Tener una vacuna contra COVID-19 lista para enero es un objetivo difícil, pero una de las máximas autoridades de salud de Estados Unidos se está preparando para un vasto experimento que determine pronto si alguna es efectiva.
Al menos cuatro o cinco posibles vacunas “se ven prometedoras” en pruebas de laboratorio y una o dos estarán listas para pruebas a gran escala en julio, con otras dos a seguir, dijo a The Associated Press el director de los Institutos Nacionales de la Salud (NIH por sus siglas en inglés), Francis Collins.
“El mayor reto ahora es una prueba grande y todo el mundo está listo. Y queremos asegurarnos de que suceda de forma coordinada”, dijo Collins en una entrevista jueves por la noche.
Los NIH, en colaboración con algunas de las compañías farmacéuticas mayores del mundo, está creando un plan rector que los productores de vacunas puedan seguir. Separadamente, el gobierno del presidente Donald Trump está trabajando en cómo producir vacunas ahora, una apuesta riesgosa antes de que nadie sepa cuál será efectiva. El objetivo es tener 300 millones de dosis disponibles para distribuir en el país para enero.
Collins dijo que se trata de un “plan muy atrevido” y se siente optimista de que la ciencia pueda ayudar a acelerar el proceso, pero añadió: “Si podemos tener esta vacuna un día antes, eso va a ser importante para todos”.
Pese a todo el énfasis en la velocidad, Collins resaltó: “no vamos a omitir procedimientos” sobre seguridad y los científicos examinarán cuidadosamente efectos secundarios.
En el mundo ya hay más de una decena de vacunas en las primeras etapas de prueba o a punto de comenzar estudios pequeños de seguridad en personas para detectar problemas y si las inyecciones fortalecen el sistema inmunológico. Entre las que más atención generan está una creada por los NIH y Moderna Inc. y otra creada por la Universidad de Oxford.
Las pruebas actuales “se ven muy bien”, dijo Collins. “Pero hasta que la pruebes en el mundo real no sabes con certeza. Uno no puede saltarse esa parte realmente difícil de probar esto en miles y miles de personas”.
Una de las preguntas claves es cómo aquellos con alto riesgo de contagiarse de COVID-19 —como los ancianos y las personas con padecimientos crónicos— responderán a las inyecciones.