Una bomba colocada en una motocicleta causó la muerte de un funcionario de seguridad afgano y por lo menos dos heridos en la ciudad de Kandahar, cerca de la población donde, el 11 de marzo, un soldado estadounidense presuntamente asesinó a 16 civiles, incluyendo nueve niños.
Nadie se ha atribuido responsabilidad por la explosión de este 14 de marzo, pero el Talibán ha prometido vengar los asesinatos.
Entre tanto, el secretario de Defensa de EE.UU., Leon Panetta, está en Afganistán para tratar de calmar la furia.
Panetta dijo a los periodistas, que la guerra es “un infierno” y que esa clase de hechos ocurren en todas las guerras. Agregó que probablemente no sea el último asesinato, pero que las fuerzas armadas estadounidenses harán todo lo posible por asegurarse que no ocurra de nuevo.
El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, dijo que su país toma el incidente tan seriamente como si se tratara del asesinato de sus propios ciudadanos. El mandatario indicó que el asesinato de civiles inocentes es indignante e inaceptable y que no representa lo que es Estados Unidos.