La hostilidad de varios países encabezados por Venezuela, la amenazadora presencia de Irán en la región y la violencia en Centroamérica fueron parte de los grandes retos del año para Washington.
La enemistad con Washington del grupo de países latinoamericanos agrupados en la denominada Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), los nexos de estos con el régimen iraní, la lucha antinarcóticos, la extrema violencia en Centroamérica, y la pujante influencia comercial de China en la región, figuraron entre los grandes retos de EE.UU. este año en el área.
La gira que llevó cabo en enero de 2012 el presidente de Irán, Mahmoud Ahmadinejad, por cuatro países aliados suyos en América Latina (Venezuela, Nicaragua, Cuba y Ecuador) dio lugar a numerosas audiencias legislativas del Congreso estadounidense que terminaron concretándose en un proyecto de ley para frenar las consecuencias de tales lazos con el régimen de Teherán, vistos por EE.UU. como una amenaza para su seguridad nacional.
El 14 y 15 de abril se celebró en Cartagena de Indias, Colombia, la Sexta Cumbre de las Américas a la que EE.UU. acudió con la voluntad de expandir la relación comercial con el continente, y aumentar la colaboración energética y en materia de seguridad regional. Pero la cita no consiguió llegar a acuerdos políticos sobre tres temas incluidos en la agenda e inaceptables para Washington: la asistencia de Cuba a estas reuniones, la reivindicación argentina de las Islas Malvinas, y la despenalización de las drogas.
A lo largo de su primer mandato en la Casa Blanca, el presidente Obama ha sido explícito en reconocer la corresponsabilidad de EE.UU. en la lucha antinarcóticos en virtud del sustento que la demanda de drogas brinda a las redes del crimen organizado, una postura hasta entonces sin precedentes de la política exterior de Washington. Y este año expresó su disposición a revaluar el combate contra las drogas, pero sin apoyar la legalización de los estupefacientes.
Aspectos cardinales para EE.UU en la región, como la cooperación antinarcóticos con México y la seguridad en Centroamérica cobraron nuevo relieve en el año tras el incremento de los índices de violencia, aun cuando Washington comprometió $1.400 millones de dólares para la cooperación antidrogas con las autoridades mexicanas mediante la Iniciativa Mérida.
Tras un cambio de gobierno en México, el nuevo presidente Enrique Peña Nieto, anunció que el mayor peso de la relaciones con EE.UU. en lo adelante gravitará en torno a la integración económica con su vecino del norte en lugar de la compleja agenda de seguridad que las había privilegiado hasta ahora.
A principios de junio, los gobiernos de Venezuela, Bolivia, Ecuador y Nicaragua, todos miembros de ALBA, anunciaron que se retiraban del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), en un nuevo esfuerzo por torpedear la existencia de la OEA como organismo cumbre regional tras haber dado calor a la formación de otros con la exclusión de EE.UU., como la propia ALBA, la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC).
El TIAR, suscrito en 1947, es un acuerdo regional de defensa mutua concertado tras la II Guerra Mundial por los estados miembros de la OEA y la última vez que se invocó fue en el 2001 luego de los ataques del 11 de septiembre en EE.UU.
Washington siguió flexibilizando su política de viajes a Cuba e incluso dio visa para visitar EE.UU. a Mariela Castro, hija del gobernante cubano Raúl Castro, pero el embargo económico se mantuvo vigente, el país volvió a ser incluido en la lista de estados que patrocinan el terrorismo y las relaciones siguieron siendo tensas por la negativa de la Habana a excarcelar al contratista civil estadounidense Alan Gross, que cumple 15 años de prisión en la isla.
El año estuvo favorablemente marcado por la visita a la Casa Blanca de la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, quien dijo que “ha llegado la hora” de que la gran potencia económica latinoamericana y EE.UU. se reconozcan mutuamente como “socios estratégicos”. Tras su reunión con Obama, ambos mandatarios acordaron aumentar la cooperación bilateral en materia de defensa y agilizar la emisión de visas de turismo y negocios para sus ciudadanos.
Los históricos lazos económicos de EE.UU. con la región se vieron en buena medida eclipsados por la ofensiva comercial de China, que en junio anunció el establecimiento de un fondo de cooperación bilateral por más de $ 15 mil millones de dólares, desplazó a Washington como primer socio comercial de Brasil, e incrementó su inversión directa en la región, que al cierre de 2011 llegó a ser de unos $54 mil millones de dólares.
Como parte de los esfuerzos de Washington para reforzar su compromiso con América Latina dentro de la Iniciativa Nacional de Exportaciones, este año entraron finalmente en vigor un Tratado de Libre Comercio (TLC) con Colombia, en mayo, e igualmente otro con Panamá, en octubre, que permitirá el acceso sin trabas a los intercambios mercantiles y a las inversiones bilaterales.
La gira que llevó cabo en enero de 2012 el presidente de Irán, Mahmoud Ahmadinejad, por cuatro países aliados suyos en América Latina (Venezuela, Nicaragua, Cuba y Ecuador) dio lugar a numerosas audiencias legislativas del Congreso estadounidense que terminaron concretándose en un proyecto de ley para frenar las consecuencias de tales lazos con el régimen de Teherán, vistos por EE.UU. como una amenaza para su seguridad nacional.
El 14 y 15 de abril se celebró en Cartagena de Indias, Colombia, la Sexta Cumbre de las Américas a la que EE.UU. acudió con la voluntad de expandir la relación comercial con el continente, y aumentar la colaboración energética y en materia de seguridad regional. Pero la cita no consiguió llegar a acuerdos políticos sobre tres temas incluidos en la agenda e inaceptables para Washington: la asistencia de Cuba a estas reuniones, la reivindicación argentina de las Islas Malvinas, y la despenalización de las drogas.
A lo largo de su primer mandato en la Casa Blanca, el presidente Obama ha sido explícito en reconocer la corresponsabilidad de EE.UU. en la lucha antinarcóticos en virtud del sustento que la demanda de drogas brinda a las redes del crimen organizado, una postura hasta entonces sin precedentes de la política exterior de Washington. Y este año expresó su disposición a revaluar el combate contra las drogas, pero sin apoyar la legalización de los estupefacientes.
Aspectos cardinales para EE.UU en la región, como la cooperación antinarcóticos con México y la seguridad en Centroamérica cobraron nuevo relieve en el año tras el incremento de los índices de violencia, aun cuando Washington comprometió $1.400 millones de dólares para la cooperación antidrogas con las autoridades mexicanas mediante la Iniciativa Mérida.
Tras un cambio de gobierno en México, el nuevo presidente Enrique Peña Nieto, anunció que el mayor peso de la relaciones con EE.UU. en lo adelante gravitará en torno a la integración económica con su vecino del norte en lugar de la compleja agenda de seguridad que las había privilegiado hasta ahora.
A principios de junio, los gobiernos de Venezuela, Bolivia, Ecuador y Nicaragua, todos miembros de ALBA, anunciaron que se retiraban del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), en un nuevo esfuerzo por torpedear la existencia de la OEA como organismo cumbre regional tras haber dado calor a la formación de otros con la exclusión de EE.UU., como la propia ALBA, la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC).
El TIAR, suscrito en 1947, es un acuerdo regional de defensa mutua concertado tras la II Guerra Mundial por los estados miembros de la OEA y la última vez que se invocó fue en el 2001 luego de los ataques del 11 de septiembre en EE.UU.
Washington siguió flexibilizando su política de viajes a Cuba e incluso dio visa para visitar EE.UU. a Mariela Castro, hija del gobernante cubano Raúl Castro, pero el embargo económico se mantuvo vigente, el país volvió a ser incluido en la lista de estados que patrocinan el terrorismo y las relaciones siguieron siendo tensas por la negativa de la Habana a excarcelar al contratista civil estadounidense Alan Gross, que cumple 15 años de prisión en la isla.
El año estuvo favorablemente marcado por la visita a la Casa Blanca de la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, quien dijo que “ha llegado la hora” de que la gran potencia económica latinoamericana y EE.UU. se reconozcan mutuamente como “socios estratégicos”. Tras su reunión con Obama, ambos mandatarios acordaron aumentar la cooperación bilateral en materia de defensa y agilizar la emisión de visas de turismo y negocios para sus ciudadanos.
Los históricos lazos económicos de EE.UU. con la región se vieron en buena medida eclipsados por la ofensiva comercial de China, que en junio anunció el establecimiento de un fondo de cooperación bilateral por más de $ 15 mil millones de dólares, desplazó a Washington como primer socio comercial de Brasil, e incrementó su inversión directa en la región, que al cierre de 2011 llegó a ser de unos $54 mil millones de dólares.
Como parte de los esfuerzos de Washington para reforzar su compromiso con América Latina dentro de la Iniciativa Nacional de Exportaciones, este año entraron finalmente en vigor un Tratado de Libre Comercio (TLC) con Colombia, en mayo, e igualmente otro con Panamá, en octubre, que permitirá el acceso sin trabas a los intercambios mercantiles y a las inversiones bilaterales.