUR, la colombiana Mayerlín Vergara Pérez, hizo un llamado el jueves para volcar la atención en los niños y adolescentes víctimas de la trata de personas y de la explotación sexual, pues es un "crimen" que "no conoce fronteras; no conoce sexo, género ni etnia”.
El galardón, anunciado el jueves, fue otorgado a Vergara por consagrar su vida a la defensa de la infancia y, especialmente, por trabajar con niños y adolescentes, víctimas de este flagelo.
En 2019, como coordinadora regional para La Guajira de la Fundación Renacer, abrió una casa en Rioacha, capital de este departamento ubicado al norte de Colombia, para atender a los niños en el restablecimiento de sus derechos. Hasta el día de hoy, de los 75 que han sido atendidos, la mitad provienen de Venezuela. También, hay colombianos, algunos retornados.
"Tengo 20 años siendo parte de la vida de los niños y niñas, acompañándolos en el proceso de recuperación emocional y, en los 20 años, yo no había visto lo que he visto en la Guajira con los niños refugiados y migrantes", lamenta Vergara.
Vergara Pérez explicó a la Voz de América, durante una rueda de prensa virtual, que en 2018 llegó a la región para hacer una caracterización de la explotación sexual que se presentaba en el territorio: "Nos encontramos realidades tan dolorosas. Desde la situación de no tener dónde dormir, no tener dónde vivir, no tener una comida asegurada; hasta la misma situación de explotación sexual de niñas y de las adolescentes, de los niños. Niños y niñas que han sido captados en Venezuela, trasladados hasta acá y explotados sexualmente acá".
"Niños y niñas que llegan solos, que migran la trocha, atraviesan solos la trocha, y este camino con tantos peligros y acá viven situaciones tan dolorosas, como para uno ponerse a llorar", describe.
Asegura que son víctimas que padecen un doble impacto: el de la explotación y el de la migración. Algunos, agrega, tienen afectaciones mentales tan graves que necesitan apoyo especializado psiquiátrico.
Región golpeada por la migración
El representante de la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) en Colombia, Joseph Merck, describió al departamento de La Guajira, como uno de los más pobres del país, después de Chocó.
"Es uno de los departamentos que más pobreza conoce en Colombia y tener un flujo tan grande en Venezuela ha tenido un impacto para la comunidades de acogida", señala.
Entonces, dice, la vulnerabilidad de migrantes y refugiados que se ha observado en la región "es sumamente grande".
Desde 2015, la crisis venezolana ha obligado a millones de personas a huir del país. Se calcula que 1,7 millones de personas han buscado protección en Colombia. Según datos de las autoridades colombianas, entre 2015 y 2019, el número de víctimas de trata de personas en el país aumentó en un 23%. Ese aumento se debe, en parte, al aumento de la afluencia de venezolanos.
Según el Gobierno colombiano, en los primeros cuatro meses de 2020, las autoridades detectaron un aumento del 20% en los casos de trata de personas que afectan a ciudadanos extranjeros, con respecto al año anterior. En más del 50% de los casos, la explotación sexual es el objetivo final de la trata.
También lea ACNUR Colombia: El 60% de los migrantes venezolanos no tienen ingresosMerck explicó que muchos venezolanos han llegado a Colombia con familias grandes, que incluyen niños. O llegan solos, cruzando la frontera.
Entonces, "obviamente estos niños, niñas y adolescentes tienen una alta vulnerabilidad y creo que lo que estamos haciendo con la Fundación Renacer es muy importante", agregó el representante.
Merck resaltó que "el trabajo de 'Maye' está abordando esta vulnerabilidad en una forma muy eficiente, con un enfoque de derechos humanos y de protección a la niñez”.
“Personas como 'Maye' representan lo mejor de nosotros. Su valentía y entrega desinteresadas para rescatar y proteger a algunos de los niños y niñas más vulnerables del mundo son nada menos que heroicas”, dijo Filippo Grandi, alto comisionado de ACNUR, a través de un comunicado.
Durante la pandemia
La ganadora del premio Nansen explicó que, durante la pandemia, se acrecentaron los casos de niños víctimas de explotación sexual en el entorno digital. Así como de pequeñas que "quedaron atrapadas en la casa con sus abusadores".
"El COVID-19 no nos ha parado. No hemos parado la operación. Las víctimas, los niños y niñas no tienen espera. Las puertas han estado abiertas desde que empezó el confinamiento. Nos tocó adecuar la casa. Tenemos un sitio para el aislamiento preventivo y hemos seguido en las labores", cuenta Mayerlín con orgullo.
En el marco de la pandemia, dice que han recibido alrededor de 20 niños nuevos.
Por su parte, el representante de ACNUR explicó que la pandemia ha incrementado la vulnerabilidad de la población venezolana, así como la xenofobia.
Trabajo futuro
El Premio Nansen para los Refugiados de ACNUR rinde homenaje a quienes han prestado servicios excepcionales a las personas desplazadas por la fuerza. A lo largo de los años, más de 82 personas, grupos u organizaciones han recibido el galardón, que incluye una medalla conmemorativa y un premio monetario de 150.000 dólares, donado por los Gobiernos de Suiza y Noruega.
Con este galardón, dice Mayerlín, quiere "seguir avanzando en la prevención y en la construcción de entornos protectores".
"Mientras haya víctimas, mientras haya sobrevivientes, necesitamos una casa hogar como la que tenemos", sentencia.
La galardonada subraya que la explotación que sufren los niños es un problema mundial y que la sociedad debe acabar con las creencias "que hacen daño y aplazan la prevención y la denuncia".
Por ahora, seguirá su vida en medio de las comunidades, hablando con la gente, con líderes sociales, recorriendo la región, dando charlas en colegios; pero sobre todo, cuidando a los niños, quienes -según ella- son los verdaderos ganadores del reconocimiento de ACNUR.
“Ellos que, con su fuerza, con su resistencia, con su valentía, a pesar de todo el dolor vivido, nos enseñan cada día más que sí es posible seguir caminado, sí es posible seguir soñando, y sí es posible creer que nos vamos a convertir en una sociedad justa, que los escucha, que los respeta y que los protege”, concluye.