El Salvador ha relajado durante varios meses las medidas sanitarias contra el COVID-19: el uso de cubrebocas no está reglamentado por ley, los mercados y centros comerciales lucen aglomerados y el transporte público se llena de pasajeros pese a que en varias ocasiones se han instalado controles para verificar el distanciamiento.
Esa normalidad, que fue adoptada poco a poco por el país centroamericano, puede estar próxima a cambiar. En El Salvador se han incrementado los contagios y muertes por el COVID-19 desde junio de este año y los expertos sugieren que ese aumento se debe a las variantes del virus y el relajamiento en las medidas de prevención.
El 11 de agosto fue el día con más casos nuevos diagnosticados durante los 18 meses de pandemia en el país. Ese día hubo 271 casos nuevos por cada millón de habitantes. Una cifra que supera a los 153 en abril. Asimismo, 2.794 personas habían muerto en El Salvador a causa del coronavirus hasta el 15 de agosto.
Marielos Murillo tiene 30 años y es la segunda vez que se infecta con el virus. Accedió a hablar con este medio de manera virtual porque los médicos apenas le han estimado un 45% de recuperación.
Ella relata cómo abordan la nueva realidad de la pandemia los centros de salud que atienden pacientes positivos al virus, debido a que está prohibida la entrada a cualquier persona que no sea referida a los hospitales que atienden pacientes positivos.
La joven tuvo COVID-19 en noviembre de 2020. Empezó con una gripe y tos intensa. “Nada que no se pareciera a una gripe normal”, relata. Preocupada porque en ese mes hubo un alza en los contagios, se hizo la prueba en una cabina móvil instalada por el gobierno. El resultado dio positivo.
Ante esto el gobierno le entregó un kit de vitaminas y medicamentos que incluía ivermectina, medicamento que no ha sido aprobado por la Administración de Alimentos y Medicamentos de EE. UU. (FDA) para tratar el COVID-19. Sin embargo, Marielos se recuperó en menos de una semana.
“No tuve ninguna secuela la primera vez. Pero a inicios de julio de este año me comencé a sentir mal. Tuve fiebre y diarrea. Yo pensé ‘qué extraño esto’. Tomaba medicamentos contra la diarrea y no me ayudaban. Nunca me imaginé que fuera COVID”, explicó a la Voz de América.
Fue a una clínica pública en San Salvador. Tenía 39,8 grados Celsius de temperatura y una semana con fiebre, diarrea y congestión nasal. No la atendieron como caso sospechoso de COVID-19 porque según explica, los médicos le dijeron que la reinfección no era posible.
Preocupada por su condición médica decidió ir a otra clínica pública y el diagnóstico dado fue infección de garganta. “Estando durante 15 días muy mal empecé con una tos terrible. Ni siquiera podía bajar una o dos gradas porque tenía ataques de tos. Yo ya sentía que me moría”.
A diferencia de la primera vez, la joven tuvo que pagar en un laboratorio privado una prueba de COVID-19 que le negaron en la clínica pública. Además, estuvo 10 días ingresada en un hospital privado como paciente positiva de coronavirus después que la prueba confirmó la reinfección.
“La prueba ya salió negativa. Hasta el momento no me han dicho si era la variante delta o la antigua, pero las secuelas en esta ocasión han sido terribles. Han pasado nueve semanas y la recuperación ha sido muy lenta. El COVID-19 dejó secuelas en todos mis órganos internos”, agregó.
Desde el 7 de agosto se conoce que las variantes alfa, gamma, lambda y delta circulan en el país centroamericano. Tres de estas son calificadas altamente contagiosas.
El médico Noel Díaz trabaja en la Unidad de Cuidados Intensivos de un hospital público y atiende además a pacientes positivos de COVID-19 en centros privados. Asegura que aunque el país ha incrementado el número de casos no puede hablarse de tercera ola.
“Tenemos cierta tendencia en algunas semanas que han aumentado los casos, pero esto se mantiene y no es un aumento sustancial como la ola que vimos el año pasado”. Mientras, en los hospitales, explica, siguen llegando pacientes positivos. “Pero hay pacientes que no tienen el virus y que de igual forma hay que atender”.
El Salvador apresura la vacunación
Mientras los contagios aumentan, también crece el número de personas vacunadas. El Salvador tiene más de 10 millones de dosis contra el COVID-19, suficientes para inmunizar al país.
De hecho, el ministro de Salud, Francisco Alabí, se ha propuesto vacunar con dos dosis a 4,5 millones de salvadoreños antes que finalice el año.
El país tiene un aproximado de 6,7 millones de habitantes. De estos, poco más de 5 millones tienen la edad necesaria para la vacunación contra el COVID-19: 12 años o más. Hasta el 16 de agosto, 1,9 millones de personas habían recibido la segunda dosis de la vacuna, un número que representa el 36% de la población apta.
Las clínicas de salud y el centro de vacunación Hospital El Salvador son los lugares destinados para el propósito. La VOA hizo un recorrido por el exterior del hospital y constató la afluencia de personas en el lugar, que se ha incrementado respecto a abril.
Agosto ha sido el mes con el mayor número de vacunados en El Salvador desde que el gobierno comenzó la vacunación el 17 de febrero pasado. La media móvil de siete días hasta el 15 de agosto indica que a diario se aplican 0,8 dosis por cada 100 personas.
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En comparación con el resto de los países de Centroamérica, El Salvador y Panamá ya vacunaron completamente a más del 20% de su población.
Pese a ello, los Centros para el Control de Enfermedades de Estados Unidos (CDC) elevó el nivel de alerta en El Salvador de "riesgo moderado" a "alto riesgo" y advierte que "todos los viajeros pueden estar en riesgo de contraer y propagar variantes” en caso de viajar al país centroamericano.
Los CDC pide evitar los viajes no esenciales y, de hacerlo, que los pasajeros lo hagan completamente vacunados. El Salvador tiene el mismo nivel de riesgo que Guatemala y Honduras. Y solo es superado en la región por Nicaragua y Costa Rica que tienen un riesgo “muy alto”.
Tantas muertes como en la primera ola
Del portón seis del Hospital El Salvador salen los carros fúnebres que indican que hay más muertos a causa del virus.
El Salvador reporta a diario un promedio de 12 fallecidos por el COVID-19. Un número oficial que a criterio del médico intensivista Gonzalo Batres Baires no revela el verdadero impacto de la pandemia en el país.
El subregistro de casos y de muertes por COVID-19 no ha sido documentado ni publicado. El gobierno oficializa las cifras que llevan consigo una prueba positiva. El resto queda excluido, y las muertes fuera de las cifras oficiales se registran como “sospecha de COVID-19”.
“En El Salvador no hay una institución independiente que esté valorando la situación estadística de la pandemia. Las cifras reales de la pandemia están centralizadas y nadie sabe cuántas camas hay, cuántos ventiladores. No se puede valorar el impacto porque la información oficial no es creíble”, dijo Batres Baires a la VOA.
Un empleado de una funeraria en San Salvador confirmó que cada semana entierran a por lo menos tres personas a causa del virus.
Mientras los casos continúan al alza, los centros comerciales, los bares y las paradas de transporte público lucen aglomerados. Una situación complicada para las autoridades, quienes piden a la población contribuir con las medidas sanitarias y hacer cita para vacunarse lo más pronto posible.
Las clases siguen suspendidas. Y los eventos masivos están prohibidos.
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