En el corazón de Quito, capital de Ecuador, una estrecha calle alberga la destreza y la alegría de Martha Pacheco, conocida como "la hojalatera de La Ronda". Su taller, Hojalatería Silva, es un rincón tradicional que ha atraído a turistas de todas partes.
Muchos se despiden del lugar cautivados por la maestría de Martha y su capacidad para transmitir la esencia de su oficio a generaciones más jóvenes.
Michelle Chango, estudiante de Turismo en la Universidad Central del Ecuador, guía a un grupo de turistas, entre ellos familiares y amigos, por esta experiencia única.
Chango, quien está a punto de concluir sus estudios, eligió incluir paradas en lugares como Hojalatería Silva para destacar trabajos tradicionales y brindar a los turistas una visión auténtica de la cultura local.
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Esta mujer es la tercera generación en este negocio familiar que comenzó hace más de 75 años. Ella se autodenomina "la hojalatera de La Ronda".
Y es que a pesar de las objeciones de su madre, quien consideraba el oficio inapropiado para mujeres, esta ecuatoriana perseveró para aprender todos los secretos de la hojalatería de la mano de su padre. Con firmeza y dedicación, se convirtió en una maestra del arte de dar forma a la lata.
Durante el recorrido por su taller, Martha Pacheco comparte anécdotas que revelan la importancia de su oficio en la comunidad. Recuerda cómo los policías de la ciudad solían acudir a su padre en busca de ayuda cuando olvidaban sus silbatos, reconociendo así la destreza única de la familia Pacheco en este antiguo arte.
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La visita incluye una experiencia práctica, donde los visitantes, jóvenes y adultos por igual, se sumergen en el mundo de la hojalatería. Martha distribuye dos pedazos de lata a cada participante. Con entusiasmo, enseña términos específicos del oficio, como "el abrazo de la lata", por ejemplo, es uno de ellos.
Los niños, especialmente, se entregan a la emoción de aprender un antiguo oficio, mientras los padres enfrentan el reto con una sonrisa y menos aciertos de sus pequeños. Los gritos no se hacen esperar cuando de las latas el sonido se hace presente. Unos saltan y otros no salen de su asombro ante tal logro.
Tatiana Toa, de visita en la hojalatería de Martha, comparte su entusiasmo: "Me encantó, fue uno de los mejores recorridos que he visto. No sabía que con dos pedazos de lata podía hacer un silbato".
El taller de Martha no solo proporciona conocimientos prácticos, sino que también despierta la nostalgia en los adultos, como Rocío Criollo, quien recuerda juegos de la infancia: "Nuestras mamás nos compraban esto. Jugábamos a la ‘comidita’. Tantas cosas lindas que se han ido perdiendo".
Martha va más allá de la enseñanza del oficio. Con carisma y paciencia, explica la importancia de su labor y su impacto en la comunidad. Armando Chago, otro visitante, reflexiona: "La verdad es que siempre se ha visto estos talleres como algo insignificante, pero llegar y ver el amor que ellos tienen por su profesión es algo distinto a lo que uno piensa".
Martha no solo comparte su habilidad con los visitantes, sino que también ofrece pequeños recuerdos elaborados por sus propias manos como parte de un sorteo al final del recorrido. Para los que deciden hacer algunas compras, ella les da la "yapa" (palabra kichwa), es un extra que encanta a los compradores y refleja la generosidad de Martha.
Las mujeres en la base del hogar
Pero detrás de la destreza en el oficio de la hojalatería, Martha tiene una historia personal de valentía y dedicación. Sus padres inicialmente se opusieron a que aprendiera este oficio, pero aceptaron con la condición de que también siguiera una carrera universitaria. Martha eligió leyes, pero su pasión por la hojalatería y su deseo de alegrar a niños y abuelitas la llevaron por otro camino.
"Las mujeres somos la base del hogar", dijo, al tiempo que destacó cómo su arte no solo ha moldeado la lata, sino también su vida y la de sus seres queridos. A través de este antiguo oficio, Martha cuenta que ha sido el sustento para criar a sus dos hijos. También le ha permitido - cuenta - apoyar a sus padres y ha encontrado una forma de prosperar en su taller.
Este oficio, que ha llevado junto al reto de criar a una hija con síndrome de Down, es visto por Martha como “un regalo adicional” que le ha brindado una perspectiva única sobre el amor y la vida. A su vez - afirma - ha sido un espacio en su lucha por derechos y espacios para su hija y otras personas que como ella son invisibilizadas por la sociedad.
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A su vez, Martha Pacheco quiere dejar un legado a las nuevas generaciones sobre el respeto y preservación de la raíces como nación.
"Yo me enfoco mucho a los niños", dijo a la VOA, en referencia a la enseñanza que quiere dejar a las próximas generaciones. "Pueden haber maravillas en el exterior, pero la raíz ecuatoriana, la raíz latina es algo que nunca se debe perder", concluyó.
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