El dolor de sepultar los hijos

Será una semana de funerales en el pueblo de Newrtown. La tristeza es inmensa y el dolor infinito.

En Newtown, lugar de la noticia más triste del 2012, sepultan a los niños de rostros angelicales y de sonrisas amorosas.
“Newtown es el lugar más triste de la Tierra”, exclamó una mujer vecina de la pequeña localidad lugar de la masacre más atroz en las últimas décadas en Estados Unidos.

Este lunes fueron los funerales de Noah Pozner y Jack Pinto, ambos de 6 años, en Newtown y Fairfield, un pueblo vecino. A lo largo de la semana seguirá el desfile de carros fúnebres y ceremonias religiosas en memoria de las víctimas.

La lluvia en Newtown ha sido la constante durante el día, como lo han sido los llantos de hombres y mujeres que se despiden de sus hijos hasta siempre.

La sala de velación de Jack Pinto, de seis años, se vio llena de 20 niños miembros del club de lucha, del que también era miembro el infante masacrado.

Fue doloroso y a la vez emocionante cuando estos pequeños dejaron sobre el féretro las medallas que ganaron en diferentes competencias.

"La ceremonia fue triste, muy emotiva", según Gwendolyn Glover, pastor de Chester, en el estado vecino de Nueva York.

Además, Pinto, un fanático del jugador de fútbol americano, Víctor Cruz, de los Gigantes de Nueva York, recibió un homenaje del deportista. Este domingo, en una de sus botas, marcó “Jack Pinto, mi héroe”.

Los muñecos de peluche se han convertido en un símbolo de la tragedia. Están en los altares de las salas de velación, en los improvisados homenajes en las carreteras y parques y en las manos de pequeñas sobrevivientes que en medio de la angustia de sus padres, aún no entienden qué ha pasado.

Las fotos de los masacrados acompañan los féretros. Son dulces imágenes de niños y niñas de enormes ojos azules con la inocencia a flor de piel.

En el resto de la semana, al menos, 11 funerales más desfilarán por las calles húmedas y frías, no solo por la época del año, sino por la amarga tristeza que se ve en los rostros de los habitantes de un pueblo que no volverá a tener la calma por la cual era famoso.

No hay palabras para describir el dolor de un padre y de una madre dejando en el cementerio a su pequeño hijo, a su ángel, muerto en una absurda balacera en la escuela.