No hay límite a la imaginación y al talento, tampoco a la inversión. Se denominan “cholets” y son edificaciones extravagantes con figuras tridimensionales en la fachada, opulentos detalles en el interior y presupuestos que pueden llegar incluso al millón de dólares, según estimaciones del rubro.
Desde el año 2000, la ciudad boliviana de El Alto, a unos 4.150 metros sobre el nivel del mar, fue invadida por estas construcciones temáticas con curiosas formas, símbolos y colores que combinan elementos de la cultura andina con la modernidad.
“Cholet” es una combinación de dos palabras: chalet, de la voz francesa que se refiere a las viviendas unifamiliares de estilo montañés, y cholo, término empleado para identificar a personas de ascendencia indígena.
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Algunos "cholets" simplemente responden a aficiones de los dueños y no necesitan mayor explicación, como la máscara de Iron Man, los Transformes, Bumblebee, los Caballeros del Zodiaco, la Estatua de la Libertad.
Pero otros representan tradiciones, como un camión volvo símbolo de la historia de los dueños como transportistas o la afición musical de una familia simbolizada en una guitarra.
También están aquellos que surgen a partir de experiencias, como el supuesto avistamiento de objetos voladores no identificados que tuvieron el propietario de un cholet y su padre, que quedó plasmado como una representación de una nave en la cima de su edificio.
De la idea a la realidad
Uno de los cholets más nuevos es el “Crucero de los Andes” de Víctor Choque y su esposa, Domy Flores, quienes decidieron edificar este barco por el momento coyuntural que vivió Bolivia hace unos seis años, cuando buscaba la reivindicación en una disputa jurídica contra Chile por el acceso al mar.
“Queríamos agarrar un nicho de mercado que veíamos bastante llamativo, que es el tema de las bodas, queríamos darles la oportunidad a los novios de pensar que están en un crucero”, dice Choque, quien abrió las puertas de su cholet para un recorrido completo.
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La impresionante edificación de 11 pisos tiene un salón de eventos, gimnasio, restaurante y un hotel con tres niveles temáticos y representativos de la cultura andina. El primero está dedicado al Carnaval, con representaciones de máscaras y colores intensos. El segundo es una alegoría a la Alasita o fiesta de la miniatura, que tiene como personaje central al “Ekeko”, a quien se le pide abundancia. Y el tercero, un homenaje a Tiahuanaco, una ciudad arqueológica en la que destacan los monolitos y la Puerta del Sol.
Choque explica que pensaron en todos los detalles y fue una creación junto al arquitecto Fredy Mamani, uno de los iniciadores de este estilo de construcciones. La opulencia reflejada en el arte neoandino es una característica que comparten la mayoría de los cholets y le han dado un sello particular a la ciudad de El Alto.
Una puerta abierta al turismo
No todos los cholets se abren a visitas. En la mayoría de los casos se accede al salón de eventos, que está ubicado en la planta baja y está disponible para contrataciones. Pero eso es algo que Víctor Choque quiere cambiar porque considera que las características arquitectónicas están dadas para revalorizar la cultura y potenciar el turismo.
“Hemos decidido abrir las entrañas del edificio, que el visitante tenga la posibilidad de una vista privilegiada de la ciudad de El Alto. Además, a los turistas extranjeros les llama la atención nuestra cultura (…) Queremos mostrar al mundo lo que tenemos acá, a ratos miramos hacia afuera, pero tenemos mucho para explotar en Bolivia”, dijo Choque.
Sobre la inversión que hizo en el Crucero de los Andes, Choque prefiere no dar cifras por las “malinterpretaciones que pueda generar”, y se limita a decir que es producto del esfuerzo y que aún tienen deudas por pagar. Él se dedica a las importaciones y trabaja en el rubro del comercio junto a su esposa, y espera recuperar el costo de la obra potenciando el turismo con visitantes nacionales y extranjeros.
Los cholets también se han popularizado gracias a videos de tiktokers que tienen miles de visitas. Recientemente se habilitó un tour privado que ofrece el recorrido por varios de ellos y hay gran expectativa por uno en homenaje al astro argentino del fútbol Lionel Messi, que está planificado para abrir en los próximos meses.
No hay un registro exacto de cuántos cholets existen en El Alto porque están dispersos en varias zonas, aunque la Alcaldía anunció que prepara un catálogo.
Arte sin límites
Las esculturas gigantes de las fachadas son lo primero que llama la atención de los cholets. Cada una de ellas tiene desafíos artísticos específicos, según explica Ramiro Sirpa, un joven boliviano que se dedica desde hace varios años a crear estas obras. Es autodidacta y dice con orgullo que elaboró su propio método.
“Nunca fui a una escuela de Bellas Artes, mi arte no tiene un nombre, yo me he inventado, he creado un nuevo estilo, una nueva manera de hacer cosas, me he adaptado. Hay material aquí, realizo diferentes tipos de preparación, me gusta innovar”, dice Sirpa a la VOA.
Sirpa comenzó haciendo réplicas de personajes para su colección personal, luego expuso públicamente sus obras, llamando la atención de los inversionistas alteños para los cholets.
“No es fácil porque cada uno tiene su requerimiento y algo que me importa es que sea durable, que tenga calidad. Se hace por etapas", dijo.
El cholet que más le costó hacer fue la Estatua de la Libertad, dijo. "Tiene nueve metros, fue una de las primeras, pero la ingeniería era complicada, por el brazo y demás, aun así salió bien (…) La recompensa es verlo hecho y que el cliente esté satisfecho”.
Sirpa es muy cotizado y él cree que es porque esta tendencia está creciendo mucho. “Es un movimiento que no se detiene por ahora y una especie de competencia también, quién hace algo más llamativo, más novedoso, que sea viral”, añade.
Ahora trabaja en cuatro pedidos. El de mayor desafío es la réplica de la imagen del Cristo Redentor de Brasil que medirá 12 metros, un desafío que no dudó en aceptar.
¿Qué es el "camiri"?
Casas medianas, muy modestas y varias incluso sin terminar de concluir contrastan con estas gigantes infraestructuras en la urbe alteña.
El poder adquisitivo alrededor de este fenómeno es llamativo, y según explica a la VOA la antropóloga boliviana Valeria Peredo, esto puede explicarse con el concepto del "camiri".
“Es un término para hacer referencia a esta élite aimara globalizada que tiene contactos con China, que ha podido trazar unas buenas rutas comerciales y ha podido amasar una gran cantidad de capital, pero la particularidad es que mantienen sus tradiciones”, explicó.
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Peredo dice que estos inversionistas alteños apostaron por la ostentación en lugar de la industria porque ven también una forma de obtener un rédito económico y “es una nueva clase pudiente, pero que no se aleja de lo nuestro, de la cultura boliviana”.
En esta lógica, la apuesta por el turismo es acertada y no solo para los extranjeros, dice la experta, sino que los mismos habitantes de El Alto pueden disfrutar de espacios que antes no tenían.
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