Llegar al Parque Nacional Banff es entrar al mundo natural ideal, ese que queremos preservar eternamente. Girar en 360 grados para poder apreciarlo todo es insuficiente. Todo aquí parece irreal, alucinante.
Por donde se mire hay montañas gigantes, que pueden llegar a casi 4.000 metros de altura; millones de pinos, que enfilados forman colchones verdes enormes; cascadas, glaciares, cañones, lagos de aguas cristalinas o turquesas, osos, alces, renos, ríos fundidos en la gama de tonos azules. A veces, no se sabe para dónde mirar y, sobre todo, admirar.
Esta joya natural canadiense está ubicada a 128 kilómetros, o una hora y media en auto, de Calgary, la ciudad más representativa de la provincia canadiense de Alberta. Aunque los guías recomiendan hasta dos o tres días para conocer los lugares más emblemáticos, este lugar representa para un turista lo que para un pirata es el mar: una inmensidad, con cientos de tesoros naturales escondidos que hacen que se requieran meses para recorrer los 6.641 kilómetros cuadrados que abarca este parque.
Fue establecido en 1885 y hace parte del sistema de cordilleras montañosas situadas en el occidente de Norteamérica y de los Parques de las Montañas Rocosas Canadienses, que además de Banff, incluyen, los parques nacionales de Jasper, Yoho y Kootenay, declarados como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1984.
Entrar al Parque Nacional Banff tiene un costo de 15 dólares diarios. El recorrido se puede realizar según la ruta más cercana, los gustos y hasta según la época del año, puesto que no será igual permanecer contemplando los lagos o buscando osos en verano, que mantenerse en las montañas para esquiar en invierno.
Las paradas para tomar fotografías o simplemente contemplar el lugar son innumerables. Unas se pueden ver por la ruta que sigue el automóvil partiendo del pueblo turístico de Banff, que se encuentra dentro del parque. A otras se puede acceder caminando por robustos bosques y parajes, desde los estacionamientos.
¿Qué tal comenzar con un inolvidable amanecer? Los lagos Vermilion se encuentran en las inmediaciones de la ciudad. Se puede llegar allí en bicicleta o en auto y es un paraje para disfrutar ya sea de la salida del sol y del aire húmedo, frío -así sea en verano-, o de las ardillas jugando en los árboles alrededor del lago, los gansos flotando o de turistas practicando paddle boarding. Sí, al amanecer.
Y llegó la hora de andar… Uno de los caminos predilectos por los visitantes es la Carretera del valle del arco o Bow Valley Parkway, que conecta a Banff con el Parque Nacional Jasper, la otra joya canadiense, ubicada al norte de la montañas rocosas.
La primera parada es el famoso sendero del Cañón Johnston, ubicado a una media hora (25 km aproximadamente) del pueblo de Banff y formado por la erosión del agua del río Bow por millones de años. Es posible recorrerlo durante casi tres kilómetros, a través de un camino construido en hierro, y en el que acompaña el sonido del agua, que cada cierto tramo se deja ver lavando rocas de colores tierra y flora nativa. Justo en el primer kilómetro -si se arranca desde el estacionamiento-, se hallan las cascadas Lower y dos kilómetros más arriba, las Upper.
En invierno se debe tener cuidado porque se vuelve resbaladizo. Y, si hay más energía para seguir con la aventura, tres kilómetros arriba se encuentran los pozos The Inkpots, localizados en un valle por encima de Johnston Creek, desde donde emerge agua en el suelo que proviene de manantiales subterráneos, generando tonalidades azules y verdes.
Por este camino, casi a unos 30 kilómetros del cañón, también se puede visitar una de las postales más populares en el lugar: Morant’s Curve, un mirador que evoca una imagen sacada de un cuento, con el río Bow cambiando en tonalidades azul, verde y hasta blanco, según la estación del año, los pinos cubiertos de nieve en invierno o muy verdes en verano, y las montañas rocosas de Lake Louise de fondo. Y si se tiene suerte, el paso del tren completa una escena sacada de una película o de esas imágenes de las tarjetas que se regalan en Navidad.
Entre historia, belleza y lujo
La aldea de Lake Louise alberga uno de los lagos más emblemáticos del parque y que lleva el mismo nombre de la población, un lugar para disfrutar del efecto espejo que genera el agua color turquesa y el cual es ideal visitar al atardecer y en verano, pues las rocas se tornan naranjas replicando su belleza en las aguas cristalinas.
Muy cerca de él, está el Fairmont Chateau Lake Louise, un hotel de lujo construido por el ferrocarril del Pacífico de Canadá a principios del siglo XIX -junto al Banff Springs Hotel- para atraer turistas e incrementar el número de pasajeros. Desde allí, se puede ver el lago y el glaciar Victoria. Muy cerca se puede apreciar otra postal que quita el aliento, el lago Moraine, ubicado a 14 km del pueblo de Lake Louise y al que es posible llegar caminando o pagando un recorrido que permite conocer los dos lagos.
Lagos y glaciares irreales
La Icefields Parkway o Carretera de los Campos de hielo une las localidades de Lake Louise y Jasper y es considerada como una de las calzadas panorámicas más lindas del mundo porque, a través de sus 232 kilómetros de extensión, se presencian glaciares, lagos, cascadas y cañones. Así mismo, se debe tener precaución por la presencia de animales salvajes, aunque existen puentes naturales creados para permitir el paso de las especies y evitar generar contratiempos.
Una de las características más impresionantes de Canadá son los inmensos lagos que cruzan su territorio. En el Parque Nacional Banff, algunos no son muy grandes, pero su tamaño no pelea con su majestuosidad. Parecen lienzos, pintados a manos, con tonalidades agua marinas, verdosas y azules, rodeados de más montañas a las que se les puede buscar diferentes formas, así como se hace con las nubes en el cielo.
Por este camino, desde la aldea de Lake Louise, a poco más de una hora del poblado de Banff, se halla el lago Bow que comparte, con el Peyto y el Waterful, el color de sus aguas y la cercanía con los glaciares. Además es el más cercano al río que lleva su nombre.
Al llegar al segundo de ellos… ¡Wow! Es la palabra que todos repiten. El lago Peyto –que se puede ver desde un mirador, al que se llega caminando desde la carretera- es de origen glaciar y su color turquesa se genera gracias al proceso constante de la erosión y el agua que se desliza sobre la roca para caer finalmente al lago. Otro rasgo particular es su forma que algunos lo semejan a la cabeza de algún animal. ¿Perro, lobo?
Y el Waterfowl no se queda atrás. Rodeado por picos pintorescos que rodean el valle, es un lugar maravilloso para acampar, practicar kayak y caminar. La Carretera de los Campos de hielo recorre a lo largo de la parte inferior del lago y su hermoso color turquesa también se crea a partir de limo glacial proveniente del glaciar Peyto.
Por esta carretera también se llega al Campo de Hielo Columbia o Columbia Icefield -ubicado entre las provincias de Alberta y la Columbia Británica-, la masa de hielo más grande de las Montañas Rocosas de Canadá, la cual alimenta a otros glaciares, en sus 227 km², como el Athabasca, el Columbia y el Saskatchewan.
El primero de ellos es de los más antiguos, más grandes y asequibles de este territorio, teniendo en cuenta que fue descubierto en el año 1896, tiene una extensión de 6 km2 y es el más visitado en Norteamérica. Se puede contemplar desde la carretera o hacer una caminata de casi 20 minutos para verlo más de cerca. Tocarlo es lo más deseado, pero para ello se debe contar con guía especializado para evitar riesgos como resbalar por las rocas que permiten su acceso o dar un paso en falso en el hielo.
Esta visita resulta tan magnífica como abrumadora. Como otros de su naturaleza, ha ido muriendo gradualmente al perder casi cinco metros cada año. Una información que está plasmada en las placas colocadas en la superficie más seca de este glaciar. Actualmente, se observa tan solo el 40% de su tamaño original.
Más allá de Banff
Canmore está situado a unos 20 minutos del poblado de Banff y también es elegido por los turistas para hospedarse, puesto que es más cercano Calgary y también tiene sus atractivos, más allá de su tranquilidad y hospitalidad. Uno de ellos es el Kananaskis Country, un sistema de parques donde se suele acampar o esquiar, según la época del año, y entre los que se encuentra el Parque Provincial Bow Valley, ubicado en el extremo oriental de las Montañas Rocosas en el valle Bow, con un bello paisaje montañoso.
Muy cerca de Canmore y también dentro de este sistema de parque ‘duermen’ dos lagos que reposan sobre las montañas: los Grassi. Llegar allí puede tomar casi una hora a pie desde el estacionamiento, por una montaña empinada y un sendero boscoso, pero vale completamente la pena cada paso. Al principio se encuentra una cascada y un mirador de la ciudad; más adelante, escalones de madera llevan a los lagos poco profundos, de color verde, turquesa, aguamarina, y que deben su color azul gracias a la luz del sol que se refleja en estas partículas de limo, provenientes de los glaciares.
Los acantilados que rodean los lagos son los preferidos por los escaladores y, más arriba, cerca de la cima del cañón, se pueden encontrar pinturas rupestres con un periodo de existencia de más de 1.000 años.
Y si de completar la aventura se trata, al oeste de Banff, en la provincia de la Columbia Británica se despliega una de las cataratas más altas y robustas, incrustadas en las montañas del Parque Nacional Yoho: las Takakkaw, la segunda más alta de Canadá, con una altura total de 373 metros.
Desde el estacionamiento se puede ver su inmensidad, pero a medida que se recorre el camino para llegar a ella –por un sendero corto pavimentado, rodeado de pinos -, la energía va subiendo y los más osados se acercan a su base para percibir de frente sus aguas, sentir su fuerza y poderío, y escuchar su fuerte sonido, similar a un trueno. Fría, muy fría, pero la adrenalina no mide temperatura. Incluso, alguno escalan las rocas grandes fuera del sendero principal para acercarse aún más.
Para descansar de las caminatas largas, las poblaciones de Banff y Canmore ofrecen restaurantes, cafés y lugares para relajarse. En el primero de ellos, hay fuentes termales y naturales, Cave and Basin, y piscinas de aguas calientes en un balneario al aire libre: Upper Hotsprings.
Además de un teleférico que se eleva a una altura considerable y permite ver no solo una panorámica de la ciudad sino los inolvidables picos de las montañas rocosas canadienses. Cerca del río, se encuentra el hotel Fairmont Banff Springs, un lujoso complejo hotelero camuflado entre miles de pinos, que aloja a los huéspedes desde 1888, y es considerado el “Castillo en las Montañas Rocosas".
Lo dicho, todo como sacado de un cuento de fantasía, pintado en un lienzo completamente natural.
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