La boxeadora más galardonada de Costa Rica, Hanna Gabriels, es muy crítica con los actos xenofóbicos que padecen algunos refugiados en su país. "Son prejuicios", dice y recuerda que en una ocasión realizó una colecta para un grupo de personas que estaban en condiciones de vulnerabilidad y luego recibió mensajes con tintes de discriminación.
"Recuerdo cuando una vez estábamos ayudando a una familia, unas personas se expresaron muy feo. Les dijeron que para qué les levantábamos la vida, que esa gente lo que debería hacer es trabajar. De maneras muy terribles, la gente no piensa cuando está detrás del teléfono y de la computadora".
Dentro de las ofensas que más la marcaron recalca una. "Me dijeron 'a esa gente lo que hay que regalarles es métodos anticonceptivos; hay que ponerlos a trabajar para que no sean vagabundos'".
Pero eso no la detiene en su objetivo de crear conciencia y ayudar en las causas sociales. "Realmente uno se da cuenta de la falta de empatía que hay y recuerdo haberle dicho a una persona que se expresó tan feo lo siguiente: —Ojalá le toque huir de su país y toparse con gente como usted, para que vea la gran bendición y la gran dicha que es toparse con gente como yo".
Hanna Gabriels, es campeona mundial de peso pesado y semi-pesado de la Asociación Mundial de Boxeo y Consejo Mundial de Boxeo, y desde hace unos cuatro años empezó a trabajar como colaboradora de alto perfil de ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados.
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Gabriels asegura que desde su plataforma como campeona mundial le permite "un montón de acceso a las personas" y con el ACNUR colabora en las actividades en que ellos consideren que es apta.
"En esas diversas actividades que ACNUR tiene coordinadas yo asisto, les ayudo con el tema de comunicación y, principalmente, de que todas las cosas negativas que podamos ver en otras personas de otros países son las mismas que nos vamos a encontrar en nuestro propio país, sólo que a veces tendemos a ponerle nombre y color y nacionalidad".
En julio del 2019, Hanna dedicó la defensa de su campeonato mundial a las personas refugiadas en Costa Rica. Posteriormente hizo una declaratoria en donde hizo un llamado a unirse a la lucha contra la xenofobia.
“Cada pelea ha sido difícil, pero la más difícil no ha sido en un ring, sino en las calles y contra la indiferencia. Muchas personas han sido forzadas a dejar sus países para salvar su vida y han encontrado refugio en nuestro país. Sin embargo, ellos también han sido golpeados por la indiferencia", dijo entonces.
Empresaria y entrenadora
Gabriels, de 40 años, y de nacionalidad costarricense, también es instructora en autodefensa de niñas y mujeres en un gimnasio que tiene en San José, donde dedica buena parte de su tiempo a atender a sus clientes.
Desde sus cinco años comenzó su vida como atleta, según rememora. Ha visitado Nicaragua, donde tiene grandes amigos. Dice que ese país la ha marcado porque ahí se convirtió en campeona mundial en 2009.
"En mi país ni siquiera en ese entonces se apoyaba tanto el boxeo y fui la primera campeona mundial de Costa Rica, pero me convertí en campeona en Nicaragua. Es un país que amo mucho por la forma en que siempre me han recibido. Ha sido siempre recíproco. Yo no comprendo a la gente que lo ve de otra forma", asegura.
Ahora ella ve con asombro el hecho de que hayan miles de nicaragüenses que buscan refugio en su país. Ella recuerda ese episodio cuando fue campeona y asegura que los "empodera" para que salgan adelante.
"Yo siempre he dicho que son países hermanos (Nicaragua y Costa Rica). Además yo disfruto mucho compartir con la gente".
Según datos del ACNUR, Costa Rica tuvo al menos 129.500 nuevas solicitudes de refugio, la mayoría de personas provenientes de Nicaragua.
En ese sentido, Hanna dice que los retos continúan por la xenofobia en Costa Rica "Realmente creo que, principalmente, nos tenemos que deshacer primero de la doble moral de creer que porque tenemos una nacionalidad nos volvemos dueños exclusivos de un lugar, de lo que sea. Somos ciudadanos del mundo. Deberíamos poder, con libertad, movernos de un lugar a otro, conocer personas, darnos la oportunidad de brindar y recibir lo mejor de cada uno", dice Hanna.
"En un mundo ideal, esto sería así. Necesitamos un poco más de empatía que, a veces, sólo se consigue viviendo las cosas duras", concluye.
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