Con las elecciones presidenciales de Estados Unidos a solo dos semanas, los científicos políticos y los expertos en leyes electorales están barajando una serie de escenarios que podrían presentarse el día de la elección y en las semanas posteriores.
Las posibilidades varían entre una clara victoria del presidente Donald Trump o su rival demócrata Joe Biden, y una batalla legal que prolongue el resultado hasta enero, cuando un nuevo Congreso certificaría quién ganó la elección.
Los expertos dicen que determinar el resultado de esta elección en particular es algo tenso debido a un nivel sin precedentes de boletas ausentes provocado por la pandemia de coronavirus.
Las variaciones en las leyes de algunos estados sobre cómo y cuándo contar las boletas ausentes implica que un conteo final podría tardar días o semanas.
En lo que definió como un “escenario de pesadilla”, el académico político William Galston, de Brookings Institution, una entidad sin fines de lucro, dice que una elección reñida en la que el resultado quede en duda “(lanzaría) al país hacia un caos bajo circunstancias extremadamente adversas”.
Trump ha dejado entrever repetidamente la posibilidad de que el uso masivo de votos por correo terminaría en un resultado electoral fraudulento y también se ha negado a comprometerse por adelantado a una transición pacífica de poder si perdiera.
Biden ha dicho que aceptará el resultado de la elección siempre y cuando el conteo haya sido justo.
Debido al potencial de inquietud que podría desatar una elección reñida, el mejor escenario sería un resultado cierto o casi cierto en la noche electoral, lo que no deja de ser una posibilidad real. Sin embargo, la naturaleza del sistema estadounidense para elegir a un presidente deja la puerta abierta a múltiples resultados diferentes.
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Biden, el retador demócrata, actualmente disfruta de una ventaja de 9-10 puntos en las encuestas de intención de voto, pero la presidencia no se adjudica por el total general de votos.
Las elecciones presidenciales en Estados Unidos se deciden por un complejo sistema de dos pasos en que a los votos a nivel estatal sigue una segunda votación en un cuerpo llamado Colegio Electoral.
Cada estado tiene un número específico de “electores” basado en la población, y una lista de electores que respalden al ganador del voto popular en cada estado se certifica una vez que los votos se hayan contado. (En dos estados, Maine y Nebraska, es posible dividir los votos electorales entre los candidatos.)
Una revisión de los estados individuales sugiere que a pesar de ir detrás en las encuestas nacionales, Trump podría ganar la elección con una minoría del voto popular, como hizo en 2016, con un triunfo en el Colegio Electoral.
El Colegio Electoral se reúne el 14 de diciembre para la votación que determina oficialmente quién será el próximo presidente. Un candidato tiene que acumular 270 votos de un total de 538 para reclamar la victoria. Lo votos se cuentan formalmente en una sesión conjunta del Congreso el 6 de enero.
Aunque hay muchos estados que tomarán días o semanas para procesar todos sus votos, los cruciales para la elección se espera que anuncien sus resultados completos o casi completos la noche de la elección o temprano al otro día.
Entre los principales está Florida, que Trump ganó en 2016 y donde ahora está enfrascado con Biden en una estrecha competencia. Una victoria de Biden le daría 29 votos electorales y cerraría casi todas las avenidas para una victoria de Trump.
Carolina del Norte, con 15 votos electorales, y Arizona, con 11, también son escenarios muy importantes para que Trump pueda triunfar y es probable que reporten temprano.
"Hay buenas razones para creer que esos estados podrían tener casi todos sus resultados tarde en la noche de la elección o a la mañana siguiente”, dice Richard H. Pildes, un experto en leyes y profesor de ley constitucional en la Universidad de Nueva York.
"Si sabemos, por ejemplo, que el presidente Trump ha perdido la Florida, entonces, aunque Michigan, Pennsylvania y Wisconsin no hubieran completado sus conteos, tendríamos buenas razones para confiar en que Biden ganó la elección”.
Michigan tiene 16 votos electorales, Pennsylvania 20 y Wisconsin 10.
Pildes añadió que si el escenario en Florida está muy cerrado para declarar un ganador la noche de la elección y otros estados que reportaron antes se reparten entre los candidatos, la situación pasaría a ser muy contenciosa de inmediato.
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"Si el resultado es incierto, digamos temprano al otro día, porque un número significativo de estados no ha podido terminar el conteo debido al volumen de boletas ausentes … entonces podríamos esperan intensas disputas en esos estados sobre una y cada una de esas boletas ausentes, y hasta qué punto pueden considerarse como válidas”, explica Pildes.
Hay otras fechas clave entre el día de la elección y el conteo de votos por el Congreso el 6 de enero. La primera es el 8 de diciembre, el llamado “puerto seguro” en que se espera que los estados presenten las listas certificadas de electores al Archivista de Estados Unidos.
En el caso de que un estado no haya terminado su conteo de votos para esa fecha, ya sea como resultado de conteos en curso o acciones legales, hay un artículo en las leyes federales que permite a las legislaturas estatales designar una lista de electores sin saber el resultado final del conteo. Esto crea la posibilidad de que una legislatura partidista pueda designar a electores que respalden al candidato que a la larga pierda el voto popular en el estado.
Los estados donde el gobernador y la mayoría legislativa sean de diferentes partidos presentan otra complicación. Como el gobernador es el que oficialmente certifica la lista de electores después de una votación, es posible que un estado presente dos listas de electores, ambas con un plausible reclamo de legitimidad.
Bajo las leyes federales, si el nuevo Congreso recibe dos listas de electores del mismo estado, la Cámara de Representantes y el Senado votarán para determinar cuál aceptar. Si llegan a un acuerdo, contarán la lista seleccionada. Si no logran un acuerdo, prevalece la lista certificada por el gobernador.
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También posible, pero improbable, que no haya un ganador de la presidencia después de contar los votos electorales. Si ambos candidatos terminan con 269 votos, la decisión corresponde a la Cámara de Representantes. Sin embargo, en lugar de una votación individual de los 438 miembros, las delegaciones de cada estado votan como una sola entidad, lo que implica que el partido dominante en cada estado controlará su voto.
Ese resultado les daría a los 600.000 ciudadanos de Wyoming tanto poder para seleccionar al presidente como los 40 millones de ciudadanos de California.
Otra curiosidad del sistema es la posibilidad de que algunos de los electores enviados a votar por el presidente el 14 de diciembre se conviertan en “infieles”. En un número limitado de casos en el pasado, electores que prometieron votar por un candidato específico ejercieron su voto en el Colegio Electoral para otro candidato.
Varios estados han aprobado leyes que obligan a los electores a votar por quien prometieron y la Corte Suprema ha determinado que tales restricciones son legales. Sigue siendo posible que electores infieles puedan tratar de dar un giro a la elección, pero los expertos señalan que para que fuera exitoso tendría que ocurrir una elección muy cerrada y un nivel de coordinación poco probable entre los electores.
Es importante notar que aunque es posible, la mayoría de estos escenarios son improbables.
El profesor Pildes señaló que aunque no haya un conteo completo la noche de la elección, podría resultar razonablemente claro quién será finalmente el ganador.
"Incluso en los estados que no puedan completar sus conteos, condados individuales en ellos podrían terminarlos, y la prensa va a comparar cómo a Trump le está yendo en comparación con 2016”, dijo.
“Si le va sistemáticamente mejor o peor comparado con ese precedente, eso será una información muy reveladora que podría señalar con bastante fortaleza adónde se dirige la elección, incluso cuando no pueda declararse un ganador”, agregó.