Concluidas ya las convenciones de sus partidos, a demócratas y republicanos sólo les queda un último recurso para ganarse el apoyo de los electores: los debates de los candidatos.
Ahora que las convenciones demócrata y republicana quedaron atrás y la campaña electoral en Estados Unidos entró en su recta final, los debates presidenciales del mes próximo constituyen el último recurso que les queda a los candidatos para conseguir el impulso decisivo de los electores antes del 6 de noviembre, día de la votación.
Históricamente, ha habido debates televisados entre los candidatos a la Casa Blanca en 10 comicios presidenciales, y según expertos, en alrededor de la mitad de ellos la imagen proyectada al público por los contendientes ha sido decisiva a la hora de la elección. El presidente Barack Obama y su rival, Mitt Romney, lo saben y llevan semanas preparándose.
El candidato republicano ha participado últimamente en menos actos públicos de lo acostumbrado, y ha sido porque se toma muy en serio el propósito de ser certero, efectivo y convincente a la hora de subirse al podio frente a frente con Obama y ha estado ensayando los debates, en los que su gran desafío será probar que las políticas del presidente han fallado y que las suyas son las que necesita el país.
Pero Obama tampoco se ha cruzado de brazos, lleva tiempo estudiando al detalle los gestos y las posiciones que asume Romney y también practicando los debates. El consejo que le han dados sus asesores es que sea breve en sus parlamentos y respuestas, teniendo en cuenta su tendencia a extenderse como orador. “Tiene que hablar más corto, eso es todo", ha sido el jefe de su campaña, David Axelrod.
Todo estará a prueba
El asunto es que todo puede decidirse frente a las cámaras, bajo la mirada y el oído de decenas de millones de estadounidense en busca del menor indicio que los convenza o que los defraude, cuando todo estará definitivamente en juego, los conocimientos de política exterior y economía, la articulación de las ideas y la forma de hablar. Pero sobre todo la confianza que infundan y el carisma con que se expresen.
Las intenciones son claras. Romney criticará las políticas adoptadas por el presidente, desde el programa de reforma de salud hasta su idea de que el país es hoy menos respetado en el mundo, pero el énfasis lo pondrá en el estado de la economía. Obama, por su parte, tratará de hacer ver que con un triunfo de su contrincante sólo los ricos estarán mejor.
La importancia de los debates, cuánto pueden influir en el público, se palpa. El más reciente y mejor ejemplo lo encarna el estrepitoso desplome del aspirante a la nominación presidencial republicana Rick Perry, que entró a la campaña con el aval de ser gobernador de uno de los mayores estados del país, con la aureola política que buscaban los conservadores, pero sus meteduras de pata en los debates terminaron haciendo añicos sus aspiraciones.
El primero de los debates Obama-Romney será en la Universidad de Denver, Colorado, el 3 de octubre, y estará enfocado en temas de política nacional, mientras que el segundo tendrá lugar en la Universidad Hofstra, en Nueva York, el 16 de ese mismo mes. El tercero y último se efectuará el 22 de octubre en Boca Raton, Florida, y se centrará en política exterior. Los candidatos vicepresidenciales, Joe Biden y Paul Ryan, tendrá el suyo el 11 de octubre en Danville, Kentucky.
Una encuesta difundida esta semana por la cadena NBC y el diario The Wall Street Journal señaló que Obama le lleva la delantera por cinco puntos (50-45 por ciento) a Romney en las intenciones de voto. Otros sondeos también le dan cierta ventaja al presidente en estados considerados claves como Colorado, Wisconsin, Florida, Ohio, Virginia y Nevada.
Todo eso podría cambiar de golpe si en las pocas semanas que restan para la votación la economía da muestras de que empeora o la inestabilidad en el Oriente Medio –ya crítica—se agudiza más. Pero especialmente si Romney no hace un buen papel en los debates. Y los hispanos, cuyo sufragio es calificado de crucial en estos comicios, estarán mirando.
Según la Asociación Nacional de Funcionarios Latinos Electos y Designados (NALEO, por sus siglas en inglés) unos 12 millones de hispanos votarán en las elecciones de noviembre, 25 por ciento más que en los comicios de 2008, aunque si todos los latinos en edad para votar se registraran y acudieran a las urnas, esa cifra casi se duplicaría a 23,5 millones.
Históricamente, ha habido debates televisados entre los candidatos a la Casa Blanca en 10 comicios presidenciales, y según expertos, en alrededor de la mitad de ellos la imagen proyectada al público por los contendientes ha sido decisiva a la hora de la elección. El presidente Barack Obama y su rival, Mitt Romney, lo saben y llevan semanas preparándose.
El candidato republicano ha participado últimamente en menos actos públicos de lo acostumbrado, y ha sido porque se toma muy en serio el propósito de ser certero, efectivo y convincente a la hora de subirse al podio frente a frente con Obama y ha estado ensayando los debates, en los que su gran desafío será probar que las políticas del presidente han fallado y que las suyas son las que necesita el país.
Pero Obama tampoco se ha cruzado de brazos, lleva tiempo estudiando al detalle los gestos y las posiciones que asume Romney y también practicando los debates. El consejo que le han dados sus asesores es que sea breve en sus parlamentos y respuestas, teniendo en cuenta su tendencia a extenderse como orador. “Tiene que hablar más corto, eso es todo", ha sido el jefe de su campaña, David Axelrod.
Todo estará a prueba
El asunto es que todo puede decidirse frente a las cámaras, bajo la mirada y el oído de decenas de millones de estadounidense en busca del menor indicio que los convenza o que los defraude, cuando todo estará definitivamente en juego, los conocimientos de política exterior y economía, la articulación de las ideas y la forma de hablar. Pero sobre todo la confianza que infundan y el carisma con que se expresen.
Las intenciones son claras. Romney criticará las políticas adoptadas por el presidente, desde el programa de reforma de salud hasta su idea de que el país es hoy menos respetado en el mundo, pero el énfasis lo pondrá en el estado de la economía. Obama, por su parte, tratará de hacer ver que con un triunfo de su contrincante sólo los ricos estarán mejor.
La importancia de los debates, cuánto pueden influir en el público, se palpa. El más reciente y mejor ejemplo lo encarna el estrepitoso desplome del aspirante a la nominación presidencial republicana Rick Perry, que entró a la campaña con el aval de ser gobernador de uno de los mayores estados del país, con la aureola política que buscaban los conservadores, pero sus meteduras de pata en los debates terminaron haciendo añicos sus aspiraciones.
El primero de los debates Obama-Romney será en la Universidad de Denver, Colorado, el 3 de octubre, y estará enfocado en temas de política nacional, mientras que el segundo tendrá lugar en la Universidad Hofstra, en Nueva York, el 16 de ese mismo mes. El tercero y último se efectuará el 22 de octubre en Boca Raton, Florida, y se centrará en política exterior. Los candidatos vicepresidenciales, Joe Biden y Paul Ryan, tendrá el suyo el 11 de octubre en Danville, Kentucky.
Una encuesta difundida esta semana por la cadena NBC y el diario The Wall Street Journal señaló que Obama le lleva la delantera por cinco puntos (50-45 por ciento) a Romney en las intenciones de voto. Otros sondeos también le dan cierta ventaja al presidente en estados considerados claves como Colorado, Wisconsin, Florida, Ohio, Virginia y Nevada.
Todo eso podría cambiar de golpe si en las pocas semanas que restan para la votación la economía da muestras de que empeora o la inestabilidad en el Oriente Medio –ya crítica—se agudiza más. Pero especialmente si Romney no hace un buen papel en los debates. Y los hispanos, cuyo sufragio es calificado de crucial en estos comicios, estarán mirando.
Según la Asociación Nacional de Funcionarios Latinos Electos y Designados (NALEO, por sus siglas en inglés) unos 12 millones de hispanos votarán en las elecciones de noviembre, 25 por ciento más que en los comicios de 2008, aunque si todos los latinos en edad para votar se registraran y acudieran a las urnas, esa cifra casi se duplicaría a 23,5 millones.