Antes de morir, Pedro I de Brasil – o Pedro IV de Portugal dependiendo en qué parte del Atlántico se esté– ordenó que su corazón fuera preservado y entregado a la ciudad de Oporto en reconocimiento a su lealtad hacia el monarca.
La urna de cristal que contiene el órgano está guardada con extremo celo desde hace más de 186 años en la iglesia de Nuestra Señora de Lapa de Oporto. En la rara ocasión que es abierta, se deben usar cinco llaves custodiadas por el Alcalde. Una para quitar la placa del monumento al pie del altar, dos más para abrir la rejilla detrás, otra para abrir la urna y la quinta para llegar al vaso de plata que guarda los restos dentro de una caja de madera.
Dentro del vaso de plata dorada con inscripción en latín se encuentra el recipiente de vidrio con el corazón, una reliquia casi sagrada para la ciudad de Oporto, que aceptó de forma inédita la petición de Brasil de exhibir el órgano como la pieza central de los festejos por el bicentenario de su independencia, el próximo 7 de septiembre. Lisboa había aceptado el pedido, pero dejó en manos de la ciudad la decisión final.
¿Quién fue Pedro y por qué su cuerpo ha viajado una y otra vez por el Atlántico como macabra pieza de exhibición cada vez que Brasil cumple grandes aniversarios de su separación de su antigua metrópoli?
El primer emperador de Brasil
Pedro I de Brasil y IV de Portugal nació el 12 de octubre de 1798. La cercanía de las tropas de Napoleón provocó la salida atropellada de su padre, Juan VI, y la familia real de Lisboa cuando Pedro tenía 9 años. La llegada de la corte a Brasil, entonces colonia portuguesa, fue todo un acontecimiento. Era la primera vez que un rey del Viejo Mundo ponía los pies en América.
El príncipe de la poderosa casa de Braganza creció en Río de Janeiro, adoptando rápidamente las costumbres de su nuevo país, con el que se sentía tan compenetrado que pronto se ganó el mote de Pedro el “brasileño”, explicó a la Voz de América Mateus Fiorentini, investigador y profesor de Historia, graduado en la Universidad Pontificia Católica de Sao Pablo.
Pedro era un excelente jinete y era conocido por participar en carreras de carruajes y frecuentar cantinas, sin que los ataques de epilepsia que lo acompañaron toda la vida pusieran freno a su afición por las emociones fuertes. También era considerado un compositor excepcional. Suya es la música del Himno de Independencia de Brasil.
Durante su adolescencia y juventud, Pedro comenzó a identificarse más con las ideas liberales y a alejarse de la corriente absolutista de su padre, quien lo alejó del poder lo más que pudo. Cuando Juan VI es presionado por las Cortes para regresar a Portugal tras la Revolución Liberal de Oporto en 1820, deja a Pedro como príncipe regente de Brasil.
Ya el país suramericano había dejado de ser oficialmente colonia en 1815 para pasar a tener estatus de reino. Cuando las Cortes amenazaron con regresar a Brasil a su antiguo estatus y despojarlo de su autogobierno, el 7 de septiembre de 1822 Pedro proclama la ruptura con Portugal y más tarde es coronado emperador de Brasil.
A diferencia de México, donde la monarquía duró solo dos años, el imperio brasileño se mantuvo hasta 1889.
Con su popularidad disminuida, Pedro I abdicó a favor de su hijo Pedro II y viajó de regreso a Portugal para defender el derecho al trono de su hija María. Fue coronado como Pedro IV, el Rey Soldado. Aunque era considerado un hombre saludable a pesar de su epilepsia, murió poco después de ganar la guerra contra su hermano Miguel. Pedro tenía solo 35 años.
La polémica “cultura mórbida” en torno a Pedro I
Esta no es la primera vez que Pedro I ha cruzado el Atlántico después de muerto. En 1972, en plena dictadura, el cuerpo del primer emperador brasileño fue trasladado desde el panteón de los Braganza en Lisboa hasta el gran monumento a la independencia ubicado en Sao Paulo, en el mismo sitio donde proclamara la “independencia o la muerte”.
Su regreso a Brasil coincidió con los 150 años de la ruptura con Portugal y fue politizado en favor del régimen militar de entonces.
“Esta es una movida clásica, el usar reliquias y restos en fechas importantes. Ese tipo de práctica nos remite a una visión de la historia que busca rescatar un pasado muerto”, dijo Fiorentini, quien recordó que Bolsonaro, “quien ahora buscar politizar nuevamente a la figura de Pedro I”, admira abiertamente a la dictadura.
El plan inicial del presidente Jair Bolsonaro era mostrar al corazón en una exhibición itinerante por el país. La fragilidad del corazón, preservado por más de 187 años en formol, cambió los planes de Bolsonaro, que busca la reelección en las presidenciales de octubre frente al expresidente Luiz Inácio Lula Da Silva.
Cada movimiento de la urna estará vigilado por el jefe de Policía de Oporto, quien viajó junto al corazón en el avión de la Fuerza Aérea de Brasil. A su llegada, el órgano fue recibido con honores de jefe de Estado por altos oficiales del Gobierno y luego bajo salvas de cañón por Bolsonaro en el Palacio del Planalto.
A pesar de las pompas, la llegada del corazón ha levantado polémica en Brasil. Prestigiosos académicos como Lilia Schwarcz, autora de aclamadas obras sobre Pedro I y la historia brasileña, califican de “payasada recibir el corazón como si fuese un dignatario". Schwarcz denunció la práctica de una “cultura mórbida” en torno a los héroes brasileños.
“Bolsonaro quiere manipular la historia y los símbolos nacionales para su proyecto”, insistió por su parte el profesor Fiorentini, quien además rechaza la idea de Pedro I como la única figura de la independencia y resalta que se debió gracias al desarrollo de un movimiento amplio que se venía gestando a nivel popular.
Según el historiador, poner el corazón de Pedro I en el centro de los festejos por el Bicentenario es desconocer la influencia del movimiento popular que “alcanzó la madurez política para entender por qué debía ser independiente”
“En su lugar lo estamos entendiendo como que somos un pueblo tutelado por un noble, un militar montado a caballo, hijo de una familia real, que nos salva. Como si los brasileños necesitáramos alguien que nos salve”, dijo.
El corazón del emperador brasileño será exhibido en el edificio de la Cancillería en Brasilia hasta el 5 de septiembre y luego de los festejos del 7, volverá a Oporto un día después.
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