Un desfile militar en Corea del Norte y conversaciones sobre un posible ataque militar de Estados Unidos proyecta una ominosa sombra sobre los esfuerzos diplomáticos de Corea del Sur para extender una tregua olímpica.
Al negociar la participación de Corea del Norte en los Juegos Olímpicos de invierno en PyeongChang que comienzan la semana próxima en su país, el presidente surcoreano Moon Jae-in parece haber logrado una pausa en las pruebas nucleares y de misiles de Pyongyang, una postergación en los ejercicios militares conjuntos de EE.UU. y Corea del Sur y haber abierto una ventana de oportunidades en busca de una solución pacífica a la crisis nuclear en la península coreana.
Más allá de las olimpíadas, sin embargo, las perspectivas de una paz son desalentadoras. Las concesiones de Corea del Norte para acordar eventualmente renunciar a sus armas nucleares y la posibilidad de que EE.UU. deje en suspenso los ejercicios militares conjuntos probablemente requiera expandir las conversaciones inter coreanas hacia negociaciones internacionales de desnuclearización.
Pero ni Pyongyang ni Washington han indicado ninguna disposición a un compromiso.
El líder norcoreano Kim Jong Un rehusó discutir la detención de su programa de armas nucleares, que Pyongyang insiste es necesario para defenderse contra una posible invasión de Estados Unidos y sus aliados en Asia.
Para enfatizar su desafiante posición contra la presión internacional, Corea del Norte tiene previsto realizar un masivo desfile militar el jueves próximo, el día antes de la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos.
El Departamento de Estado de EE.UU. ha objetado el desfile militar, pero esta semana el subsecretario de Estado Steve Goldstein restó importancia a la probabilidad de que interrumpiera las olimpiadas diciendo que: “Tenemos la esperanza y sé que es la esperanza de Corea del Sur, que los norcoreanos… se unan a todas las naciones del mundo en celebrar a los atletas”.