Por la Penitenciaría del Estado de Pensilvania, en Filadelfia -la ciudad emblemática donde se firmó la Constitución estadounidense- pasaron presos famosos como el ladrón de bancos Willie Sutton y el archiconocido gánster Alphonse "Scarface" Al Capone.
Hoy es uno de muchos legados bien conservados de la histórica urbe.
En este fotorreportaje, la Voz de América le muestra por dentro una cárcel museo que recibe a visitantes de todo el mundo.
Reinsertar al preso más que castigarlo, fue la premisa desde la apertura de la moderna y costosa cárcel que abrió sus puertas en octubre de 1829.
De acuerdo al sitio web de la prisión convertida en museo, la idea de reeducar a los presos dio la vuelta al mundo, sirviendo de ejemplo a sistemas penitenciarios de países europeos como España.
Así como por su magnánima arquitectura -que empieza en una fachada de estilo neogótico y muros de nueve metros de alto- la Penitenciaría del Estado de Pensilvania es relevante por sus presos famosos.
Inquietantes bloques de celdas en ruinas y torres de vigilancia vacías, son parte de una arquitectura que buscó imponer disciplina y provocar arrepentimiento.
Como parte del recorrido, los que hasta aquí lleguen pueden adentrarse en varias celdas de confinamiento solitario, algunas de las cuales no han sido reconstruidas.
Este sitio, de acuerdo a la misión que rige a la institución, interpreta el legado de la reforma de la justicia penal estadounidense, desde la fundación de la nación hasta el día de hoy.
Conocida en inglés como Eastern State Penitentiary, esta cárcel fue diseñada por John Haviland. Su construcción costó 800.000 dólares, la mayor inversión de la que se tenga noticia en una instalación de este tipo hasta entonces.
De acuerdo a las reglas de la cárcel en aquella época, los reclusos al llegar eran aislados, a fin de que en solitario pudieran meditar, arrepentirse y corregir sus fallas. Las condiciones de aislamiento eran estrictas. Para salir de las celdas, los reclusos eran custodiados y con la cabeza cubierta.
Pero las celdas también tenían un área individual exterior para hacer ejercicios, que a su vez no tenía comunicación con otras zonas del penal. El aislamiento dejó de aplicarse para 1913.
Entre los prisioneros, un caso curioso ha pasado a la historia de esta cárcel. El gobernador de aquella época en Pensilvania, Gifford Pinchot, sentenció a cadena perpetua en 1929 a Ped, un perro condenado por matar al gato de su esposa.
Con Ped coincidió en la prisión ese mismo año de 1929 Al Capone, quien pasó allí ocho meses de su agitada vida. El Philadelphia Daily Ledger, un periódico local de aquella época, informó entonces que Al Capone estaba disfrutando de muchos lujos durante su estadía en la cárcel.
Los registros oficiales indican que en poco más de 140 años se habrían fugado más de un centenar de presos.
En abril de 1945, tras cavar un túnel de 30 metros por debajo del muro de 9 metros de altura de la prisión, unos 12 reos se escaparon. Entre ellos huyó el ladrón de bancos Willie Sutton. La mayoría de los que se fugaron fueron nuevamente apresados, con excepción de Leo Callahan, del que no se tuvo noticias, de acuerdo a los registros del museo.
La Penitenciaría del Estado de Pensilvania fue declarada en 1965 Monumento Histórico Nacional de Estados Unidos. Y en 1971 fue clausurada y para 1994 reabrió como museo de Filadelfia.
Los que hasta aquí lleguen, pueden conocer de la historia de este lugar en visitas autoguiadas a través de auriculares y unas 10 paradas.
Esta cárcel museo ha inspirado a artistas y a menudo atrae a fanáticos de fenónemos descritos como paranormales. Muchos creen que este museo es un sitio encantado desde la época de la penitenciaría.
Sus celdas, escaleras y pasillos acogerán el próximo 31 de octubre la celebración de Halloween. ¿Se anima?
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