Si la ex secretaria de Estado decide postularse a las presidenciales de 2016 y gana la nominación sería la primera vez en años que el vicepresidente no es el próximo candidato.
Aunque aún es muy pronto para asegurarlo, recientes encuestas dan pábulo a las expectativas de que la ex primera dama y ex secretaria de Estado Hillary Clinton podría ser la candidata ideal por el Partido Demócrata para las elecciones presidenciales de 2016.
Las especulaciones sobre su regreso por la puerta grande a la política ponen a los demócratas en una especial disyuntiva, porque dejan de lado a quien por fuerza de la costumbre estaría llamado a ser el próximo candidato: el vicepresidente Joe Biden.
La historia reciente muestra que ningún segundo al mando en la Casa Blanca sin ostensibles manchas en su trayectoria, llegado el momento, dejó de ser el candidato presidencial nominado por su partido, desde Richard Nixon en 1960 hasta Al Gore en el 2000.
De hecho, tal vez como sutil recordatorio de que podrìa seguir la tradición y meterse en la contienda, el vicepresidente Biden ha estado dando pasos que no escapan a la atenta mirada de los expertos y a principios de año visitó Carolina del Norte, estado donde se perfila una importante primaria del partido en el sur del país.
También tiene previsto recaudar dinero para el gobernador de New Hampshire, donde por norma arrancan las primarias electorales en EE.UU., y hará lo mismo el mes próximo para el senador demócrata Tom Harkin en Iowa, estado donde los aspirantes se enfrentan cada cuatro años las primeras juntas de partido (caucus).
Pero si en definitiva decide lanzarse a la contienda, Biden encara un desafío poco usual, el de una potencial candidata que aun sin postularse ya le saca abrumadora ventaja entre los demócratas, a juzgar por varias encuestas: 61,3 frente a 12,4 por ciento (The Huffintong Post), y 63 frente a 12 por ciento (Rasmussen Reports).
El sitio en Internet Real Clear Politics le atribuye a Clinton una delantera de 51 puntos porcentuales por encima de Biden. Y no es raro, porque en materia de novedades para una mujer ya estuvo cerca de ser nominada para la presidencia, y tras ser primera dama ganó un escaño senatorial por el estado de Nueva York.
Cuando se retiró de la vida pública en febrero pasado con una simparía abrumadora entre los estadounidenses (70 por ciento), se negó a confirmar si albergaba aspiraciones presidenciales para los comicios de 2016 pero tampoco rechazó de plano que vaya a intentarlo por segunda vez.
En adición a su abultado expediente de popularidad, primero adquirido en Washington desde 1993 y luego en Nueva York desde 2001, durante cuatro años como secretaria de Estado Clinton acumuló gran experiencia en política exterior y cultivó importantes relaciones en el extranjero, lo que a criterio de algunos analistas la hace una mejor candidata.
No es por casualidad que, como contendiente, Clinton sea el único potencial adversario que acapara la atención de los republicanos. Al menos hay tres comités de acción política que buscan torpedear su eventual candidatura y el lto mando de ese partido le ha declarado la guerra a las cadenas de tv NBC y CNN por la prevista difusión de un documental y una miniserie sobre la ex secretaria de Estado.
Las especulaciones sobre su regreso por la puerta grande a la política ponen a los demócratas en una especial disyuntiva, porque dejan de lado a quien por fuerza de la costumbre estaría llamado a ser el próximo candidato: el vicepresidente Joe Biden.
La historia reciente muestra que ningún segundo al mando en la Casa Blanca sin ostensibles manchas en su trayectoria, llegado el momento, dejó de ser el candidato presidencial nominado por su partido, desde Richard Nixon en 1960 hasta Al Gore en el 2000.
De hecho, tal vez como sutil recordatorio de que podrìa seguir la tradición y meterse en la contienda, el vicepresidente Biden ha estado dando pasos que no escapan a la atenta mirada de los expertos y a principios de año visitó Carolina del Norte, estado donde se perfila una importante primaria del partido en el sur del país.
También tiene previsto recaudar dinero para el gobernador de New Hampshire, donde por norma arrancan las primarias electorales en EE.UU., y hará lo mismo el mes próximo para el senador demócrata Tom Harkin en Iowa, estado donde los aspirantes se enfrentan cada cuatro años las primeras juntas de partido (caucus).
Pero si en definitiva decide lanzarse a la contienda, Biden encara un desafío poco usual, el de una potencial candidata que aun sin postularse ya le saca abrumadora ventaja entre los demócratas, a juzgar por varias encuestas: 61,3 frente a 12,4 por ciento (The Huffintong Post), y 63 frente a 12 por ciento (Rasmussen Reports).
El sitio en Internet Real Clear Politics le atribuye a Clinton una delantera de 51 puntos porcentuales por encima de Biden. Y no es raro, porque en materia de novedades para una mujer ya estuvo cerca de ser nominada para la presidencia, y tras ser primera dama ganó un escaño senatorial por el estado de Nueva York.
Cuando se retiró de la vida pública en febrero pasado con una simparía abrumadora entre los estadounidenses (70 por ciento), se negó a confirmar si albergaba aspiraciones presidenciales para los comicios de 2016 pero tampoco rechazó de plano que vaya a intentarlo por segunda vez.
En adición a su abultado expediente de popularidad, primero adquirido en Washington desde 1993 y luego en Nueva York desde 2001, durante cuatro años como secretaria de Estado Clinton acumuló gran experiencia en política exterior y cultivó importantes relaciones en el extranjero, lo que a criterio de algunos analistas la hace una mejor candidata.
No es por casualidad que, como contendiente, Clinton sea el único potencial adversario que acapara la atención de los republicanos. Al menos hay tres comités de acción política que buscan torpedear su eventual candidatura y el lto mando de ese partido le ha declarado la guerra a las cadenas de tv NBC y CNN por la prevista difusión de un documental y una miniserie sobre la ex secretaria de Estado.