La tradición boliviana dice que el 1 de noviembre las almas de los difuntos bajan a la tierra para disfrutar de un altar instalado por sus familias con varios elementos que son característicos de esta celebración y que recuerdan cómo era la vida del que partió. Muchas de estas creencias tienen similitud con el Día de Muertos en México.
En mesas preparadas en honor de la persona fallecida, se coloca su fotografía, comida y bebida favoritos, panes especiales conocidos como “t’antawawas”, masitas, dulces, flores, agua y, por supuesto, un crucifijo, símbolo central de la religión católica.
Durante 24 horas, los familiares rezan y se reúnen alrededor de este altar. Al mediodía siguiente, despiden el alma de sus difuntos. Esta tradición es conocida como “Todos Santos”.
Uno de los elementos más populares es la t’antawawa, una palabra aimara que significa pan (tanta) y bebé o niño (wawa). Con días de anticipación, las panaderías locales las preparan para luego comercializarlas en ferias populares o atender pedidos específicos de las familias. Estos panes especiales tienen costos que van desde los 2 dólares hasta casi 50 o 100 dólares, de acuerdo al tamaño y las características.
“La t’antawawa la ponemos en representación del almita que hemos perdido, puede ser hombre o mujer, y depende de nuestro cariño, ponemos en el altar grande o pequeño, depende también de nuestro bolsillo”, explica a la Voz de América Leydi Zambrana, una vendedora que lleva más de 25 años elaborando estos panes.
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Según relata Gualdina Franco, otra productora local, también se elaboran panes con formas de pescado, escalera, cruz, luna, sol, paloma, llama, caballo, víbora,que son conocidos como misterios, y cada uno representa algo, por ejemplo, protección, guía, luz, para el recorrido del difunto en su visita a la tierra.
Estas tradiciones que se pasan de generación en generación, con el tiempo se están adaptando o cambiando, aunque las vendedoras reconocen que cada vez el interés se vuelca en otras festividades, como Halloween, porque les resulta más atractivo a los jóvenes.
Sin embargo, Gualdina cree que la esencia de esta fiesta debe ser divulgada. “A los hijos, a los nietos hay que contar cómo son nuestras tradiciones, no se puede perder”, dice.
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Dulce tradición de Todos Santos
Por sus colores y formas también llaman la atención los populares dulces de Todos Santos, que son elaborados de manera artesanal y exclusivamente para esta fecha.
La Voz de América visitó en Cochabamba a la familia Garnica, una de las más conocidas en esta tradición, con 50 años de experiencia elaborando desde las más simples hasta las más complejas figuras de dulces.
“A la gente le gusta mucho los dulces y por eso es que cada año siguen llevando, y todo tiene un significado. Por ejemplo, el canasto es para llevar fruta, los ángeles son para que le cuiden al difunto, la cruz es para que puedan representar que están acá en la tierra y la escalera para que suban al cielo”, explicó Felicidad Arcos, dueña de la Dulcería.
No hay límites para todo lo que puedan crear. Más allá de los elementos clásicos, reciben pedidos poco convencionales, como motocicletas, aviones, autos, todo lo que le gustaba el difunto. Hasta cosas un poco más extrañas, dice Larry Garnica: “Hay personas que nos han pedido cosas fantasiosas, como dinosaurios, tigres, lagartos, tortugas, de todo, pero nosotros estamos para complacer a las familias y los gustos que tenían sus seres queridos”.
Incluso, la muy popular abuela Coco de la película mexicana de Pixar fue una de las creaciones de la Dulcería Garnica.
En el mundo andino, la muerte se entiende como una transición a la vida eterna y, en torno a esta creencia, cada año las familias bolivianas se reúnen para, a pesar de todo, mantener viva la tradición.
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