Dos proyectiles de balas que aún permanecen alojados en su cabeza le recuerdan a cada momento a Enoc Moisés López Alegría una fecha que jamás olvidará: el 20 de abril de 2018.
Ese día, López salió de su casa desafiando las advertencias de su madre, que le alertaba sobre la violencia con la que los estudiantes estaban siendo reprimidos por fuerzas antidisturbios por protestar en Nicaragua. Sus palabras no fueron en vano.
Enoc López era uno de los mejores estudiantes de la Universidad Autónoma de Nicaragua (UNAN, Managua), la misma que se rebeló al gobierno del presidente Daniel Ortega tras el estallido de la crisis sociopolítica de 2018.
El Gobierno sandinista calificó las protestas como un intento de golpe de Estado.
Inmiscuirse en la revuelta social lo cambió todo en cuestión de segundos. De ser un destacado estudiante, deportista y con” dotes de maestro”, pasó a ser un joven con recurrentes cuadros depresivos, sobre todo al ver que las balas lo dejaron con problemas motores que le impiden caminar con facilidad.
“Yo caí y me desconecté por segundos cuando los proyectiles cayeron en mi frente. Sentía brotar agua caliente de mi cabeza, lo que era sangre. El 20 de abril me destruyó y me reconstruyó. Hizo una nueva versión de mí. Tanto físicamente como espiritualmente”, cuenta Enoc a la Voz de América.
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Antes de las protestas, que empezaron el 18 de abril por unas reformas al seguro social, Enoc tenía la visión de estudiar un postgrado y obtener una maestría. Paralelamente seguir desempeñándose como un buen deportista y con ello mantener a su familia.
“Le decía a mi mamá: yo la voy a sacar de esta casa. Vas a vivir como una reina”, rememora. Tres años después del inicio de las manifestaciones, Enoc se siente frustrado por no haberlo podido lograr.
De hecho, se le ha dificultado volver a lo cotidiano. Sus estudios se pausaron y desde 2018 hasta la fecha no ha podido encontrar empleo.
“Hay temor de que alguna empresa privada me contrate para trabajar”, lamenta el joven opositor, quien considera que incluso varios amigos y miembros de la oposición prometieron darle estudio y no cumplieron.
Pero la frustración de Enoc por lo laboral no es lo único que lo agobia, sino que pueda morir sin ver justicia por su caso. “Ciertamente, y lo he pensado, tengo miedo de morir por mi mamá, porque sé cuánto sufre. Temo que otras personas lo vivan esto, que mueran, y no lo merece. Esta lucha sé que va a terminar, no sé si ahora, si el día de las elecciones, si llegaremos un acuerdo entre todas las partes de los Azul y Blanco, pero de lo único que tengo miedo es que no se haga justicia”, añade Enoc.
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Pedro José Gaitán López es otro manifestante que quedó con secuelas, tras las protestas antigubernamentales de Nicaragua. Una bomba lacrimógena lanzada por oficiales de la Policía Nacional hizo que perdiera un ojo, lo que afectó su capacidad entorno laboral y marcó su vida para siempre.
Gaitán, originario del barrio indígena de Monimbó, en Masaya, a unos 26 kilómetros al sur de Managua, salió de la mueblería donde trabajaba el mediodía del 19 de abril de 2018 y fue a ver a su familia, que a esa hora estaba “ahogándose” por las bombas lacrimógenas.
“Yo escuché una ráfaga y sentí el impacto en mi ojo. Los antimotines fueron”, relata Gaitán, quien tiempo después recibió una prótesis ocular gracias a una colecta en las redes sociales lanzada por Irela Iglesias, una administradora de empresas que apoyó a decenas de personas más.
Pedro aún no asimila la idea de tener una prótesis ocular. Comenta que en varios momentos se siente inseguro de sí mismo para poder ejercer sus labores cotidianas, pero también “hay algo relacionado a lo emocional”.
“Fue un cambio bastante radical en mi vida, fue algo bastante doloroso, y me hace falta esa parte de mí. A raíz de eso, donde estoy trabajando se me complicaron varias cosas. Ahora debo tener cuidado con la tierra, el polvo, pero no puede detenerme de trabajar, porque si no trabajo no como”, dice Gaitán, quien aún se desempeña como carpintero esporádicamente cuando aparecen trabajos.
“Sueño con tener un empleo fijo. Desde que me pasó esto se me ha hecho difícil encontrar un buen trabajo estable”, añade.
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Tanto Enoc López, como Pedro Gaitán han expresado su interés de poder encontrar una oportunidad laboral fija en el sector privado de Nicaragua para salir adelante en medio de su tragedia.
“Quisiera que la empresa privada nos tome en serio. Que el nuevo presidente del sector privado (Michael Heally) tome cartas en el asunto y diga: mira si quieres estudiar queremos apoyarte, aunque no solo se trata de algo económico, sino anímico. No solo a mí, sino a todos los chavalos que no han querido hablar por miedo”, comenta López.
Por el momento, Pedro Gaitán, en medio de su inseguridad por haber perdido un ojo, solamente pide una plaza laboral fija para sustentar a su hija, nacida antes del estallido social de abril de 2018.
Tras las protestas, que dejaron más de 300 muertos y decenas de personas lisiadas, el gobierno de Daniel Ortega ha intentado minimizar los hechos, catalogándolo como un supuesto “intento de golpe de estado”, algo que jóvenes como Enoc rechazan.
“Yo culpo a Daniel Ortega y Rosario Murillo, así como al Ejército de Nicaragua y la Policía Nacional de esta represión que aún continúa. Ojalá algún día pueda haber justicia”, concluye.
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