El boom de las materias primas ha sido una bendición económica para el área, pero la “politización” regional que propugnan gobiernos de izquierda obstruye el camino al desarrollo.
Pese al deterioro de la economía global, de que los países de Europa se hunden en su segunda recesión consecutiva y de que en EE.UU. la recuperación sigue siendo muy lenta e insegura, América Latina y el Caribe se hallan en una situación privilegiada, según recientes datos difundidos por la CEPAL.
La Comisión Económica para América Latina y el Caribe, un organismo de Naciones Unidas, informó que la región está en un buen momento con una expectativa de crecimiento este año de 3,5 por ciento tras haber batido en 2012 un récord en cuando a inversión extranjera, que alcanzó los 173 mil 361 millones de dólares.
De acuerdo con la CEPAL el incremento de las inversiones de parte de firmas foráneas se explica por el sostenido crecimiento económico de la región –a contrapelo de lo que sucede en el resto del mundo—los altos precios de las materias primas, y la elevada rentabilidad en este momento de los negocios vinculados a los recursos naturales.
La marcada excepción es Venezuela, que a despecho del anuncio de las autoridades de Caracas de que bajo el gobierno de Hugo Chávez se logró recuperar cerca de $427 mil millones de dólares por concepto de ingresos petroleros, otro informe del organismo de la ONU indicó que entre 2010 y 2011 el 29,5 por ciento de los hogares venezolanos vivían en la pobreza.
El caso venezolano es el peor ejemplo de una región que aunque ahora se ve favorecida por el boom en los precios de las materias primas también ha estado en parte lastrada durante la última década por gobiernos de izquierda que proclaman como principal divisa la integración económica, pero que en la práctica se asocian más por razones políticas e ideológicas.
Un análisis publicado esta semana por la revista The Economist destaca que la gestión económica de países como México, Colombia, Chile y Perú, fundadores de la llamada Alianza del Pacífico (AP), apunta en dirección contraria a la aplicada por los gobiernos de izquierda de otro bloque regional, el Mercosur.
Dentro de cinco días, exactamente el 23 de mayo, los presidentes de las cuatro naciones de la alianza, todas economías de libre mercado que se han subido al tren de la globalización, firmarán un acuerdo para suprimir las tarifas aduanales al 90 por ciento de sus intercambios comerciales como primer paso en el establecimiento de un mercado común.
En el poco tiempo que lleva de existencia, el contraste de la AP con el Mercosur es marcado: los presidentes Costa Rica y Panamá, que han expresado sus deseos de sumarse a la alianza, asistirán a la cita en Cartagena, Colombia, así como los jefes de gobierno de España, Mariano Rajoy; de Canadá, Stephen Harper; el presidente de Guatemala, Otto Pérez Molina, y representantes de Australia, Japón y Nueva Zelanda.
Sin embargo, desde 1999 el Mercosur negocia infructuosamente un tratado de asociación con la Unión Europea y en más de 20 años de existencia sólo tiene firmados acuerdos comerciales con Israel, Egipto y la Autoridad Palestina.
The Economist cita al excanciller brasileño Luiz Felipe Lampreia, para quien los gobiernos de izquierda que tomaron el poder durante mucho de la última década en los países del bloque, a los que recién se sumó Venezuela, han transformado al Mercosur casi completamente en un “frente político”. Eso explica, por ejemplo, por qué fue suspendido del grupo Paraguay.
A juicio de Lampreia y de muchos otros expertos, bajo la tutela de Brasil, Argentina, Uruguay, y ahora Venezuela, el Mercosur ha hecho suyo el “antiamericanismo” propugnado por el grupo de países que forman parte de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), una criatura de Hugo Chávez.
La Comisión Económica para América Latina y el Caribe, un organismo de Naciones Unidas, informó que la región está en un buen momento con una expectativa de crecimiento este año de 3,5 por ciento tras haber batido en 2012 un récord en cuando a inversión extranjera, que alcanzó los 173 mil 361 millones de dólares.
De acuerdo con la CEPAL el incremento de las inversiones de parte de firmas foráneas se explica por el sostenido crecimiento económico de la región –a contrapelo de lo que sucede en el resto del mundo—los altos precios de las materias primas, y la elevada rentabilidad en este momento de los negocios vinculados a los recursos naturales.
La marcada excepción es Venezuela, que a despecho del anuncio de las autoridades de Caracas de que bajo el gobierno de Hugo Chávez se logró recuperar cerca de $427 mil millones de dólares por concepto de ingresos petroleros, otro informe del organismo de la ONU indicó que entre 2010 y 2011 el 29,5 por ciento de los hogares venezolanos vivían en la pobreza.
El caso venezolano es el peor ejemplo de una región que aunque ahora se ve favorecida por el boom en los precios de las materias primas también ha estado en parte lastrada durante la última década por gobiernos de izquierda que proclaman como principal divisa la integración económica, pero que en la práctica se asocian más por razones políticas e ideológicas.
Un análisis publicado esta semana por la revista The Economist destaca que la gestión económica de países como México, Colombia, Chile y Perú, fundadores de la llamada Alianza del Pacífico (AP), apunta en dirección contraria a la aplicada por los gobiernos de izquierda de otro bloque regional, el Mercosur.
Dentro de cinco días, exactamente el 23 de mayo, los presidentes de las cuatro naciones de la alianza, todas economías de libre mercado que se han subido al tren de la globalización, firmarán un acuerdo para suprimir las tarifas aduanales al 90 por ciento de sus intercambios comerciales como primer paso en el establecimiento de un mercado común.
En el poco tiempo que lleva de existencia, el contraste de la AP con el Mercosur es marcado: los presidentes Costa Rica y Panamá, que han expresado sus deseos de sumarse a la alianza, asistirán a la cita en Cartagena, Colombia, así como los jefes de gobierno de España, Mariano Rajoy; de Canadá, Stephen Harper; el presidente de Guatemala, Otto Pérez Molina, y representantes de Australia, Japón y Nueva Zelanda.
Sin embargo, desde 1999 el Mercosur negocia infructuosamente un tratado de asociación con la Unión Europea y en más de 20 años de existencia sólo tiene firmados acuerdos comerciales con Israel, Egipto y la Autoridad Palestina.
The Economist cita al excanciller brasileño Luiz Felipe Lampreia, para quien los gobiernos de izquierda que tomaron el poder durante mucho de la última década en los países del bloque, a los que recién se sumó Venezuela, han transformado al Mercosur casi completamente en un “frente político”. Eso explica, por ejemplo, por qué fue suspendido del grupo Paraguay.
A juicio de Lampreia y de muchos otros expertos, bajo la tutela de Brasil, Argentina, Uruguay, y ahora Venezuela, el Mercosur ha hecho suyo el “antiamericanismo” propugnado por el grupo de países que forman parte de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), una criatura de Hugo Chávez.