Los estadounidenses le dieron el voto de la reelección al presidente Barack Obama pero también preservaron un Senado demócrata y una Cámara de Representantes republicana.
A pesar del alto desempleo y de la débil recuperación económica, los estadounidenses le concedieron al presidente Barack Obama un segundo mandato, pero optaron por mantener el statu quo que desde hace dos años prevalece en Washington, un Congreso dividido entre demócratas y republicanos.
El partido del presidente amplió su mayoría en el Senado con dos escaños más, lo que no altera de forma significativa el balance de poder que ya tenían, en tanto que en la Cámara de Representantes los republicanos perdieron unos pocos asientos pero los demócratas no lograron copar los suficientes como para arrebatarles el control.
La realidad que enfrenta Obama en el Capitolio es que el partido republicano sigue dominando en la Cámara, lo que les da la posibilidad de frenar las propuestas legislativas del presidente en cualquier asunto, sea más o menos espinoso, desde la agria controversia sobre el pago de impuestos hasta la peliaguda disminución de la deuda.
Haciendo válida su promesa de que está dispuesto a buscar un compromiso político, Obama llamó por teléfono a los líderes del Congreso, incluidos el presidente de la Cámara de Representantes, John Boehner, y al líder de la minoría republicana en el Senado, Mitch McConnell, para expresarles su determinación de trabajar de forma mancomunada.
Pero frente a la resistencia de los republicanos no parece una tarea fácil para el presidente acabar con un déficit que ya suma un billón de dólares al año, y ajustar los costosos programas de asistencia social con una deuda fiscal que ronda los $16 billones de dólares.
En declaraciones a la prensa, el republicano Boehner asumió un tono algo conciliatorio pero se aferró a la posición de su partido de que Obama debe hallar una fórmula a corto plazo para evitar el abismo fiscal que amenaza al país, reduciendo los gastos gubernamentales.
Por su parte, el senador McConnell no dio señales de moderar sus puntos de vista conservadores y dijo que “los votantes no han respaldado los fallos o los excesos del primer mandato del presidente, simplemente le han dado más tiempo para que termine el trabajo que él pidió hacer con el Congreso para restaurar el balance en Washington”.
Las preocupaciones generadas ante la eventualidad de que las divisiones políticas mantengan paralizado a Washington, contribuyeron a que los tres principales índices accionarios de EE.UU. se desplomaran más de dos por ciento. El Dow Jones perdió más de 300 puntos y el S&P 500 experimentó su mayor caída de los últimos cinco meses.
El partido del presidente amplió su mayoría en el Senado con dos escaños más, lo que no altera de forma significativa el balance de poder que ya tenían, en tanto que en la Cámara de Representantes los republicanos perdieron unos pocos asientos pero los demócratas no lograron copar los suficientes como para arrebatarles el control.
La realidad que enfrenta Obama en el Capitolio es que el partido republicano sigue dominando en la Cámara, lo que les da la posibilidad de frenar las propuestas legislativas del presidente en cualquier asunto, sea más o menos espinoso, desde la agria controversia sobre el pago de impuestos hasta la peliaguda disminución de la deuda.
Haciendo válida su promesa de que está dispuesto a buscar un compromiso político, Obama llamó por teléfono a los líderes del Congreso, incluidos el presidente de la Cámara de Representantes, John Boehner, y al líder de la minoría republicana en el Senado, Mitch McConnell, para expresarles su determinación de trabajar de forma mancomunada.
Pero frente a la resistencia de los republicanos no parece una tarea fácil para el presidente acabar con un déficit que ya suma un billón de dólares al año, y ajustar los costosos programas de asistencia social con una deuda fiscal que ronda los $16 billones de dólares.
En declaraciones a la prensa, el republicano Boehner asumió un tono algo conciliatorio pero se aferró a la posición de su partido de que Obama debe hallar una fórmula a corto plazo para evitar el abismo fiscal que amenaza al país, reduciendo los gastos gubernamentales.
Por su parte, el senador McConnell no dio señales de moderar sus puntos de vista conservadores y dijo que “los votantes no han respaldado los fallos o los excesos del primer mandato del presidente, simplemente le han dado más tiempo para que termine el trabajo que él pidió hacer con el Congreso para restaurar el balance en Washington”.
Las preocupaciones generadas ante la eventualidad de que las divisiones políticas mantengan paralizado a Washington, contribuyeron a que los tres principales índices accionarios de EE.UU. se desplomaran más de dos por ciento. El Dow Jones perdió más de 300 puntos y el S&P 500 experimentó su mayor caída de los últimos cinco meses.