Entre ellos está la comunidad venezolana que ya supera el medio millón de habitantes en territorio estadounidense, hacia donde cada vez más ancianos hacen las maletas buscando reunirse con sus familiares al otro lado del Caribe.
¿Pero qué opciones tienen para entrar y establecerse en Estados Unidos?
Según Gunther Sanabria, abogado en inmigración, “existen opciones legales para los ancianos. Vienen y aplican por asilo. Por ejemplo, en la frontera no los están deteniendo, no los están dejando dentro de las prisiones de inmigración. Entonces, por ahí hay cierta ayuda por su condición médica, presión alta, enfermedades, no, que todavía las están aceptando”.
Sin embargo, el camino a seguir, una vez en suelo estadounidense no estaría exento de obstáculos. Y es que, según la ley de carga pública, los migrantes que busquen conseguir un ajuste de estatus, ya sea para obtener una tarjeta de residencia o incluso una ciudadanía, deben demostrar ante el gobierno que no son una carga para el país. Un proceso engorroso que, según abogados de inmigración, tiene sus excepciones.
“Si usted está dentro de un asilo o DACA o TPS, existen ayudas financieras que no lo perjudican, no lo ponen en peligro. Entonces, la definición de carga pública se ha reducido muchísimo a personas que están aplicando, por ejemplo, a beneficios que solo, solamente son para ciudadanos”, asegura Sanabria.
De acuerdo con la Oficina de análisis económico y asuntos sociales de Naciones Unidas, solo en 2020 se registró la movilización de más de un millón 120.000 personas mayores de 65 años provenientes de los países de América Latina y el Caribe. Aseguran los expertos, que entre los servicios más inmediatos que requieren estos ciudadanos está el derecho a la asistencia médica.
De acuerdo con abogados como Gunther Sanabria, “en los Estados Unidos un hospital no le puede negar a una persona asistencia médica por su estatus legal y eso es muy claro en todos los hospitales y clínicas. Aparte de eso, algunas ciudades, por ejemplo, Washington D.C. le permite sacar seguro médico a todos sus residentes después de cierto tiempo”.
Pero más allá de su estatus legal y adaptación al país, hay otra área que, muchas veces, queda invisible: la salud mental de los adultos mayores. Psicólogos alertan de las dificultades que enfrentan estas personas una vez aterrizan en su nuevo hogar. La readaptación con los miembros de sus familias, aseguran, pueden jugar un factor psicológico importante.
“Claro, puede ser sumamente difícil porque igual viene con muchas ganas de estar de nuevo con sus hijos, estar aquí. Pero se pueden deprimir al estar tanto tiempo solos, por ejemplo, o no ser parte de las rutinas”, advierte la psicóloga clínica Gabriela Romo en entrevista con la Voz de América.
Comenta esta especialista que a los problemas naturales de adaptación a una nueva forma de vida que implica el desarraigo de lo que conocen y a lo que están acostumbrados, estaría la barrera idiomática y la brecha generacional entre abuelos y nietos.
“Yo he visto que hay nietos que ya ni siquiera hablan el idioma de los abuelos, lo cual entonces quiere decir que no hay comunicación. O sea, y posiblemente lo entiendan, pero no lo pueden hablar bien. No, que eso también sucede mucho. Entonces ahí se rompe, ¿no? Ese vínculo de los abuelos, que en nuestra cultura han tenido un rol importante, de hecho, en la crianza, no de los hijos, de los nietos”, asegura Romo.
A pesar de la gran población de venezolanos en Miami, según la oficina del censo, Nueva York y los Ángeles son las ciudades del país con mayor número de hispanos, lugares que se han convertido en un refugio para los adultos mayores inmigrantes de América Latina en el que pueden sentirse un poco más seguros, al menos por poder seguir usando el español.
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