Tenedores de plástico

Cada porción de Jumbo Slice es del mismo tamaño que una pizza mediana.

La cocina estadounidense gira en torno a un concepto clave: la comida precocinada.

La cocina estadounidense gira en torno a un concepto clave: la comida precocinada. La simplicidad reina en las cocinas donde sartenes, ollas a presión, batidoras, pucheros y cacerolas desaparecen para dejar paso a dos herramientas básicas: el microondas y la cafetera. Ningún americano puede sobrevivir sin ellas.

El mito del fast-food sigue reinando. La comida puede ser más o menos sofisticada, dependiendo de lo saludable que se quiera, pero siempre para llevar.

En Washington no hay un arte culinario autóctono, así que lo típico es probar la comida extranjera. Cada variedad está asociada a una ocasión, igual que cada barrio tiene su especialidad. Por ejemplo, una cena en el barrio de Adams Morgan implicaría elegir entre comida latina, o algo más exótico, probar la cocina etíope, que hay que comer con las manos.

Pero Adams Morgan es una de las zonas por donde salir a tomar algo por la noche, y cuando la fiesta se acaba, la tradición dicta ir a comer una porción de pizza de cinco dólares a Jumbo Slice. Y sólo una, porque cada porción es del mismo tamaño que una pizza mediana. Prueba de ello es que puedes elegir entre tres loscales de Jumbo Slice en una misma manzana, sin bajarte de la acera.

Los mexicanos monopolizan gran parte del mercado de la comida latina, donde los tacos compiten con las cajitas de noodles en Chinatown. Aunque también hay espacio para productos de gran reclamo por parte de las comunidades de inmigrantes de Uruguay y Argentina, para los cuales siempre se pueden encontrar las Empanadas de Julia.

Los españoles no se han quedado atrás. En concreto uno: José Adrés. Este chef asturiano dirige siete restaurantes en Washington, además de los dos que va a inaugurar a finales de año en Las Vegas, y otro más en Los Ángeles. Además dirige su propio programa de televisión Made in Spain.

Siempre que paso por Jaleo, su restaurante más conocido, en el centro de Washington, me pregunto dónde consigue el aceite de oliva, los tomates, o una lechuga que no parezca de plástico. Ir al supermercado a veces resulta frustrante, hasta las bases de las tartas vienen preparadas en el recipiente para meter al horno. Dudo mucho que los libros de recetas de la abuela sirvan para mucho más que decorar la librería.

Una recomendación: las magdalenas de calabaza (pumpkin cupcakes) de Georgetown.