Tras tender la mano al pueblo brasileño en el discurso emitido el viernes, la presidenta brasileña, Dilma Rousseff se reúne con diversos representantes políticos del país.
La presidenta brasileña Dilma Rousseff tendrá este lunes un encuentro con los gobernadores de los 27 estados que tiene Brasil y con todos los alcaldes de las capitales regionales donde se atenderán las medidas nacionales que la jefa de Estado anunció el viernes en el discurso emitido en emisora nacional en el país.
Muchos coinciden con que desde el principio, la presidenta brasileña se ha mostrado abierta al diálogo con a los manifestantes. Tras las protestas más multitudinarias, Rousseff se mostró humilde y aseguró “haber escuchado a las calles”.
La presidenta tendió la mano una segunda vez cuando viajó a Sao Paulo, ciudad donde se habían dado las manifestaciones más violentas y polémicas como respuesta a las subidas de tasas de transporte, para presionar al alcalde, Fernando Haddad, para que revocara la subida de tasas. Aunque tras la reunión este no cedió, al día siguiente el incremento de precio en el transporte se canceló.
En el discurso del viernes, Rousseff intentó mostrar una actitud dialogante con su pueblo donde aseguró que las manifestaciones eran energía política positiva para el país ya que podían ayudar a que Brasil creciera y mejorara.
La que fue guerrillera durante la dictadura militar brasileña, además de abrir la puerta a posibles conversaciones con los representantes de las organizaciones y de las asociaciones populares, propuso medidas nacionales donde se privilegiará el transporte colectivo, se dedicará el 100% de los recursos del petróleo a la educación y se traerán miles de médicos desde el extranjero para mejorar también los servicios médicos del país.
No obstante, dos de estas propuestas han sido repetidas por su ejecutivo durante meses, por lo que muchos han dicho que el discurso no aporta nada nuevo, y a pesar del tono esperanzador, hay dudas de que todas esas promesas se cumplan.
Por otro lado, Rousseff ha mostrado empatía con sus ciudadanos, cosa que no ha sucedido en las protestas de Turquía donde el Primer Ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, fue muy crítico y represivo con los manifestantes y no abrió ninguna puerta al diálogo entre manifestantes y gobiernos, ni derogó las medidas urbanísticas en el parque Gezi.
Muchos coinciden con que desde el principio, la presidenta brasileña se ha mostrado abierta al diálogo con a los manifestantes. Tras las protestas más multitudinarias, Rousseff se mostró humilde y aseguró “haber escuchado a las calles”.
La presidenta tendió la mano una segunda vez cuando viajó a Sao Paulo, ciudad donde se habían dado las manifestaciones más violentas y polémicas como respuesta a las subidas de tasas de transporte, para presionar al alcalde, Fernando Haddad, para que revocara la subida de tasas. Aunque tras la reunión este no cedió, al día siguiente el incremento de precio en el transporte se canceló.
En el discurso del viernes, Rousseff intentó mostrar una actitud dialogante con su pueblo donde aseguró que las manifestaciones eran energía política positiva para el país ya que podían ayudar a que Brasil creciera y mejorara.
La que fue guerrillera durante la dictadura militar brasileña, además de abrir la puerta a posibles conversaciones con los representantes de las organizaciones y de las asociaciones populares, propuso medidas nacionales donde se privilegiará el transporte colectivo, se dedicará el 100% de los recursos del petróleo a la educación y se traerán miles de médicos desde el extranjero para mejorar también los servicios médicos del país.
No obstante, dos de estas propuestas han sido repetidas por su ejecutivo durante meses, por lo que muchos han dicho que el discurso no aporta nada nuevo, y a pesar del tono esperanzador, hay dudas de que todas esas promesas se cumplan.
Por otro lado, Rousseff ha mostrado empatía con sus ciudadanos, cosa que no ha sucedido en las protestas de Turquía donde el Primer Ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, fue muy crítico y represivo con los manifestantes y no abrió ninguna puerta al diálogo entre manifestantes y gobiernos, ni derogó las medidas urbanísticas en el parque Gezi.