Águilas, tigrillos, monos, guacamayas, tucanes, roedores, ranas y patos migratorios han encontrado una segunda oportunidad en el inmenso parque colombiano La Reserva, en Cota, Cundinamarca, a escasos 50 minutos al norte de Bogotá, donde se recuperan del tráfico ilegal en un ambiente similar al de sus hábitats naturales.
Son más de 250 animales, muchos de ellos endémicos, los que han sido acogidos por el Bioparque La Reserva, una fundación sin fines de lucro que se encarga de rehabilitar la fauna silvestre de Colombia.
La mayoría de las especies que llega a esta reserva creada en 2008, ha sido en un 95 % víctimas del tráfico de fauna que, de acuerdo con la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC, por sus siglas en inglés), continúa siendo una de las principales amenazas a la biodiversidad, generando ingresos anuales de unos 23.000 millones de dólares para cazadores furtivos y comerciantes codiciosos en el mundo.
En el país, entre los animales más traficados se encuentran los pericos y canarios, las tortugas, cocodrilos, serpientes, felinos y monos, como el caso de un mono de noche caribeño (Aotus griseimembra), llamado así por sus hábitos nocturnos.
Aotus, como le dicen sus veterinarios llegó al Bioparque hace unos años en pésimas condiciones después de vivir gran parte de su vida como mascota, donde le causaron un daño irreparable al cambiarle por completo sus hábitos y ahora es más activo de día, al contrario de su instinto, por lo que sus cuidadores utilizan su caso para explicarle a los visitantes por qué no hay que tener animales silvestres como mascotas.
La mayoría llega al lugar a través de la policía y las demás autoridades ambientales que trasladan a los animales hasta allí para que reciban la mejor atención porque no podrán volver a ser liberados en la selva. Ellos pasan a ser embajadores para concientizar del impacto devastador del tráfico de especies.
“El objetivo del Bioparque La Reserva es sensibilizar. Tenemos un país muy biodiverso, pero muy afectado porque estamos perdiendo mucha biodiversidad. Si este parque nos permiten darle un mensaje a las personas que nos visitan sobre el cuidado de los ecosistemas y no tener animales silvestres como mascotas posiblemente vamos a dejarle a las nuevas generaciones un país para que lo disfruten”, explicó a la Voz de América, Yaneth González, directora operativa.
Reproducir en cautiverio
Esto incluye adelantar programas de reproducción en cautiverio de especies consideradas en peligro de extinción, desde coatíes de montañas, hasta aves rapaces y pericos, una de las especies más traficadas en Colombia.
Alcanzar la reproducción de estas especies en peligro hace parte de los objetivos y labores cotidianas, por eso muchos de ellos reciben un tratamiento especial y un seguimiento riguroso en espacios específicos donde se aseguran cuenten con las condiciones especiales a sus hábitats naturales para su reproducción.
“Con algunos de estos animales buscamos tener una reproducción permanente por eso nos ayudamos de otras instituciones que estén interesadas en manejar la especie para discutir la fórmula mágica para empezar a hacer repoblación en nuestras selvas con los animales que son reproducidos acá”, comentó a la VOA, Iván Lozano, cofundador del Bioparque La Reserva.
Rehabilitar sus hábitos
En el santuario, el equipo se adapta para crear espacios 100 % naturales con el propósito de regresarle sus comportamientos habituales luego de que sus vidas fueron afectadas.
Así ocurre con un tigrillo lanudo, que se comporta como un gato; un tucán que picotea todo lo que ve, y una familia de guacamayas que de a poco empiezan a comportarse como animales de su especie.
“El equipo realiza entrenamientos para rehabilitar las capacidades de ese animal, animales que fueron traficados desde su nacimiento y que no saben del comportamiento natural. Por ejemplo, las guacamayas son guacamayas, pero ellas no lo saben y nosotros los rehabilitamos a través de entrenamiento para que empiecen a utilizar sus alas para desplazarse de un punto a otro”, cuenta a la VOA Yaneth González.
Por eso este lugar es considerado uno de los más adecuados para generar conciencia y permitir la conversación para que animales como estos, que no lograron reinsertarse en la naturaleza, no corran su misma suerte y puedan volar, cantar, caminar y reproducirse, lejos de las manos de cazadores y traficantes.
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