Elí tiene 15 años y recibe sus clases de secundaria en una mesa que sirve de comedor familiar y de escritorio. Apoya su teléfono en el respaldo de una botella de agua y con un lapicero en la mano apunta lo que la maestra le explica.
Esa no es la forma en la que Elí imaginó que recibiría clases desde el año pasado hasta mediados de 2021, pero desde que El Salvador cerró las escuelas para prevenir los contagios por COVID-19 la brecha digital dio un portazo real en la cara de miles de estudiantes del país centroamericano.
Era enero de 2020 cuando el Ministerio de Educación de El Salvador anunciaba el “feliz” regreso a clases de más un millón de estudiantes. Dos meses después cerraba las escuelas.
En esos primeros 21 días de cierre, paralelos a una cuarentena nacional, cada maestro, alumno y padre debió prepararse para lo que venía: un cierre de aulas al menos un año y la posibilidad de separarse de una vez del método tradicional de enseñanza y cambiarlo por el digital. Pero, ¿es eso posible en un país donde solo el 30% de la población total tiene acceso a internet?
María Linares, madre de Elí, relata a la Voz de América la preocupación que le evocó el cierre de las escuelas en 2020 y explicó cómo ha logrado desde entonces que su hijo se adapte a las clases virtuales.
“Él ha tenido muchas dificultades con el cambio, porque para empezar no tiene una computadora para recibir las clases y las ha estado recibiendo en un ‘telefonito’ que no le ayuda mucho. Eso sin tomar en cuenta que internet en esta zona es débil y no trabaja bien”.
El joven habita en Lourdes, un cantón del municipio de Colón, en el departamento de La Libertad. Allí la pobreza y la inseguridad se juntan: llegar a la casa de Elí implica atravesar caminos agrestes o llenos de baches. Las casas prefabricadas están pegadas unas a otras y son adquiridas a través del Fondo Social para la Vivienda, una institución gubernamental. La casa está en pago aún y los padres deben invertir además en una educación privada que le garantice un mínimo de seguridad.
“A duras penas se paga un colegio privado para que él no esté expuesto a muchos peligros al estar en una escuela pública. Eso no es que uno tenga dinero sino que uno lo está haciendo para protección de ellos. Ahora comprar una computadora es complicado. No hay posibilidades para comprar algo así y con el regreso a clases, si se hace bien, será un alivio”, explica Linares.
El Ministerio de Educación de El Salvador anunció la semana pasada que las clases en los centros públicos y privados se reanudarán bajo las modalidades semipresencial y opcional a partir del 6 de abril.
“Estamos hablando de un regreso a clases gradual, porque solamente las instituciones educativas que cuenten con un permiso podrán abrir”, explicó la ministra de Educación Carla Hananía de Varela.
El permiso se obtiene al concluir una capacitación de dos horas sobre las medidas para evitar el contagio de COVID-19 y además por las condiciones físicas de los centros escolares. Ese regreso, además, es opcional, porque aunque la escuela tenga la autorización para abrir, los padres son los que decidirán si lo ideal es que sus hijos asistan o no a las escuelas.
Él ha tenido muchas dificultades con el cambio, porque para empezar no tiene una computadora para recibir las clases y las ha estado recibiendo en un ‘telefonito’ que no le ayuda mucho. Eso sin tomar en cuenta que internet en esta zona es débil y no trabaja bien”.
María Linares, madre de Elí.
Elí habla ansioso. Espera que su escuela sí cumpla con las medidas de higiene y distanciamiento y así le otorguen el permiso de apertura, pues para él, ese retorno a clases, significa acabar con los problemas que surgen en la enseñanza virtual.
“A veces siento que no aprendo nada con las clases en línea. Antes, cuando eran presenciales, en dos meses aprendía dos o tres temas de matemáticas y los exámenes de ciencias los podía responder bien. Ahora no, ni siquiera veo los números en las clases. No puedo estudiar matemáticas desde el celular”, dijo.
El Ministerio de Educación ya cuenta con un ambicioso plan que pretende acabar con la brecha digital que afecta a los estudiantes de las escuelas públicas en El Salvador. Ha prometido dar a cada estudiante una computadora con internet y Google Classroom. Pero para aquellos que como Elí estudian en colegios privados no habrá computadora y adaptarse a las modalidades de la enseñanza virtual continuará siendo un sacrificio.
El salario mínimo en El Salvador es de 300 dólares mensuales, uno de los más bajos de Centroamérica junto al de Nicaragua. Los padres de Elí invierten 40 dólares mensuales de escolaridad más 25 de internet, por lo que dotarlo de herramientas como una computadora o internet de alta velocidad se vuelve imposible.
“No voy a decir que la virtualidad es lo mejor porque en El Salvador el tema de la brecha digital es latente. Por ejemplo en la universidad donde trabajo, que es privada, hallamos que el 60% de los estudiantes trabaja en computadora, pero no es ni siquiera propia, sino que la comparten con otros miembros de la familia. Y el 40% restante trabaja con teléfonos. Entonces, las condiciones se vuelven desiguales”, explica a la VOA Kevin Eduardo Salazar, docente investigador de la Universidad Dr. José Matías Delgado.
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Salazar cree factible un modelo de enseñanza híbrido y que además la educación virtual se refuerce con un plan de alfabetización digital para instituciones públicas y privadas.
“Aunque la brecha digital muestre desigualdad económica todos tenemos derecho al mismo acceso de información como lo establece la Constitución de El Salvador en el artículo 53, donde habla que la educación y la cultura es inherente a la persona”.
A veces siento que no aprendo nada con las clases en línea. Antes, cuando eran presenciales, en dos meses aprendía dos o tres temas de matemáticas y los exámenes de ciencias los podía responder bien. Ahora no, ni siquiera veo los números en las clases. No puedo estudiar matemáticas desde el celular”.
Elí, estudiante salvadoreño.
La otra cara del regreso a las aulas: la salud
“Volver a clases en El Salvador puede ser muy acertado si se cumplen ciertas medidas mínimas. O ser el peor error si el país tiene alto número de contagios y su capacidad de respuesta es limitada'', opina el médico intensivista radicado en Alemania Gonzalo Batres-Baires.
Agrega que para un retorno seguro a las aulas el país debe avanzar en la vacunación, intercalar grupos virtuales y presenciales, establecer normas de higiene y salud concretas como la ventilación de salones y evitar el regreso de niños con síntomas respiratorios. Además de asegurar pruebas de tamizaje.
En Guatemala se ha dispuesto que los estudiantes vuelvan a las aulas dependiendo del “semáforo de alertas” de cada municipio. Ante un alza de casos, menos posibilidades de retorno y si la curva de casos se mantiene estable los alumnos pueden regresar a las escuelas con medidas.
En Honduras aún no hay clases presenciales por el momento.
La realidad de los alumnos con bajos niveles socioeconómicos en El Salvador exige un retorno a clases presencial y seguro, pues algunos estudiantes no pueden avanzar sin las herramientas necesarias y, Celia de Rivas, quien es docente de escuela pública en El Salvador da cuenta de ello.
“Los niños tienen dificultades serias en la modalidad virtual. La señal es pobre y no hay formas de conectarse. Nosotros los docentes también la hemos pasado mal sin saber nada de la modalidad virtual”.
El debate en el país se ha centrado en si los estudiantes pueden o no adaptarse a los cambios y cómo transformar para siempre esa realidad desigual.