Recientemente, María Paula Molano ha tenido que comprar enormes cantidades de agua embotellada, no solo por el “insoportable calor” que aqueja a la Ciudad de México, sino también porque los racionamientos han afectado el bar donde trabaja como bartender, por lo que para mantener el negocio tuvo que optar por “la opción más cara, pero más efectiva”.
A miles de kilómetros de allí, en Bogotá, Enrique Melo también lidia con restricciones en el servicio de agua potable, en medio de los intentos de las autoridades colombianas por tratar de incrementar el nivel de sus embalses. Ahora, acostumbra a guardar cierta cantidad de este recurso para el día en que su hogar tenga que vivir esta medida: “Al principio, era extraño porque nunca nos faltó agua. Ahora, ya nos acostumbramos en casa. Lo que hacemos es prepararnos”.
Aunque son dos ciudades completamente diferentes y lejanas, ambas luchan por el mismo objetivo: preservar los niveles de agua, ante su escasez, una preocupación que, según los expertos consultados por la Voz de América, está latente en toda América Latina.
Datos del Aqueduct Water Risk Atlas del World Resources Institute indican que 25 países, que albergan a una cuarta parte de la población mundial, enfrentan cada año un estrés hídrico extremadamente alto, y consumen regularmente casi todo su suministro de agua disponible. Y al menos el 50 % de la población mundial (alrededor de 4.000 millones de personas) vive en condiciones de gran escasez de agua durante al menos un mes al año. Y se espera que para 2050, 1.000 millones de personas adicionales vivan con un estrés hídrico extremadamente alto.
Según un sondeo elaborado por la VOA a alrededor de 1.300 personas, un 76 % dice estar muy preocupada por una posibles escasez de agua que se puede presentar en su país.
¿Qué está pasando?
Para los expertos, los fenómenos ambientales, las inapropiadas políticas públicas y el cambio que han tenido las sociedades y las industrias influyen para que, cada vez más, se acreciente el problema.
Según Juan Carlos Bello, director regional y representante del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEP) para América Latina y el Caribe, el mundo está enfrentado una triple crisis ambiental, a nivel planetario, como resultado de la crisis climática, de pérdida de biodiversidad y de la contaminación.
Entonces, para el caso particular del agua, se observa una trayectoria de calentamiento global, que transforma todos los procesos climáticos del planeta, lo que se traduce en eventos extremos que se suman a Fenómenos como El Niño y La Niña, en periodos muy cortos, y en donde “las sequías cada vez son más intensas y los periodos de lluvia son mucho más intensos”.
Adicionalmente, hay una pérdida y transformación de los ecosistemas naturales, un gasto indiscriminado por parte de los seres humanos y sus actividades económicas y productivas.
Por otro lado, Víctor Arroyo, director para España, Portugal y América Latina de Isle Utilities, empresa especializada en innovación y adopción de tecnologías hidráulicas, enfatiza en que “la población , el desarrollo económico y la distribución del agua no es homogénea”.
Normalmente, asegura el experto, hay zonas en las que se desarrolla la actividad económica, especialmente la agricultura y otras actividades industriales, donde no hay abundante agua, y allí el gran “reto” consiste en llevarla desde la fuente hasta donde se necesita, lo que implica “obras muy caras” de ingeniería, además “complejas, que involucran a muchas partes interesadas y que habitualmente o en muchas ocasiones, no están todas alineadas”.
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Una explicación en la que coincide Miguel Doria, hidrólogo regional de la UNESCO para América Latina y el Caribe, al señalar que Latinoamérica es la región más urbanizada del planeta: “Más de 85 % de la población de América Latina vive en ciudades y esto significa que hay concentración demográfica, donde muchas veces no están los recursos hídricos. O sea, hay bastantes países donde la capital se encuentra en masiva sequía, pero al norte, al sur, etcétera puede haber incluso inundaciones”.
Aunque ocurre en varias áreas de la región, uno de los ejemplos, según explica el experto de Isle, es Perú, “donde todo el desarrollo agrícola y poblacional está en las zonas de la costa, que son zonas secas y tienes otras zonas en el país, más hacia los Andes y hacia el Amazonas, que son muy ricas en agua”.
Doria también enfatiza en que los tiempos han cambiado. La población se ha incrementado y las industrias, cada vez producen más, lo que genera un mayor consumo de agua: “ No podemos seguir pensando como pensábamos en 1.900 sobre los recursos hídricos, porque luego por ahí hay una reducción bastante notable, diez veces menos agua per cápita”, dice el experto.
O sea, “éramos menos personas, se usaba menos agua, llovía más” y la gobernanza, los marcos regulatorios y la cultura del agua actuales “vienen de un marco de abundancia y hace marco ha cambiado y va a seguirá cambiando”, agrega.
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Países afectados
Según Bello, hay regiones y países que” siempre se consideraron ricos en agua, donde el agua se pensaba que sobraba, ya no sobra”. Por ejemplo, en Uruguay, que “se consideraba parte de una cuenca hidrográfica… y, en este momento, el reto que están enfrentando es la sequía, y esas son cosas que hubieran sido impensables hace diez años”.
Tan impensable como la crisis ‘de agua salada’ vivida hace un año allí. El agua del grifo en Montevideo y los departamentos limítrofes tuvo tal cantidad de sodio y de cloro que las autoridades subieron los máximos permitidos para el agua potable.
“Fue todo un evento porque no estamos acostumbrados que pase”, contó la uruguaya Cecilia Álvarez a la VOA, quien recordó que la crisis trastocó la cotidianidad y la primera reacción fue abastecerse con agua embotellada, causando “filas y filas” para comprarla e incluso escasez de la misma.
“Hubo escuelas complicadas para abastecer de agua a sus niños”, dijo la madre de dos hijas, quien cree que, aunque “ha sido un enseñanza” y “dejó una alerta”, aún falta mucho con concientizarse, no solo en el hogar, sino por parte de las autoridades.
Bello también explica que, en todos los países de la región, los impactos de los eventos climáticos han generado graves crisis, desde México hasta el Cono Sur.
“México está pasando por una crisis de agua gravísima. En Centroamérica, está todo el corredor seco… en donde incluso muchas personas, sobre todo de las zonas rurales, están teniendo que migrar… Y, fundamentalmente, no es solo por la temperatura, sino por la falta de agua. No pueden cultivar, no tienen acceso a agua potable, a nada”. Otro ejemplo son algunos países de Los Andes, como Perú, y países del Cono Sur, como Chile, Argentina, agrega.
Pero Bello enfatiza en que uno de los casos más dramáticos es la Amazonía brasileña, una de las regiones más ricas en agua a nivel mundial, que “está enfrentando en algunas partes un proceso de desertificación demasiado grave. Entonces, es “preocupante” ver cómo ese tipo de “se están convirtiendo en paisajes que tienden a lo desértico”.
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¿Seguirán los racionamientos?
Los expertos consideran que, si no se actúa rápidamente con medidas locales y globales, los racionamientos serán cada vez más continuos y comunes, pues “los sistemas productivos, de las industrias, de las edificaciones, de la infraestructura, no están diseñadas para cuidar el agua” y cuando se llegan a situaciones extremas, “somos terriblemente vulnerables”, señala Bello.
“Mientras esos niveles de consumo y la degradación ambiental continúen, y el calentamiento del planeta siga en aumento”, estas medidas serán más comunes y tendrán una mayor duración, añadió.
Arroyo comparte esta opinión, pues dice que, si las decisiones de políticas públicas no se toman a tiempo, pues se deben a una falta de planificación.
Tanto la mexicana María Paula como el colombiano Enrique dicen sentirse cómodos con la medida y ya acostumbrados. En el caso de la bartender, según le contó a la VOA, los establecimientos en los que trabaja han optado por compartir los garrafones de agua para ahorrar dinero “porque es un gasto extra que no está contemplado”. Aunque confiesa que aún enfrentan dos desafíos: encontrar hielo y atender a los clientes con baños sin funcionamiento, mientras están con restricciones de agua.
Para el bogotano, “es una forma en que se puede ayudar a la sociedad y nuestro futuro (…) Ser conscientes en que debemos ahorra agua y no desperdiciar”.
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Reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, con el objetivo de mantener la temperatura, multiplicar los esfuerzos recuperar los ecosistemas naturales, avanzar hacia una transición en la adopción de modelos de economía circular para racionalizar y reutilizar el agua, en especial los sectores agrícolas y ganaderos, que son unos de los sectores que generan más consumo, son algunas medidas que puedan ayudar a mitigar el problema, señala Bello.
Para Arroyo, existen “soluciones de urgencia”, tecnología que puede ayudar a reducir el consumo de agua, por parte de la agricultura, por parte de las poblaciones, reducir las fugas, las pérdidas de agua que se tienen en los sistemas de canalización y distribución del líquido, y que se han tomado en episodios drásticos.
Según Doria, además de las tecnologías actuales, también existe “una riqueza cultural enorme” que se ha perdido y se basa en las hidrotecnologías ancestrales que tienen conocimientos de hace varios años y se han abandonado. También enfatiza en la importancia de invertir y en la investigación, teniendo en cuenta que el mundo va cambiando muy rápidamente.
Para Arroyo, desde el ámbito público, se deben generar políticas hidrológicas adecuadas, que deben tener una visión a largo plazo -tres décadas o más- que permitan que el agua esté disponible para todos. Pero, además, “potenciar la educación” y manejar los incentivos económicos que afecten a una ciudadanía que tome conciencia del recurso hídrico.
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Los expertos también coinciden en que es vital tener un consumo responsable y consciente.
Andrea Devis Morales, doctora en Oceanografía y profesora de la Facultad de Ciencias Naturales de la Universidad del Rosario, explicó a la VOA que un consumo normal de una familia conformada por tres o cuatro personas “no debería superar los 15 metros cúbicos de agua. Eso equivale al baño de las personas, la cocina, el aseo”.
Pero, según la experta, en casos de racionamiento, una persona debería gastar máximo unos 30 litros de agua. Posiblemente, agregó, se podría hablar hasta de 100 litros de agua, pero no en una coyuntura de ahorro.
En ese sentido, dice que es necesario que cada persona conozca su consumo, pero en general, establezca medidas, como tomar duchas de máximo entre tres y cinco minutos, cepillarse los dientes con un vaso de agua y mantener cerrada la llave durante el proceso. Cerrar la llave del lavaplatos, mientras se enjabona la loza y demás utensilios de cocina y, al enjuagar, no abrir la llave al máximo, sino lo necesario.
Además, efectuar lavados de ropa entre uno y dos días a la semana, con el cupo del electrodoméstico al máximo. Revisar posibles escapes o fugas en el hogar y las empresas deben tener iniciativas que permita ahorrar el recurso.
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