Lee el discurso completo del presidente Barack Obama, sobre el Estado de la Nación, desde el Congreso de Estados Unidos.
Señor Presidente de la Cámara de Representantes, Señor Vicepresidente, miembros del Congreso y conciudadanos:
Hoy en Estados Unidos, una maestra le dio un poco más de tiempo a un alumno que lo necesitaba e hizo la parte que le correspondía por elevar la tasa de graduación del país a su nivel más alto en más de tres décadas.
Una empresaria encendió las luces de su nueva empresa de tecnología e hizo la parte que le correspondía por añadir puestos de trabajo a los más de ocho millones de empleos nuevos que han creado nuestras empresas en los últimos cuatro años.
Un trabajador de la industria automotriz dio los últimos retoques en algunos de los automóviles de menor consumo de combustible en el mundo e hizo la parte que le correspondía por ayudar a Estados Unidos a reducir su dependencia del petróleo extranjero.
Un agricultor se preparó para la primavera después del período de cinco años más fuerte en la exportación agrícola de nuestra historia. Un médico rural le dio a un niño la primera receta para tratar el asma que su madre pudo pagar. Un hombre volvió a su casa en autobús después de completar su turno de noche en el cementerio, agotado pero lleno de sueños ambiciosos para su hijo. Y en comunidades muy unidas de todo Estados Unidos, padres y madres pondrán a sus hijos en la cama, abrazarán a sus cónyuges, recordarán a compañeros caídos y darán gracias por estar en sus casas después de una guerra que, tras doce largos años, por fin llega a su fin.
Esta noche, esta cámara habla con la gente a la que representa con una sola voz: son ustedes, nuestros ciudadanos, quienes hacen más fuerte el estado de nuestra unión.
Estos son los resultados de nuestros esfuerzos: La tasa de desempleo más baja en más de cinco años. Un mercado inmobiliario en auge. Un sector manufacturero que añade empleos por primera vez desde la década de 1990. Más petróleo producido en el país que lo que compramos del resto del mundo, la primera vez que sucede eso en casi veinte años. Nuestros déficits, reducidos en más de la mitad. Y por primera vez en más de una década, los líderes empresariales de todo el mundo han declarado que China ya no es el lugar número uno del mundo para invertir. Estados Unidos lo es.
Por eso creo firmemente que este puede ser un año decisivo para Estados Unidos. Después de cinco años de dificultades y determinación, Estados Unidos se encuentra en una mejor posición para el siglo XXI que cualquier otra nación en la Tierra.
La pregunta para todos en esta cámara, que abarca todas las decisiones que tomemos este año, es si vamos a ayudar o a dificultar este proceso. Desde hace varios años ya, esta ciudad se ha visto consumida por una discusión resentida sobre el tamaño adecuado que debería tener el gobierno federal. Es un debate importante que se remonta a nuestro nacimiento como nación. Pero cuando el propio debate no nos deja cumplir con las funciones más básicas de nuestra democracia, cuando nuestras diferencias cierran el gobierno o amenazan la plena fe y crédito de Estados Unidos, entonces no estamos haciendo lo correcto para las personas que viven en Estados Unidos.
Como Presidente, mi compromiso es hacer que Washington funcione mejor y restaurar la confianza de la gente que nos puso aquí. Estoy convencido de que el compromiso de la mayoría de ustedes es ese también. El mes pasado, gracias al esfuerzo de demócratas y republicanos, este Congreso por fin elaboró un presupuesto que deshace algunos de los recortes severos del año pasado en prioridades como la educación. Nadie consiguió todo lo que quería, y aun podemos hacer más para invertir en el futuro de este país al mismo tiempo que reducimos el déficit de manera equilibrada. Sin embargo, el acuerdo sobre el presupuesto debería darnos más libertad para concentrarnos en crear nuevos puestos de trabajo en vez de nuevas crisis.
En los meses siguientes, veamos de qué otras formas podemos progresar juntos. Hagamos que este sea un año de acción. Eso es lo que quiere la mayoría de las personas que viven en Estados Unidos, que todos en esta cámara nos concentremos en sus vidas, sus sueños, sus aspiraciones. Y lo que yo creo que une a las personas de esta nación, independientemente de su raza o región o partido, jóvenes o mayores, ricos o pobres, es la simple y profunda creencia en las oportunidades para todos; saber que si uno trabaja con tesón y se responsabiliza, puede salir adelante.
Admitámoslo: esa creencia ha sido objeto de muchos grandes ataques. Durante más de tres décadas, incluso antes del impacto de la Gran Recesión, enormes cambios en tecnología y competencia global eliminaron muchos buenos trabajos de clase media y debilitaron las bases económicas de las que dependen nuestras familias.
Hoy, después de cuatro años de crecimiento económico, las ganancias corporativas y los precios bursátiles casi nunca han estado tan altos y aquellos en la cima nunca han tenido más éxito. Pero los salarios promedio casi no se han movido. La desigualdad se ha acentuado. El ascenso social se ha paralizado. La dura realidad y fría es que incluso en medio de una recuperación, demasiadas personas que viven en Estados Unidos trabajan más que nunca solo para salir adelante, por no logran mejorar su situación. Y demasiadas personas todavía no tienen trabajo.
Nuestra responsabilidad es cambiar estas tendencias. No sucederá de inmediato y no estaremos de acuerdo con todo. Sin embargo, lo que ofrezco esta noche es un conjunto de propuestas específicas y prácticas para acelerar el crecimiento, fortalecer la clase media y construir nuevas escaleras de oportunidades a la clase media. Algunas requieren que el Congreso tome medidas y estoy deseoso de trabajar con todos ustedes. Sin embargo, Estados Unidos no se detendrá ni yo tampoco. Así que donde sea y cuando sea que pueda dar un paso sin legislación para ampliar las oportunidades para más familias que viven en Estados Unidos, eso es lo que voy a hacer.
Como es habitual, nuestra Primera Dama da un buen ejemplo. El programa “Let’s Move”, una asociación de Michelle con escuelas, empresas y líderes locales, ha ayudado a reducir los índices de obesidad de los niños por primera vez en treinta años, un logro que mejorará vidas y reducirá los costos del cuidado de salud durante muchas décadas. La alianza Joining Forces que Michelle y Jill Biden lanzaron ya ha alentado a muchas empresas a contratar o capacitar a casi 400,000 veteranos y cónyuges militares. Inspirados por esos ejemplos, la Casa Blanca acaba de organizar una Cumbre de Oportunidades Universitarias en la que 150 universidades, empresas y organizaciones sin fines de lucro ya se han comprometido específicamente a reducir las desigualdades en el acceso a la educación superior y ayudar a cada niño que trabaje duro a ir a la universidad y tener éxito en sus estudios. Por todo el país, nos estamos asociando con alcaldes, gobernadores y legislaturas estatales en temas que van desde la indigencia hasta la igualdad matrimonial.
La cuestión es que existen millones de las personas que viven en Estados Unidos fuera de Washington que están cansadas de oír las mismas discusiones políticas y son las que están haciendo avanzar a este país. Estas personas creen, igual que yo, que aquí en Estados Unidos, nuestro éxito debería depender no de dónde uno nace, sino de la tenacidad de nuestra ética laboral y el alcance de nuestros sueños. Eso es lo que trajo aquí a nuestros antepasados. Así es cómo la hija de un empleado de una fábrica llegó a ser directora ejecutiva del fabricante de automóviles más grande de Estados Unidos; cómo el hijo de un cantinero es presidente de la Cámara de Representantes; cómo el hijo de una madre soltera ha llegado a ser Presidente del país más grandioso del mundo. Lo que representamos es oportunidad. Y el proyecto decisivo de nuestra generación es recuperar esa promesa.
Sabemos dónde empezar: la mejor forma de medir oportunidad es el acceso a un buen trabajo. Gracias a la reactivación de la economía, las empresas dicen que pretenden contratar a más personas este año. Y más de la mitad de los grandes fabricantes dicen que están pensando transferir a Estados Unidos trabajos del extranjero.
Ayudemos a más compañías a tomar esa decisión. Tanto demócratas como republicanos han debatido que nuestro código fiscal está repleto de lagunas tributarias excesivas y complicadas que castigan a las empresas que invierten aquí y recompensan a las que guardan sus ganancias en el extranjero. Vamos a darle la vuelta a esa ecuación. Trabajemos juntos para cerrar esas lagunas tributarias, acabemos con esos incentivos para mandar empleos al extranjero y bajemos los impuestos a las empresas que crean empleos aquí en el país.
Es más, podemos emplear el dinero que ahorremos con esta transición hacia una reforma fiscal para crear empleos y arreglar nuestras carreteras, mejorar nuestros puertos, resolver nuestros atascos. En la economía global de hoy día, los trabajos de primera clase se traducen en infraestructura de primera clase. Necesitaremos que el Congreso proteja más de tres millones de trabajos si terminan de redactar los proyectos de ley de transporte y vías fluviales este verano. Pero yo haré los recortes burocráticos que me corresponden y reestructuraré el proceso de licencias para proyectos clave, para que podamos conseguir que más obreros de la construcción se pongan a trabajar lo antes posible.
También tenemos la oportunidad, ahora mismo, de ganarles a otros países en la carrera hacia la próxima oleada de trabajos de fabricación de alta tecnología. Mi administración ha lanzado dos centros para la fabricación de alta tecnología en Raleigh y Youngstown, donde hemos conectado a empresas con universidades de investigación para ayudar a Estados Unidos a liderar el mundo con tecnologías avanzadas. Esta noche aprovecho para anunciar que vamos a lanzar seis más este año. Proyectos de ley bipartidistas en las dos cámaras podrían duplicar el número de estos centros y los empleos que crearían. Así que pongan esos proyectos de ley en mi despacho y ayudemos a más personas que viven en Estados Unidos a regresar al trabajo.
Hagamos más para ayudar a los empresarios y los dueños de pequeñas empresas que crean la mayoría de los trabajos nuevos en Estados Unidos. En los últimos cinco años, mi administración ha hecho más préstamos a dueños de pequeñas empresas que cualquier otra. Cuando el noventa y ocho por ciento de nuestros exportadores son pequeñas empresas, nuevas asociaciones comerciales con Europa y la región Asia-Pacífico les ayudarán a crear más trabajos. Debemos trabajar juntos en herramientas como la autoridad de promoción comercial bipartidista para proteger a nuestros trabajadores, proteger nuestro medio ambiente y crear nuevos mercados para nuevos productos que tengan la marca de “Hecho en EE. UU.” China y Europa no se están quedando al margen. Nosotros tampoco debemos hacerlo.
Sabemos que la nación que hoy apueste por la innovación será mañana la dueña de la economía mundial. Esa es una ventaja a la que no puede renunciar Estados Unidos. La investigación financiada con fondos federales contribuyó a que surgieran las ideas y los inventos detrás de Google y de los teléfonos inteligentes. Y por eso el Congreso debería reparar los daños que causaron los recortes en investigación del año pasado, para que podamos dar rienda suelta al próximo gran descubrimiento estadounidense, ya sea de vacunas que se adelantan a bacterias resistentes a fármacos, o un material tan fino como el papel que es más fuerte que el acero. Y aprobemos un proyecto de ley de reforma de patentes que ayude a nuestras empresas a concentrarse en la innovación, no en litigios innecesarios y costosos.
Ahora bien, uno de los factores principales para traer más empleos de vuelta es nuestro compromiso con la energía estadounidense. La estrategia integral para la energía que anuncié hace unos de años está funcionando y, hoy por hoy, Estados Unidos está más cerca de la independencia energética que desde hace décadas.
Una de las razones es el gas natural: si se extrae de forma segura, es el combustible que sirve de puente que puede proporcionar energía a nuestra economía con mucha menos contaminación de carbono que causa el cambio climático. Las empresas pretenden invertir casi $100,000 millones en nuevas fábricas que usan gas natural. Eliminaré los impedimentos burocráticos para ayudar a los estados a construir esas fábricas y este Congreso puede ayudar poniendo a personal para trabajar en la construcción de estaciones de servicio que transformen más automóviles y camiones de petróleo extranjero a gas natural estadounidense. Mi administración continuará trabajando con el sector para mantener los niveles de producción y crecimiento laboral, al mismo tiempo que refuerza la protección de nuestro aire, nuestra agua y nuestras comunidades. Y ya que estamos, usaré la autoridad que se me otorga para proteger más de nuestros inmaculados parques naturales federales para las futuras generaciones.
Y la producción de petróleo y gas natural no es la única que está en pleno auge: también nos estamos convirtiendo en líder mundial en energía solar. Cada cuatro minutos, otro hogar o empresa en Estados Unidos adopta la energía solar; cada panel que se instala tiene detrás a un trabajador cuyo empleo no puede subcontratarse en el extranjero. Sigamos con ese progreso con una política fiscal más inteligente que deje de dar $4000 millones al año a las industrias de combustibles fósiles que no lo necesitan, para que podamos invertir más en los combustibles del futuro que sí precisan este tipo de inversión.
Y aunque hayamos aumentado la producción de energía, nos hemos asociado a empresas, constructoras y comunidades locales para reducir nuestro consumo de energía. Cuando rescatamos a nuestra industria automotriz, por ejemplo, trabajamos con ellos para establecer normativas de eficacia de combustible más altas para nuestros automóviles. En los próximos meses, sumaré a ese éxito el establecimiento de nuevas normativas para nuestros camiones, para que podamos seguir reduciendo el petróleo que importamos y lo que pagamos en el surtidor de las estaciones de gasolina.
En combinación, nuestra política energética está creando puestos de trabajo y nos convierte en un planeta más limpio y seguro. En los últimos ocho años, Estados Unidos ha reducido su contaminación de carbono más que cualquier otra nación en la Tierra. Pero tenemos que actuar con más urgencia porque el cambio climático ya ha empezado a hacer daño a las comunidades occidentales que sufren de sequía y a las ciudades costeras que tienen que lidiar con las inundaciones. Por eso he ordenado a mi administración a trabajar con los estados, los servicios públicos y demás para crear nuevas normativas sobre la cantidad de contaminación de carbono que nuestras centrales eléctricas pueden soltar al aire. El cambio a una economía energética más limpia no va a producirse de la noche a la mañana y requerirá tomar decisiones difíciles por el camino. Pero el debate ha concluido. El cambio climático es un hecho. Y cuando los hijos de nuestros hijos nos miren a la cara y nos pregunten si lo hicimos todo para dejarles un mundo más seguro y estable con nuevas fuentes de energía, quiero poder decir que sí lo hicimos.
Por último, si hablamos en serio sobre el crecimiento económico, es hora de responder al llamamiento de nuestros líderes empresariales, líderes laborales, líderes espirituales y de cumplimiento del orden público, y arreglar nuestro sistema de inmigración que no funciona. Los republicanos y los demócratas en el Senado se han movilizado. Sé que los miembros de ambos partidos en la Cámara de Representantes quieren hacer lo mismo. Los economistas independientes dicen que la reforma migratoria ayudará a nuestra economía a crecer y reducirá nuestro déficit en casi $1 billón en las próximas dos décadas. Y con buen motivo: cuando las personas viene aquí a hacer realidad sus sueños (estudiar, inventar y contribuir a nuestra cultura), hacen que nuestro país sea un lugar más atractivo para las empresas para encontrar y crear trabajos para todos. Consigamos este año aprobar una reforma migratoria.
Las ideas que he esbozado hasta ahora pueden acelerar el crecimiento y crear más puestos de trabajo. Pero en esta economía tan fluctuante, tenemos que asegurarnos de que cada una de las personas que viven en Estados Unidos tiene las aptitudes para realizar esos trabajos.
La buena noticia es que sabemos hacerlo. Hace dos años, cuando la industria automotriz tuvo su gran recuperación, Andra Rush abrió una empresa de manufactura en Detroit. Sabía que Ford necesitaba piezas para el camión más vendido de Estados Unidos y sabía cómo hacerlas. Solo necesitaba mano de obra. Llamó por teléfono a lo que llamamos un centro laboral estadounidense, un lugar donde la gente puede ir a conseguir la ayuda o la capacitación que necesitan para conseguir un trabajo nuevo o un trabajo mejor. Recibió una enorme cantidad de nuevos trabajadores. Y hoy, Detroit Manufacturing Systems tiene más de 700 empleados.
Lo que Andra y sus empleados han experimentado es lo que deberían experimentar todos los empresarios y todas las personas que buscan trabajo. Por eso, esta noche le he pedido al Vicepresidente Biden que sea el líder de una reforma en todos los sectores de los programas de capacitación de Estados Unidos para garantizar que tengan una misión central: capacitar a las personas que viven en Estados Unidos con las aptitudes que necesitan los empresarios y combinarlas con los buenos trabajos que necesitan cubrirse ahora mismo. Eso se traduce en más capacitación en el lugar de trabajo y más puestos de aprendizaje que ponen a un joven trabajador en una trayectoria ascendente para el resto de su vida. Se traduce en conectar a las compañías con las universidades comunitarias que pueden ayudar a diseñar programas de capacitación para satisfacer las necesidades específicas de las empresas. Y si el Congreso desea ayudar, pueden dirigir la financiación a los programas de éxito comprobado para conectar a más personas que viven en Estados Unidos y que se encuentran listas para trabajar con los puestos de trabajo disponibles.
También estoy convencido de que podemos ayudar a las personas que viven en Estados Unidos a reincorporarse a la fuerza laboral más rápidamente con una reforma del programa de seguro por desempleo para que resulte más eficaz en nuestra economía actual. Pero primero, este Congreso necesita restituir el seguro por desempleo que acaban de dejar vencer para más de 1.6 millones de personas.
Déjenme que les diga porqué. Misty DeMars es una madre de dos chicos jóvenes. Ha trabajado constantemente desde que era una adolescente. Se pagó sus propios estudios universitarios. Nunca cobró beneficios del seguro de desempleo. En mayo, ella y su esposo usaron los ahorros de toda su vida para comprar su primera vivienda. Una semana después, recortes presupuestarios hicieron que perdiera el trabajo que tanto le gustaba. El mes pasado, cuando se les terminó el seguro por desempleo, se sentó y me escribió una carta; el tipo de carta que recibo cada día. “Somos el rostro de la crisis de desempleo”, escribió. “No dependo del gobierno… Nuestro país depende de personas como nosotros que desarrollan profesiones, aportan a la sociedad... se preocupan de sus vecinos... Estoy segura de que con el tiempo encontraré un trabajo... pagaré mis impuestos y criaremos a nuestros hijos en su propia casa en la comunidad que amamos. Por favor, denos esa oportunidad”.
Congreso, deles a estas personas trabajadoras y responsables que viven en Estados Unidos esa oportunidad. Necesitan nuestra ayuda, pero más importante que eso, nuestro país necesita la integración de estas personas al mercado. Por eso he pedido a los directores ejecutivos que den una oportunidad a una cantidad mayor de los trabajadores que llevan tiempo desempleados para conseguir ese trabajo nuevo y una nueva oportunidad para mantener a sus familias; esta semana, muchos vendrán a la Casa Blanca a hacer real ese compromiso. Esta noche les pido a todos los líderes empresariales en Estados Unidos que se unan a nosotros y hagan lo mismo, porque somos más fuertes cuando el país cuenta con un equipo completo.
Por supuesto, no es suficiente con capacitar a la mano de obra actual. También tenemos que preparar a los trabajadores del futuro, garantizando que todos los niños tengan acceso a una educación de primer nivel.
Estiven Rodríguez no podía hablar ni una palabra de inglés cuando se mudó a Nueva York a la edad de nueve años. Pero el mes pasado, gracias al respaldo de sus excelentes maestros y de un innovador programa de apoyo pedagógico, lideró una marcha de sus compañeros de clase a través de una muchedumbre de vecinos y padres que los alentaron desde su escuela secundaria hasta la oficina de correos para enviar sus solicitudes de ingreso a la universidad. Y este hijo de un obrero de fábrica acaba de recibir la noticia de que empieza la universidad en otoño de este año.
Hace cinco años, nos propusimos darles más oportunidades a nuestros niños. Trabajamos junto con las entidades de crédito para reformar los préstamos estudiantiles, y en la actualidad hay más jóvenes obteniendo títulos universitarios que en ninguna otra época. Gracias a la ayuda de gobernadores de los dos partidos, el programa Race to the Top (Carrera a la Cima) ha ayudado a los estados a aumentar las expectativas de desempeño de los alumnos. Desde Tennessee hasta Washington, D.C., los maestros y los directores de las escuelas están dando pasos de gigante para preparar a los estudiantes y capacitarlos para la nueva economía: resolución de problemas, razonamiento crítico, ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas. Algunos de estos cambios son difíciles. Requieren muchas cosas, desde planes de estudio más rigurosos y padres más exigentes hasta un mayor apoyo de los maestros y nuevas maneras de medir la capacidad de razonar de nuestros niños en vez de la capacidad de llenar un círculo en una prueba. Pero vale la pena y está funcionando.
El problema es que todavía no estamos llegando a suficientes niños y que no estamos llegando a ellos a tiempo. Esto tiene que cambiar.
Las investigaciones muestran que una de las mejores inversiones que podemos hacer en la vida de un niño es brindarle una educación inicial de alta calidad. El año pasado, pedí a este mismo Congreso que ayudara a los estados para que todos los niños de cuatro años tuvieran acceso a la educación preescolar de alta calidad. Como padre y Presidente, vuelvo a realizar el mismo pedido esta noche. Entretanto, sin embargo, treinta estados han recaudado fondos por cuenta propia para sus sistemas de educación preescolar. Ellos saben que no podemos esperar. Así que al igual que hicimos al trabajar con los estados para reformar nuestras escuelas, este año también realizaremos inversiones en nuevas colaboraciones con estados y comunidades a lo largo y ancho del país en una carrera a la cima para el bien de nuestros niños más pequeños. Y mientras el Congreso decide qué es lo que va a hacer, voy a formar una coalición de funcionarios electos, líderes empresariales y filántropos que estén dispuestos a ayudar a más niños a tener acceso a la educación preescolar de alta calidad que necesitan.
El año pasado, también me comprometí a conectar al noventa y nueve por ciento de nuestros estudiantes a redes de banda ancha de alta velocidad en el transcurso de cuatro años. Esta noche, puedo anunciar que con el patrocinio de la FCC y de compañías como Apple, Microsoft, Sprint y Verizon, tenemos la financiación inicial para empezar a conectar a más de 15,000 escuelas y veinte millones de estudiantes en los próximos dos años sin añadir ni un centavo al déficit.
Estamos trabajando para rediseñar las escuelas y asociarlas a las universidades y a las empresas que ofrecen la educación y la capacitación práctica del mundo real que pueden conducir de forma directa a un trabajo y una carrera. Estamos revolucionando nuestro sistema de educación superior con el objeto de brindar más información a los padres y más incentivos a las universidades para que la educación sea más accesible a fin de que ningún joven de clase media se vea excluido de la educación universitaria por motivos económicos. Estamos ofreciendo a millones de estudiantes la oportunidad de pagar sus préstamos estudiantiles con cuotas mensuales que no pueden superar el diez por ciento de sus ingresos, y quiero trabajar con el Congreso para ver cómo podemos ayudar a una cantidad todavía mayor de personas que viven en Estados Unidos que se sienten atrapadas por la deuda de sus préstamos estudiantiles. Y estoy tendiendo lazos a varias de las empresas y fundaciones más importantes de Estados Unidos para lanzar una iniciativa dirigida a ayudar a más jóvenes de color en situación de desventaja a continuar sus estudios y alcanzar su verdadero potencial.
En definitiva, Michelle y yo queremos que todos los niños tengan la misma oportunidad que este país nos dio a nosotros. Pero hoy en día demasiados jóvenes que consiguen su primer empleo tienen la impresión de que el Sueño Americano es una promesa vacía. Por lo tanto, sabemos que nuestro programa de creación de oportunidades no estará completo a menos que hagamos más esfuerzos para asegurarnos de que nuestra economía honre la dignidad del trabajo y que la dedicación al trabajo brinde sus frutos para todas las personas que viven en Estados Unidos.
En la actualidad, las mujeres constituyen aproximadamente la mitad de nuestra mano de obra. Sin embargo, siguen ganando 77 centavos por cada dólar que gana un hombre. Eso está mal y, en el año 2014, es una vergüenza. Las mujeres merecen ganar lo mismo por realizar el mismo trabajo. Merecen tener la posibilidad de tener un hijo sin sacrificar su empleo. Una madre merece tener un día libre para atender a un hijo enfermo o a un padre enfermo sin meterse en apuros. ¿Y saben qué? Un padre también merece lo mismo. Es hora de acabar con las políticas laborales que parecen sacadas de un episodio de “Mad Men”. Este año unámonos todos, el Congreso, la Casa Blanca y el mundo empresarial de Wall Street a Main Street para darle a cada mujer la oportunidad que merece. Porque tengo la firme convicción de que cuando las mujeres tienen éxito, Estados Unidos tiene éxito.
Actualmente, las mujeres ocupan la mayoría de los empleos que pagan sueldos más reducidos, pero no son las únicas que se ven reprimidas por el estancamiento de los salarios. Las personas que viven en Estados Unidos comprenden que algunos van a ganar más que otros y no sentimos resentimiento de las personas que logran un éxito extraordinario debido a sus esfuerzos. Pero la amplia mayoría concuerda en que ninguna persona que trabaje a tiempo completo debería tener que criar a sus hijos en la pobreza bajo ninguna circunstancia.
Desde que le pedí a este Congreso que aumentara el salario mínimo hace un año, ya son cinco los estados que han aprobado leyes para aumentar el suyo. Muchas empresas lo han hecho por cuenta propia. Nick Chute se encuentra esta noche aquí acompañado de su jefe, John Soranno. John es el dueño de Punch Pizza en Mineápolis y Nick le ayuda a preparar la masa. Solo que ahora la masa le rinde más: John acaba de subirles el sueldo a sus empleados a diez dólares la hora: una decisión que alivió sus aprietos económicos y les levantó la moral.
Esta noche, les pido a los demás líderes empresariales de Estados Unidos que sigan el ejemplo de John y que hagan lo posible por aumentar el sueldo de sus trabajadores. A cada alcalde, gobernador y legislador estatal de Estados Unidos le digo lo siguiente: no hace falta que esperen a que actúe el Congreso, las personas que viven en Estados Unidos los respaldarán si abordan esta tarea. Y como director ejecutivo, tengo la intención de predicar con el ejemplo. Muchas corporaciones con una alta rentabilidad, como Costco, consideran que ofrecer salarios más altos es una manera inteligente de impulsar la productividad y reducir la rotación de personal. Nosotros deberíamos hacer lo mismo. En las próximas semanas, promulgaré una Orden Presidencial que requerirá que los contratistas federales paguen a sus empleados financiados por el gobierno federal un salario digno de por lo menos $10.10 por hora, ya que si cocinan la comida de nuestras tropas o limpian sus platos, no deberían tener que vivir en la pobreza.
Por supuesto, para que esto alcance a más millones de personas, necesitamos el apoyo del Congreso. Hoy, el salario mínimo federal vale un veinte por ciento menos que lo que valía cuando Ronald Reagan subió a este estrado por primera vez. Tom Harkin y George Miller tienen un proyecto de ley para resolver esto que sube el salario mínimo a $10.10. Esto va a ayudar a las familias. Hará que haya consumidores con más dinero para gastar en los negocios. No conlleva la creación de ningún programa burocrático nuevo. Así que únanse al resto del país. Digan sí. Denle un aumento a Estados Unidos.
Hay otros pasos que podemos dar para ayudar a las familias a llegar a fin de mes y uno de los más eficaces a la hora de reducir las desigualdades y ayudar a las familias a salir adelante mediante el trabajo duro es el Crédito Fiscal por Ingreso del Trabajo. Ahora mismo, ayuda aproximadamente a la mitad de los padres en un momento u otro. Pero estoy de acuerdo con algunos republicanos como el Senador Rubio en que no ayuda lo suficiente a los trabajadores solteros que no tienen hijos. De manera que trabajemos juntos para reforzar este crédito, recompensar el trabajo y ayudar a más personas que viven en Estados Unidos a salir adelante.
Hagamos más por ayudar a las personas que viven en este país a ahorrar para su jubilación. Hoy en día, la mayoría de los trabajadores no tienen una pensión. Por lo general, los cheques del Seguro Social no son suficientes por sí solos. Y a pesar de que la bolsa ha duplicado su valor en los últimos cinco años, eso no ayuda a la gente que no tiene planes 401(k). Por este motivo, mañana mismo voy a ordenar al Tesoro que cree una nueva forma para que los trabajadores estadounidenses puedan comenzar a ahorrar para la jubilación: MyRA. Es un nuevo bono de ahorros que anima a la gente a crear un fondo. MyRA garantiza una rentabilidad digna sin riesgo de perder los aportes. Y si este Congreso quiere ayudar, les pido que trabajen conmigo para enmendar un código tributario que está patas arriba ya que incluye grandes exenciones impositivas para ayudar a las personas más ricas a ahorrar, pero otorga poco o nada a las personas de clase media. Ofrezcan a todas las personas que viven en Estados Unidos una IRA automática en el trabajo, para que puedan ahorrar en sus empleos como todos los que están en esta cámara. Y como para muchas familias, la inversión más importante que harán en sus vidas es su hogar, envíenme un proyecto de ley que proteja a los contribuyentes de manera que nunca más tengan que pagar la cuenta de una crisis inmobiliaria y que además mantenga vivo el sueño de tener un hogar propio para las futuras generaciones en nuestro país.
Un último punto en materia de seguridad financiera. Durante décadas, ha habido pocas cosas que hayan expuesto a las familias trabajadoras a más adversidades económicas que un deteriorado sistema de cuidado de salud. Y, en caso de que no se hayan enterado, vamos camino a solucionar ese tema.
Las afecciones preexistentes solían significar que las personas como Amanda Shelley, una madre soltera de Arizona que trabaja como asistente médica, no podían obtener un seguro de salud. Pero el 1.º de enero, Amanda obtuvo cobertura. El 3 de enero, sintió un dolor agudo. El 6 de enero, se operó de emergencia. Si esto hubiera ocurrido una semana antes, según Amanda, la cirugía le hubiera llevado a la bancarrota.
Esa es la razón de ser de la reforma del seguro de salud: poder tener la tranquilidad de que si les ocurre una desgracia no van a tener que perder todo.
Ahora mismo, gracias a la Ley del Cuidado de Salud a Bajo Precio, más de tres millones de personas menores de 26 años que viven en Estados Unidos han obtenido cobertura mediante los planes de salud de sus padres.
Más de nueve millones de personas que viven en Estados Unidos se han inscrito en un seguro de salud privado o han obtenido cobertura de Medicaid.
Y les paso otra cifra: cero. Gracias a esta ley, a ninguna persona que viva en este país se le puede quitar o denegar la cobertura debido a una afección preexistente como asma, dolor de espalda o cáncer. A ninguna mujer se le puede cobrar más simplemente porque es mujer. Además, hicimos todo esto a la vez que le dimos más años de vida a las finanzas de Medicare, mantuvimos fijas las primas de Medicare y redujimos los costos de los medicamentos con receta para millones de personas de la tercera edad.
Ahora bien, no espero convencer a mis amigos republicanos de los méritos de esta ley. Pero sé que el pueblo estadounidense no está interesado en volver a repetir viejos enfrentamientos. Lo digo una vez más: si tienen planes concretos para reducir costos, asegurar a más personas y dar más opciones a la gente, díganle a Estados Unidos qué es lo que harían de forma diferente. Vamos a ver si los números cuadran. Pero no volvamos a tener otra votación con cuarenta y pico de votos simbólicos para revocar una ley que ya está ayudando a millones de personas que viven en Estados Unidos como Amanda. Los primeros cuarenta fueron más que suficientes. Mensaje recibido. Todos nosotros tenemos el deber de decirle al pueblo estadounidense de qué estamos a favor y no solo de qué estamos en contra.
Y si quieren saber el impacto real que está teniendo esta ley, hablen simplemente con el Gobernador Steve Beshear de Kentucky, que se encuentra aquí esta noche. Kentucky no es la región más liberal del país, pero él tiene una verdadera obsesión cuando se trata de cubrir a las familias de su mancomunidad. “Son nuestros amigos y vecinos”, afirma. “Son gente con la que compramos y vamos a la iglesia, agricultores que manejan sus tractores, cajeros de supermercado; son personas que van a trabajar todas las mañanas y rezan para no enfermarse. Nadie merece vivir de esa forma”.
Steve tiene razón. Por esa razón, esta noche les pido a todas las personas que viven en Estados Unidos que conocen a alguien que no tiene seguro de salud que lo ayuden a obtener cobertura antes del 31 de marzo. Madres, hagan que sus hijos se inscriban. Hijos, llamen a sus madres y ayúdenlas a llenar la solicitud. Se sentirán un poco más tranquilas, y además estarán muy contentas de tener noticias suyas.
Después de todo, ese es el espíritu que ha hecho que esta nación siempre avance. Es el espíritu del deber cívico: el reconocimiento de que podemos perseguir nuestros sueños individuales mediante el trabajo arduo y la responsabilidad y, sin embargo, no dejar de aunar esfuerzos como una gran familia estadounidense para asegurarnos de que la próxima generación también pueda perseguir sus sueños.
El deber cívico implica luchar por el derecho al voto de todas las personas. El año pasado, se debilitó parte de la Ley de Derecho al Voto. Pero los republicanos conservadores y los demócratas liberales están trabajando juntos para fortalecerla, mientras que la comisión bipartidista que nombré el año pasado ha propuesto reformas para que nadie tenga que esperar más de media hora para votar. Respaldemos estos esfuerzos. El impulsor de nuestra democracia debería ser el poder de nuestros votos y no el tamaño de nuestra cuenta bancaria.
El deber cívico implica alzarse en defensa de las vidas que todos los días nos arrebata la violencia con armas de fuego. He visto el coraje de los padres, los estudiantes, los pastores y los agentes de policía en todo el país que dicen “no tenemos miedo”, y tengo el propósito de seguir intentando ayudar a evitar que le ocurran más tragedias a gente inocente en cines, centros comerciales o escuelas como Sandy Hook. Y lo haré con o sin ayuda del Congreso.
El deber cívico exige un sentido de causa común, la participación en el difícil trabajo de autogobierno y la responsabilidad de servir a nuestras comunidades. Y sé que esta cámara está de acuerdo conmigo en que pocas personas brindan un mayor servicio al país que nuestros diplomáticos y los hombres y mujeres de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos.
Esta noche, gracias a los extraordinarios militares y civiles que arriesgan y sacrifican sus vidas para que vivamos en libertad, Estados Unidos es un lugar más seguro. Cuando asumí el cargo, había casi 180,000 estadounidenses prestando servicio en Irak y Afganistán. A día de hoy, ya no tenemos tropas en Irak. Más de 60,000 de nuestros soldados ya han vuelto a casa de Afganistán. Ahora las fuerzas afganas están al mando de su propia seguridad, por lo que nuestras tropas han pasado a desempeñar un papel de apoyo. Completaremos la misión allí junto con nuestros aliados a fines de este año y la guerra más larga de la historia estadounidense habrá llegado a su fin.
Luego de 2014, respaldaremos a un Afganistán unificado mientras asume la responsabilidad de su propio futuro. Si el gobierno afgano firma el acuerdo de seguridad que hemos negociado, es posible que un destacamento reducido de soldados estadounidenses permanezca en Afganistán con los aliados de la OTAN para llevar a cabo dos misiones limitadas: entrenar y asistir a las fuerzas afganas y realizar operaciones antiterroristas para perseguir a los restos de Al Qaeda. Porque aunque nuestra relación con Afganistán cambie, hay algo que no va a cambiar: nuestra determinación de que los terroristas no lancen ataques contra nuestro país.
La realidad es que el peligro sigue existiendo. A pesar de que hemos puesto a la cúpula de Al Qaeda camino a la derrota, la amenaza ha evolucionado a medida que las organizaciones afiliadas a Al Qaeda y otros extremistas se han radicado en diferentes partes del mundo. En Yemen, Somalia, Irak y Mali tenemos que seguir trabajando con nuestros socios para interrumpir y desarmar estas redes. En Siria apoyaremos a los grupos de oposición que rechazan los planes de las redes terroristas. Aquí en casa, seguiremos fortaleciendo nuestras defensas y combatiremos las nuevas amenazas, como los ciberataques. Y al reformar nuestro presupuesto de defensa, tenemos que seguir siendo fieles a nuestros hombres y mujeres uniformados e invertiremos en la capacitación que necesitan para triunfar en las misiones del futuro.
Debemos mantenernos alerta. Pero tengo la convicción de que nuestro liderazgo y nuestra seguridad no pueden depender exclusivamente de nuestro ejército. Como Comandante en Jefe, he usado la fuerza cuando ha sido necesario para proteger al pueblo estadounidense y nunca dudaré en hacerlo mientras ocupe este cargo. Pero no pondré a nuestras tropas en situaciones de peligro a menos que sea absolutamente necesario ni permitiré que nuestros hijos e hijas permanezcan atrapados en conflictos interminables. Debemos luchar en las batallas en las que tiene sentido luchar, no aquellas en las que prefieren vernos involucrados los terroristas, como es el caso de los despliegues de tropas de gran escala que merman nuestra fuerza y que pueden, en última instancia, incitar el extremismo.
Por lo tanto, a pesar de que debemos seguir persiguiendo de forma agresiva a las redes terroristas mediante esfuerzos mejor enfocados y desarrollando la capacidad de nuestros aliados extranjeros, Estados Unidos tiene que dejar atrás esta situación de estar permanentemente en pie de guerra. Es por eso que he impuesto límites prudentes en el uso de los drones: porque no vamos a estar más seguros si en el extranjero la gente cree que realizamos ataques en sus países sin tener en cuenta las consecuencias. Y es por eso que voy a trabajar junto con este Congreso con el fin de reformar nuestros sistemas de vigilancia, ya que el trabajo vital de nuestras agencias de inteligencia depende de que el público confíe, aquí y en el extranjero, en que no estamos violando la privacidad de la gente normal. Y con el fin de la guerra de Afganistán, este es el año indicado para que el Congreso levante las restricciones remanentes para los traslados de prisioneros y para que cerremos la prisión de la Bahía de Guantánamo, ya que no solo luchamos contra el terrorismo a través de las actividades de inteligencia y las acciones militares, sino también cuando permanecemos fieles a nuestros ideales constitucionales y damos ejemplo al resto del mundo.
Saben, en un mundo repleto de amenazas complejas, nuestra seguridad y nuestro liderazgo dependen de todos los elementos de nuestro poder, lo cual incluye una diplomacia fuerte y con principios. La diplomacia estadounidense ha conseguido el apoyo de más de cincuenta países para prevenir que los materiales nucleares caigan en manos equivocadas y nos ha permitido reducir nuestra propia dependencia en las reservas de armas de la Guerra Fría. La diplomacia estadounidense, respaldada por la amenaza del uso de la fuerza, es la razón por la que se están eliminando las armas químicas de Siria; y seguiremos trabajando con la comunidad internacional para dar lugar al futuro que merece el pueblo sirio: un futuro sin dictaduras, terror ni miedo. En este preciso momento, la diplomacia estadounidense está apoyando a los israelíes y los palestinos en las negociaciones difíciles pero necesarias que están llevando a cabo para acabar con el conflicto en esa región. El objetivo es conseguir dignidad y un estado independiente para los palestinos, y paz y seguridad duraderas para el estado de Israel, una nación judía que sabe que Estados Unidos siempre estará a su lado.
Y es la diplomacia estadounidense, respaldada por la presión, la que ha logrado suspender el progreso del programa nuclear de Irán y ha hecho retroceder una serie de componentes de dicho programa por primera vez en la última década. Mientras nos encontramos aquí reunidos, Irán ya ha comenzado a eliminar sus reservas de los grados más altos de uranio enriquecido. No se están instalando centrifugadoras avanzadas. Las inspecciones sin precedentes permiten al mundo verificar, día tras día, que Irán no está fabricando una bomba. Y con nuestros aliados y socios estamos llevando a cabo negociaciones para ver si podemos conseguir uno de nuestros objetivos comunes de manera pacífica: evitar que Irán obtenga un arma nuclear.
Estas negociaciones van a ser difíciles. Es posible que no tengan éxito. Tenemos muy claro que Irán apoya a organizaciones terroristas como Hizbulá, las cuales amenazan a nuestros aliados; y la falta de confianza entre nuestras naciones no va a desaparecer fácilmente. Pero estas negociaciones no dependen de la confianza: todos los acuerdos a largo plazo que acordemos deben estar basados en acciones comprobables que nos convenzan tanto a nosotros como a la comunidad internacional de que Irán no está fabricando una bomba nuclear. Si John F. Kennedy y Ronald Reagan pudieron negociar con la Unión Soviética, indudablemente un país fuerte y seguro de sí mismo como Estados Unidos puede negociar con adversarios de menor peso en la actualidad.
Las sanciones que aplicamos sirvieron para hacer posible esta oportunidad. Pero déjenme aclarar algo: si este Congreso me envía ahora un nuevo proyecto de ley de sanciones que amenaza con descarrilar estas negociaciones, lo vetaré. Por el bien de nuestra seguridad nacional, tenemos que darle una oportunidad de éxito a la diplomacia. Si los líderes de Irán no aprovechan esta oportunidad, yo seré el primero en requerir la aplicación de más sanciones y estaré listo para ejercer todas las opciones necesarias para asegurar que Irán no fabrique un arma nuclear. Pero si los líderes iraníes aprovechan esta coyuntura, entonces Irán podría dar un paso importante para volver a formar parte de la comunidad de naciones, y nosotros habremos solucionado uno de los desafíos principales en materia de seguridad de nuestra época evitando los riesgos de una guerra.
Por último, no olvidemos que nuestro liderazgo no está definido exclusivamente por la manera en la que nos defendemos contra las amenazas que afrontamos en el extranjero, sino por las inmensas oportunidades para hacer el bien y fomentar el entendimiento alrededor del mundo: para forjar una mayor cooperación, expandir nuevos mercados, liberar a la gente del miedo y la miseria. Y no hay ningún país que se encuentre en mejor posición que Estados Unidos para sacar provecho de dichas oportunidades.
Nuestra alianza con Europa sigue siendo la coalición más fuerte de toda la historia. De Túnez a Birmania, estamos apoyando a aquellos que están dispuestos a realizar el arduo trabajo de construir una democracia. En Ucrania, defendemos el principio de que toda la gente tiene derecho a expresarse libre y pacíficamente y a tener voz y voto en el futuro del país. De un extremo a otro de África, estamos creando lazos entre las empresas y los gobiernos para que dupliquen el acceso a la electricidad y ayuden a acabar con la pobreza extrema. En el continente americano, estamos construyendo nuevas vías de comercio a la vez que ampliamos los intercambios culturales y educativos entre la gente joven. Y continuaremos poniendo el punto de mira en la región Asia-Pacífico, donde apoyamos a nuestros aliados para formar un futuro de mayor seguridad y prosperidad, y para tender una mano a aquellos que han sido devastados por desastres naturales; como hicimos en Filipinas, donde nuestros marines y civiles se apresuraron a ayudar a los perjudicados por el tifón y fueron recibidos con palabras como “No olvidaremos nunca su bondad” y “¡Dios bendiga a Estados Unidos!”
Hacemos estas cosas porque ayudan a promover nuestra seguridad a largo plazo. Y las hacemos porque creemos en la dignidad e igualdad inherentes a todos los seres humanos, independientemente de su raza o religión, credo u orientación sexual. Y la semana próxima, el mundo será testigo de una expresión de ese compromiso cuando el equipo de EE. UU. entre al estadio olímpico marchando con la bandera roja, blanca y azul, y traiga a casa el oro.
Conciudadanos, ningún otro país del mundo hace lo que hacemos nosotros. El mundo centra su atención en nosotros en todos los temas, no solo por el volumen de nuestra economía o nuestro poder militar, sino por los ideales que defendemos y las responsabilidades que asumimos para promover dichos ideales.
Ninguna persona entiende esto mejor que aquellos que sirven de uniforme. A medida que nos acercamos al final de este período de guerra, una nueva generación de héroes regresa a la vida civil. Seguiremos recortando los plazos de espera para que nuestros veteranos reciban los beneficios que se han ganado y nuestros guerreros heridos reciban el cuidado de salud que necesitan, lo cual incluye cuidado de salud mental. Seguiremos trabajando para ayudar a que todos nuestros veteranos puedan emplear sus habilidades y su liderazgo en puestos de trabajo aquí, en nuestro país. Y todos seguimos uniendo fuerzas para honrar y apoyar a nuestras extraordinarias familias militares.
Permítanme contarles algo de una de esas familias a la que he tenido el placer de conocer.
Conocí a Cory Remsburg, un orgulloso Ranger del ejército, en Omaha Beach en el 65.o aniversario del Día D. Junto con algunos de sus compañeros de los Rangers, me guió durante el programa: un joven fuerte, impresionante, desenvuelto, con mucha chispa. Bromeamos y sacamos unas fotos, y le dije que se mantuviera en contacto.
Un par de meses más tarde, en su décimo despliegue, Cory casi muere por una explosión masiva de una bomba que se encontraba en una cuneta en Afganistán. Sus compañeros lo encontraron en un canal, boca abajo, sumergido en el agua, con metralla en el cerebro.
Permaneció en coma durante meses. La siguiente vez que lo vi, estaba en el hospital y no podía hablar; casi no se podía mover. A lo largo de los años, se ha sometido a docenas de cirugías y operaciones, y ha realizado incontables horas de rehabilitación extenuante todos los días.
Incluso ahora, Cory sigue ciego de un ojo. Sigue teniendo dificultades en su lado izquierdo. Pero poco a poco, de manera constante, con el apoyo de cuidadores como su padre Craig y la comunidad que lo rodea, Cory se ha hecho más fuerte. Día tras día, ha vuelto a aprender a hablar, ha vuelto a ponerse de pie y ha vuelto a caminar; y está trabajando con miras a un futuro en el que pueda volver a servir a su país.
“Mi recuperación no ha sido fácil”, dice. “En la vida, nada de lo que tiene algo de valor es fácil”.
Cory se encuentra aquí está noche. Y como el ejército que ama, como los Estados Unidos a los que sirve, el Sargento de Primera Clase Cory Remsburg nunca se da por vencido. No tira la toalla.
Conciudadanos, los hombres y mujeres como Cory nos recuerdan que nunca ha sido fácil lograr un país como Estados Unidos. Nuestra libertad, nuestra democracia: nunca han sido fáciles de lograr. A veces tropezamos, cometemos errores, nos frustramos o nos desilusionamos. Sin embargo, durante más de dos cientos años, hemos dejado esas cosas a un lado y hemos arrimado nuestro hombro colectivo a favor del progreso: para crear, construir y expandir las posibilidades de nuestros logros individuales; para liberar a otras naciones de la tiranía y del miedo; para promover la justicia, la equidad y la igualdad ante la ley, de manera que las palabras plasmadas en un papel por nuestros fundadores se transformen en realidad para cada uno de nuestros ciudadanos. Los Estados Unidos que queremos para nuestros hijos: un país en crecimiento donde abunda el trabajo honesto y las comunidades son fuertes; donde la prosperidad es compartida ampliamente y las oportunidades para todos nos permiten llegar tan lejos como nos lleven nuestro sueños y esfuerzos. Nada de eso es fácil. Pero si trabajamos juntos, si apelamos a nuestras mejores cualidades, con nuestros pies firmemente plantados en la actualidad pero vislumbrando el mañana, sé que está a nuestro alcance.
Créanlo.
Que Dios los bendiga y que Dios bendiga a Estados Unidos de América.
Hoy en Estados Unidos, una maestra le dio un poco más de tiempo a un alumno que lo necesitaba e hizo la parte que le correspondía por elevar la tasa de graduación del país a su nivel más alto en más de tres décadas.
Una empresaria encendió las luces de su nueva empresa de tecnología e hizo la parte que le correspondía por añadir puestos de trabajo a los más de ocho millones de empleos nuevos que han creado nuestras empresas en los últimos cuatro años.
Un trabajador de la industria automotriz dio los últimos retoques en algunos de los automóviles de menor consumo de combustible en el mundo e hizo la parte que le correspondía por ayudar a Estados Unidos a reducir su dependencia del petróleo extranjero.
Un agricultor se preparó para la primavera después del período de cinco años más fuerte en la exportación agrícola de nuestra historia. Un médico rural le dio a un niño la primera receta para tratar el asma que su madre pudo pagar. Un hombre volvió a su casa en autobús después de completar su turno de noche en el cementerio, agotado pero lleno de sueños ambiciosos para su hijo. Y en comunidades muy unidas de todo Estados Unidos, padres y madres pondrán a sus hijos en la cama, abrazarán a sus cónyuges, recordarán a compañeros caídos y darán gracias por estar en sus casas después de una guerra que, tras doce largos años, por fin llega a su fin.
Esta noche, esta cámara habla con la gente a la que representa con una sola voz: son ustedes, nuestros ciudadanos, quienes hacen más fuerte el estado de nuestra unión.
Estos son los resultados de nuestros esfuerzos: La tasa de desempleo más baja en más de cinco años. Un mercado inmobiliario en auge. Un sector manufacturero que añade empleos por primera vez desde la década de 1990. Más petróleo producido en el país que lo que compramos del resto del mundo, la primera vez que sucede eso en casi veinte años. Nuestros déficits, reducidos en más de la mitad. Y por primera vez en más de una década, los líderes empresariales de todo el mundo han declarado que China ya no es el lugar número uno del mundo para invertir. Estados Unidos lo es.
Por eso creo firmemente que este puede ser un año decisivo para Estados Unidos. Después de cinco años de dificultades y determinación, Estados Unidos se encuentra en una mejor posición para el siglo XXI que cualquier otra nación en la Tierra.
La pregunta para todos en esta cámara, que abarca todas las decisiones que tomemos este año, es si vamos a ayudar o a dificultar este proceso. Desde hace varios años ya, esta ciudad se ha visto consumida por una discusión resentida sobre el tamaño adecuado que debería tener el gobierno federal. Es un debate importante que se remonta a nuestro nacimiento como nación. Pero cuando el propio debate no nos deja cumplir con las funciones más básicas de nuestra democracia, cuando nuestras diferencias cierran el gobierno o amenazan la plena fe y crédito de Estados Unidos, entonces no estamos haciendo lo correcto para las personas que viven en Estados Unidos.
Como Presidente, mi compromiso es hacer que Washington funcione mejor y restaurar la confianza de la gente que nos puso aquí. Estoy convencido de que el compromiso de la mayoría de ustedes es ese también. El mes pasado, gracias al esfuerzo de demócratas y republicanos, este Congreso por fin elaboró un presupuesto que deshace algunos de los recortes severos del año pasado en prioridades como la educación. Nadie consiguió todo lo que quería, y aun podemos hacer más para invertir en el futuro de este país al mismo tiempo que reducimos el déficit de manera equilibrada. Sin embargo, el acuerdo sobre el presupuesto debería darnos más libertad para concentrarnos en crear nuevos puestos de trabajo en vez de nuevas crisis.
En los meses siguientes, veamos de qué otras formas podemos progresar juntos. Hagamos que este sea un año de acción. Eso es lo que quiere la mayoría de las personas que viven en Estados Unidos, que todos en esta cámara nos concentremos en sus vidas, sus sueños, sus aspiraciones. Y lo que yo creo que une a las personas de esta nación, independientemente de su raza o región o partido, jóvenes o mayores, ricos o pobres, es la simple y profunda creencia en las oportunidades para todos; saber que si uno trabaja con tesón y se responsabiliza, puede salir adelante.
Admitámoslo: esa creencia ha sido objeto de muchos grandes ataques. Durante más de tres décadas, incluso antes del impacto de la Gran Recesión, enormes cambios en tecnología y competencia global eliminaron muchos buenos trabajos de clase media y debilitaron las bases económicas de las que dependen nuestras familias.
Hoy, después de cuatro años de crecimiento económico, las ganancias corporativas y los precios bursátiles casi nunca han estado tan altos y aquellos en la cima nunca han tenido más éxito. Pero los salarios promedio casi no se han movido. La desigualdad se ha acentuado. El ascenso social se ha paralizado. La dura realidad y fría es que incluso en medio de una recuperación, demasiadas personas que viven en Estados Unidos trabajan más que nunca solo para salir adelante, por no logran mejorar su situación. Y demasiadas personas todavía no tienen trabajo.
Nuestra responsabilidad es cambiar estas tendencias. No sucederá de inmediato y no estaremos de acuerdo con todo. Sin embargo, lo que ofrezco esta noche es un conjunto de propuestas específicas y prácticas para acelerar el crecimiento, fortalecer la clase media y construir nuevas escaleras de oportunidades a la clase media. Algunas requieren que el Congreso tome medidas y estoy deseoso de trabajar con todos ustedes. Sin embargo, Estados Unidos no se detendrá ni yo tampoco. Así que donde sea y cuando sea que pueda dar un paso sin legislación para ampliar las oportunidades para más familias que viven en Estados Unidos, eso es lo que voy a hacer.
Como es habitual, nuestra Primera Dama da un buen ejemplo. El programa “Let’s Move”, una asociación de Michelle con escuelas, empresas y líderes locales, ha ayudado a reducir los índices de obesidad de los niños por primera vez en treinta años, un logro que mejorará vidas y reducirá los costos del cuidado de salud durante muchas décadas. La alianza Joining Forces que Michelle y Jill Biden lanzaron ya ha alentado a muchas empresas a contratar o capacitar a casi 400,000 veteranos y cónyuges militares. Inspirados por esos ejemplos, la Casa Blanca acaba de organizar una Cumbre de Oportunidades Universitarias en la que 150 universidades, empresas y organizaciones sin fines de lucro ya se han comprometido específicamente a reducir las desigualdades en el acceso a la educación superior y ayudar a cada niño que trabaje duro a ir a la universidad y tener éxito en sus estudios. Por todo el país, nos estamos asociando con alcaldes, gobernadores y legislaturas estatales en temas que van desde la indigencia hasta la igualdad matrimonial.
La cuestión es que existen millones de las personas que viven en Estados Unidos fuera de Washington que están cansadas de oír las mismas discusiones políticas y son las que están haciendo avanzar a este país. Estas personas creen, igual que yo, que aquí en Estados Unidos, nuestro éxito debería depender no de dónde uno nace, sino de la tenacidad de nuestra ética laboral y el alcance de nuestros sueños. Eso es lo que trajo aquí a nuestros antepasados. Así es cómo la hija de un empleado de una fábrica llegó a ser directora ejecutiva del fabricante de automóviles más grande de Estados Unidos; cómo el hijo de un cantinero es presidente de la Cámara de Representantes; cómo el hijo de una madre soltera ha llegado a ser Presidente del país más grandioso del mundo. Lo que representamos es oportunidad. Y el proyecto decisivo de nuestra generación es recuperar esa promesa.
Sabemos dónde empezar: la mejor forma de medir oportunidad es el acceso a un buen trabajo. Gracias a la reactivación de la economía, las empresas dicen que pretenden contratar a más personas este año. Y más de la mitad de los grandes fabricantes dicen que están pensando transferir a Estados Unidos trabajos del extranjero.
Ayudemos a más compañías a tomar esa decisión. Tanto demócratas como republicanos han debatido que nuestro código fiscal está repleto de lagunas tributarias excesivas y complicadas que castigan a las empresas que invierten aquí y recompensan a las que guardan sus ganancias en el extranjero. Vamos a darle la vuelta a esa ecuación. Trabajemos juntos para cerrar esas lagunas tributarias, acabemos con esos incentivos para mandar empleos al extranjero y bajemos los impuestos a las empresas que crean empleos aquí en el país.
Es más, podemos emplear el dinero que ahorremos con esta transición hacia una reforma fiscal para crear empleos y arreglar nuestras carreteras, mejorar nuestros puertos, resolver nuestros atascos. En la economía global de hoy día, los trabajos de primera clase se traducen en infraestructura de primera clase. Necesitaremos que el Congreso proteja más de tres millones de trabajos si terminan de redactar los proyectos de ley de transporte y vías fluviales este verano. Pero yo haré los recortes burocráticos que me corresponden y reestructuraré el proceso de licencias para proyectos clave, para que podamos conseguir que más obreros de la construcción se pongan a trabajar lo antes posible.
También tenemos la oportunidad, ahora mismo, de ganarles a otros países en la carrera hacia la próxima oleada de trabajos de fabricación de alta tecnología. Mi administración ha lanzado dos centros para la fabricación de alta tecnología en Raleigh y Youngstown, donde hemos conectado a empresas con universidades de investigación para ayudar a Estados Unidos a liderar el mundo con tecnologías avanzadas. Esta noche aprovecho para anunciar que vamos a lanzar seis más este año. Proyectos de ley bipartidistas en las dos cámaras podrían duplicar el número de estos centros y los empleos que crearían. Así que pongan esos proyectos de ley en mi despacho y ayudemos a más personas que viven en Estados Unidos a regresar al trabajo.
Hagamos más para ayudar a los empresarios y los dueños de pequeñas empresas que crean la mayoría de los trabajos nuevos en Estados Unidos. En los últimos cinco años, mi administración ha hecho más préstamos a dueños de pequeñas empresas que cualquier otra. Cuando el noventa y ocho por ciento de nuestros exportadores son pequeñas empresas, nuevas asociaciones comerciales con Europa y la región Asia-Pacífico les ayudarán a crear más trabajos. Debemos trabajar juntos en herramientas como la autoridad de promoción comercial bipartidista para proteger a nuestros trabajadores, proteger nuestro medio ambiente y crear nuevos mercados para nuevos productos que tengan la marca de “Hecho en EE. UU.” China y Europa no se están quedando al margen. Nosotros tampoco debemos hacerlo.
Sabemos que la nación que hoy apueste por la innovación será mañana la dueña de la economía mundial. Esa es una ventaja a la que no puede renunciar Estados Unidos. La investigación financiada con fondos federales contribuyó a que surgieran las ideas y los inventos detrás de Google y de los teléfonos inteligentes. Y por eso el Congreso debería reparar los daños que causaron los recortes en investigación del año pasado, para que podamos dar rienda suelta al próximo gran descubrimiento estadounidense, ya sea de vacunas que se adelantan a bacterias resistentes a fármacos, o un material tan fino como el papel que es más fuerte que el acero. Y aprobemos un proyecto de ley de reforma de patentes que ayude a nuestras empresas a concentrarse en la innovación, no en litigios innecesarios y costosos.
Ahora bien, uno de los factores principales para traer más empleos de vuelta es nuestro compromiso con la energía estadounidense. La estrategia integral para la energía que anuncié hace unos de años está funcionando y, hoy por hoy, Estados Unidos está más cerca de la independencia energética que desde hace décadas.
Una de las razones es el gas natural: si se extrae de forma segura, es el combustible que sirve de puente que puede proporcionar energía a nuestra economía con mucha menos contaminación de carbono que causa el cambio climático. Las empresas pretenden invertir casi $100,000 millones en nuevas fábricas que usan gas natural. Eliminaré los impedimentos burocráticos para ayudar a los estados a construir esas fábricas y este Congreso puede ayudar poniendo a personal para trabajar en la construcción de estaciones de servicio que transformen más automóviles y camiones de petróleo extranjero a gas natural estadounidense. Mi administración continuará trabajando con el sector para mantener los niveles de producción y crecimiento laboral, al mismo tiempo que refuerza la protección de nuestro aire, nuestra agua y nuestras comunidades. Y ya que estamos, usaré la autoridad que se me otorga para proteger más de nuestros inmaculados parques naturales federales para las futuras generaciones.
Y la producción de petróleo y gas natural no es la única que está en pleno auge: también nos estamos convirtiendo en líder mundial en energía solar. Cada cuatro minutos, otro hogar o empresa en Estados Unidos adopta la energía solar; cada panel que se instala tiene detrás a un trabajador cuyo empleo no puede subcontratarse en el extranjero. Sigamos con ese progreso con una política fiscal más inteligente que deje de dar $4000 millones al año a las industrias de combustibles fósiles que no lo necesitan, para que podamos invertir más en los combustibles del futuro que sí precisan este tipo de inversión.
Y aunque hayamos aumentado la producción de energía, nos hemos asociado a empresas, constructoras y comunidades locales para reducir nuestro consumo de energía. Cuando rescatamos a nuestra industria automotriz, por ejemplo, trabajamos con ellos para establecer normativas de eficacia de combustible más altas para nuestros automóviles. En los próximos meses, sumaré a ese éxito el establecimiento de nuevas normativas para nuestros camiones, para que podamos seguir reduciendo el petróleo que importamos y lo que pagamos en el surtidor de las estaciones de gasolina.
En combinación, nuestra política energética está creando puestos de trabajo y nos convierte en un planeta más limpio y seguro. En los últimos ocho años, Estados Unidos ha reducido su contaminación de carbono más que cualquier otra nación en la Tierra. Pero tenemos que actuar con más urgencia porque el cambio climático ya ha empezado a hacer daño a las comunidades occidentales que sufren de sequía y a las ciudades costeras que tienen que lidiar con las inundaciones. Por eso he ordenado a mi administración a trabajar con los estados, los servicios públicos y demás para crear nuevas normativas sobre la cantidad de contaminación de carbono que nuestras centrales eléctricas pueden soltar al aire. El cambio a una economía energética más limpia no va a producirse de la noche a la mañana y requerirá tomar decisiones difíciles por el camino. Pero el debate ha concluido. El cambio climático es un hecho. Y cuando los hijos de nuestros hijos nos miren a la cara y nos pregunten si lo hicimos todo para dejarles un mundo más seguro y estable con nuevas fuentes de energía, quiero poder decir que sí lo hicimos.
Por último, si hablamos en serio sobre el crecimiento económico, es hora de responder al llamamiento de nuestros líderes empresariales, líderes laborales, líderes espirituales y de cumplimiento del orden público, y arreglar nuestro sistema de inmigración que no funciona. Los republicanos y los demócratas en el Senado se han movilizado. Sé que los miembros de ambos partidos en la Cámara de Representantes quieren hacer lo mismo. Los economistas independientes dicen que la reforma migratoria ayudará a nuestra economía a crecer y reducirá nuestro déficit en casi $1 billón en las próximas dos décadas. Y con buen motivo: cuando las personas viene aquí a hacer realidad sus sueños (estudiar, inventar y contribuir a nuestra cultura), hacen que nuestro país sea un lugar más atractivo para las empresas para encontrar y crear trabajos para todos. Consigamos este año aprobar una reforma migratoria.
Las ideas que he esbozado hasta ahora pueden acelerar el crecimiento y crear más puestos de trabajo. Pero en esta economía tan fluctuante, tenemos que asegurarnos de que cada una de las personas que viven en Estados Unidos tiene las aptitudes para realizar esos trabajos.
La buena noticia es que sabemos hacerlo. Hace dos años, cuando la industria automotriz tuvo su gran recuperación, Andra Rush abrió una empresa de manufactura en Detroit. Sabía que Ford necesitaba piezas para el camión más vendido de Estados Unidos y sabía cómo hacerlas. Solo necesitaba mano de obra. Llamó por teléfono a lo que llamamos un centro laboral estadounidense, un lugar donde la gente puede ir a conseguir la ayuda o la capacitación que necesitan para conseguir un trabajo nuevo o un trabajo mejor. Recibió una enorme cantidad de nuevos trabajadores. Y hoy, Detroit Manufacturing Systems tiene más de 700 empleados.
Lo que Andra y sus empleados han experimentado es lo que deberían experimentar todos los empresarios y todas las personas que buscan trabajo. Por eso, esta noche le he pedido al Vicepresidente Biden que sea el líder de una reforma en todos los sectores de los programas de capacitación de Estados Unidos para garantizar que tengan una misión central: capacitar a las personas que viven en Estados Unidos con las aptitudes que necesitan los empresarios y combinarlas con los buenos trabajos que necesitan cubrirse ahora mismo. Eso se traduce en más capacitación en el lugar de trabajo y más puestos de aprendizaje que ponen a un joven trabajador en una trayectoria ascendente para el resto de su vida. Se traduce en conectar a las compañías con las universidades comunitarias que pueden ayudar a diseñar programas de capacitación para satisfacer las necesidades específicas de las empresas. Y si el Congreso desea ayudar, pueden dirigir la financiación a los programas de éxito comprobado para conectar a más personas que viven en Estados Unidos y que se encuentran listas para trabajar con los puestos de trabajo disponibles.
También estoy convencido de que podemos ayudar a las personas que viven en Estados Unidos a reincorporarse a la fuerza laboral más rápidamente con una reforma del programa de seguro por desempleo para que resulte más eficaz en nuestra economía actual. Pero primero, este Congreso necesita restituir el seguro por desempleo que acaban de dejar vencer para más de 1.6 millones de personas.
Déjenme que les diga porqué. Misty DeMars es una madre de dos chicos jóvenes. Ha trabajado constantemente desde que era una adolescente. Se pagó sus propios estudios universitarios. Nunca cobró beneficios del seguro de desempleo. En mayo, ella y su esposo usaron los ahorros de toda su vida para comprar su primera vivienda. Una semana después, recortes presupuestarios hicieron que perdiera el trabajo que tanto le gustaba. El mes pasado, cuando se les terminó el seguro por desempleo, se sentó y me escribió una carta; el tipo de carta que recibo cada día. “Somos el rostro de la crisis de desempleo”, escribió. “No dependo del gobierno… Nuestro país depende de personas como nosotros que desarrollan profesiones, aportan a la sociedad... se preocupan de sus vecinos... Estoy segura de que con el tiempo encontraré un trabajo... pagaré mis impuestos y criaremos a nuestros hijos en su propia casa en la comunidad que amamos. Por favor, denos esa oportunidad”.
Congreso, deles a estas personas trabajadoras y responsables que viven en Estados Unidos esa oportunidad. Necesitan nuestra ayuda, pero más importante que eso, nuestro país necesita la integración de estas personas al mercado. Por eso he pedido a los directores ejecutivos que den una oportunidad a una cantidad mayor de los trabajadores que llevan tiempo desempleados para conseguir ese trabajo nuevo y una nueva oportunidad para mantener a sus familias; esta semana, muchos vendrán a la Casa Blanca a hacer real ese compromiso. Esta noche les pido a todos los líderes empresariales en Estados Unidos que se unan a nosotros y hagan lo mismo, porque somos más fuertes cuando el país cuenta con un equipo completo.
Por supuesto, no es suficiente con capacitar a la mano de obra actual. También tenemos que preparar a los trabajadores del futuro, garantizando que todos los niños tengan acceso a una educación de primer nivel.
Estiven Rodríguez no podía hablar ni una palabra de inglés cuando se mudó a Nueva York a la edad de nueve años. Pero el mes pasado, gracias al respaldo de sus excelentes maestros y de un innovador programa de apoyo pedagógico, lideró una marcha de sus compañeros de clase a través de una muchedumbre de vecinos y padres que los alentaron desde su escuela secundaria hasta la oficina de correos para enviar sus solicitudes de ingreso a la universidad. Y este hijo de un obrero de fábrica acaba de recibir la noticia de que empieza la universidad en otoño de este año.
Hace cinco años, nos propusimos darles más oportunidades a nuestros niños. Trabajamos junto con las entidades de crédito para reformar los préstamos estudiantiles, y en la actualidad hay más jóvenes obteniendo títulos universitarios que en ninguna otra época. Gracias a la ayuda de gobernadores de los dos partidos, el programa Race to the Top (Carrera a la Cima) ha ayudado a los estados a aumentar las expectativas de desempeño de los alumnos. Desde Tennessee hasta Washington, D.C., los maestros y los directores de las escuelas están dando pasos de gigante para preparar a los estudiantes y capacitarlos para la nueva economía: resolución de problemas, razonamiento crítico, ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas. Algunos de estos cambios son difíciles. Requieren muchas cosas, desde planes de estudio más rigurosos y padres más exigentes hasta un mayor apoyo de los maestros y nuevas maneras de medir la capacidad de razonar de nuestros niños en vez de la capacidad de llenar un círculo en una prueba. Pero vale la pena y está funcionando.
El problema es que todavía no estamos llegando a suficientes niños y que no estamos llegando a ellos a tiempo. Esto tiene que cambiar.
Las investigaciones muestran que una de las mejores inversiones que podemos hacer en la vida de un niño es brindarle una educación inicial de alta calidad. El año pasado, pedí a este mismo Congreso que ayudara a los estados para que todos los niños de cuatro años tuvieran acceso a la educación preescolar de alta calidad. Como padre y Presidente, vuelvo a realizar el mismo pedido esta noche. Entretanto, sin embargo, treinta estados han recaudado fondos por cuenta propia para sus sistemas de educación preescolar. Ellos saben que no podemos esperar. Así que al igual que hicimos al trabajar con los estados para reformar nuestras escuelas, este año también realizaremos inversiones en nuevas colaboraciones con estados y comunidades a lo largo y ancho del país en una carrera a la cima para el bien de nuestros niños más pequeños. Y mientras el Congreso decide qué es lo que va a hacer, voy a formar una coalición de funcionarios electos, líderes empresariales y filántropos que estén dispuestos a ayudar a más niños a tener acceso a la educación preescolar de alta calidad que necesitan.
El año pasado, también me comprometí a conectar al noventa y nueve por ciento de nuestros estudiantes a redes de banda ancha de alta velocidad en el transcurso de cuatro años. Esta noche, puedo anunciar que con el patrocinio de la FCC y de compañías como Apple, Microsoft, Sprint y Verizon, tenemos la financiación inicial para empezar a conectar a más de 15,000 escuelas y veinte millones de estudiantes en los próximos dos años sin añadir ni un centavo al déficit.
Estamos trabajando para rediseñar las escuelas y asociarlas a las universidades y a las empresas que ofrecen la educación y la capacitación práctica del mundo real que pueden conducir de forma directa a un trabajo y una carrera. Estamos revolucionando nuestro sistema de educación superior con el objeto de brindar más información a los padres y más incentivos a las universidades para que la educación sea más accesible a fin de que ningún joven de clase media se vea excluido de la educación universitaria por motivos económicos. Estamos ofreciendo a millones de estudiantes la oportunidad de pagar sus préstamos estudiantiles con cuotas mensuales que no pueden superar el diez por ciento de sus ingresos, y quiero trabajar con el Congreso para ver cómo podemos ayudar a una cantidad todavía mayor de personas que viven en Estados Unidos que se sienten atrapadas por la deuda de sus préstamos estudiantiles. Y estoy tendiendo lazos a varias de las empresas y fundaciones más importantes de Estados Unidos para lanzar una iniciativa dirigida a ayudar a más jóvenes de color en situación de desventaja a continuar sus estudios y alcanzar su verdadero potencial.
En definitiva, Michelle y yo queremos que todos los niños tengan la misma oportunidad que este país nos dio a nosotros. Pero hoy en día demasiados jóvenes que consiguen su primer empleo tienen la impresión de que el Sueño Americano es una promesa vacía. Por lo tanto, sabemos que nuestro programa de creación de oportunidades no estará completo a menos que hagamos más esfuerzos para asegurarnos de que nuestra economía honre la dignidad del trabajo y que la dedicación al trabajo brinde sus frutos para todas las personas que viven en Estados Unidos.
En la actualidad, las mujeres constituyen aproximadamente la mitad de nuestra mano de obra. Sin embargo, siguen ganando 77 centavos por cada dólar que gana un hombre. Eso está mal y, en el año 2014, es una vergüenza. Las mujeres merecen ganar lo mismo por realizar el mismo trabajo. Merecen tener la posibilidad de tener un hijo sin sacrificar su empleo. Una madre merece tener un día libre para atender a un hijo enfermo o a un padre enfermo sin meterse en apuros. ¿Y saben qué? Un padre también merece lo mismo. Es hora de acabar con las políticas laborales que parecen sacadas de un episodio de “Mad Men”. Este año unámonos todos, el Congreso, la Casa Blanca y el mundo empresarial de Wall Street a Main Street para darle a cada mujer la oportunidad que merece. Porque tengo la firme convicción de que cuando las mujeres tienen éxito, Estados Unidos tiene éxito.
Actualmente, las mujeres ocupan la mayoría de los empleos que pagan sueldos más reducidos, pero no son las únicas que se ven reprimidas por el estancamiento de los salarios. Las personas que viven en Estados Unidos comprenden que algunos van a ganar más que otros y no sentimos resentimiento de las personas que logran un éxito extraordinario debido a sus esfuerzos. Pero la amplia mayoría concuerda en que ninguna persona que trabaje a tiempo completo debería tener que criar a sus hijos en la pobreza bajo ninguna circunstancia.
Desde que le pedí a este Congreso que aumentara el salario mínimo hace un año, ya son cinco los estados que han aprobado leyes para aumentar el suyo. Muchas empresas lo han hecho por cuenta propia. Nick Chute se encuentra esta noche aquí acompañado de su jefe, John Soranno. John es el dueño de Punch Pizza en Mineápolis y Nick le ayuda a preparar la masa. Solo que ahora la masa le rinde más: John acaba de subirles el sueldo a sus empleados a diez dólares la hora: una decisión que alivió sus aprietos económicos y les levantó la moral.
Esta noche, les pido a los demás líderes empresariales de Estados Unidos que sigan el ejemplo de John y que hagan lo posible por aumentar el sueldo de sus trabajadores. A cada alcalde, gobernador y legislador estatal de Estados Unidos le digo lo siguiente: no hace falta que esperen a que actúe el Congreso, las personas que viven en Estados Unidos los respaldarán si abordan esta tarea. Y como director ejecutivo, tengo la intención de predicar con el ejemplo. Muchas corporaciones con una alta rentabilidad, como Costco, consideran que ofrecer salarios más altos es una manera inteligente de impulsar la productividad y reducir la rotación de personal. Nosotros deberíamos hacer lo mismo. En las próximas semanas, promulgaré una Orden Presidencial que requerirá que los contratistas federales paguen a sus empleados financiados por el gobierno federal un salario digno de por lo menos $10.10 por hora, ya que si cocinan la comida de nuestras tropas o limpian sus platos, no deberían tener que vivir en la pobreza.
Por supuesto, para que esto alcance a más millones de personas, necesitamos el apoyo del Congreso. Hoy, el salario mínimo federal vale un veinte por ciento menos que lo que valía cuando Ronald Reagan subió a este estrado por primera vez. Tom Harkin y George Miller tienen un proyecto de ley para resolver esto que sube el salario mínimo a $10.10. Esto va a ayudar a las familias. Hará que haya consumidores con más dinero para gastar en los negocios. No conlleva la creación de ningún programa burocrático nuevo. Así que únanse al resto del país. Digan sí. Denle un aumento a Estados Unidos.
Hay otros pasos que podemos dar para ayudar a las familias a llegar a fin de mes y uno de los más eficaces a la hora de reducir las desigualdades y ayudar a las familias a salir adelante mediante el trabajo duro es el Crédito Fiscal por Ingreso del Trabajo. Ahora mismo, ayuda aproximadamente a la mitad de los padres en un momento u otro. Pero estoy de acuerdo con algunos republicanos como el Senador Rubio en que no ayuda lo suficiente a los trabajadores solteros que no tienen hijos. De manera que trabajemos juntos para reforzar este crédito, recompensar el trabajo y ayudar a más personas que viven en Estados Unidos a salir adelante.
Hagamos más por ayudar a las personas que viven en este país a ahorrar para su jubilación. Hoy en día, la mayoría de los trabajadores no tienen una pensión. Por lo general, los cheques del Seguro Social no son suficientes por sí solos. Y a pesar de que la bolsa ha duplicado su valor en los últimos cinco años, eso no ayuda a la gente que no tiene planes 401(k). Por este motivo, mañana mismo voy a ordenar al Tesoro que cree una nueva forma para que los trabajadores estadounidenses puedan comenzar a ahorrar para la jubilación: MyRA. Es un nuevo bono de ahorros que anima a la gente a crear un fondo. MyRA garantiza una rentabilidad digna sin riesgo de perder los aportes. Y si este Congreso quiere ayudar, les pido que trabajen conmigo para enmendar un código tributario que está patas arriba ya que incluye grandes exenciones impositivas para ayudar a las personas más ricas a ahorrar, pero otorga poco o nada a las personas de clase media. Ofrezcan a todas las personas que viven en Estados Unidos una IRA automática en el trabajo, para que puedan ahorrar en sus empleos como todos los que están en esta cámara. Y como para muchas familias, la inversión más importante que harán en sus vidas es su hogar, envíenme un proyecto de ley que proteja a los contribuyentes de manera que nunca más tengan que pagar la cuenta de una crisis inmobiliaria y que además mantenga vivo el sueño de tener un hogar propio para las futuras generaciones en nuestro país.
Un último punto en materia de seguridad financiera. Durante décadas, ha habido pocas cosas que hayan expuesto a las familias trabajadoras a más adversidades económicas que un deteriorado sistema de cuidado de salud. Y, en caso de que no se hayan enterado, vamos camino a solucionar ese tema.
Las afecciones preexistentes solían significar que las personas como Amanda Shelley, una madre soltera de Arizona que trabaja como asistente médica, no podían obtener un seguro de salud. Pero el 1.º de enero, Amanda obtuvo cobertura. El 3 de enero, sintió un dolor agudo. El 6 de enero, se operó de emergencia. Si esto hubiera ocurrido una semana antes, según Amanda, la cirugía le hubiera llevado a la bancarrota.
Esa es la razón de ser de la reforma del seguro de salud: poder tener la tranquilidad de que si les ocurre una desgracia no van a tener que perder todo.
Ahora mismo, gracias a la Ley del Cuidado de Salud a Bajo Precio, más de tres millones de personas menores de 26 años que viven en Estados Unidos han obtenido cobertura mediante los planes de salud de sus padres.
Más de nueve millones de personas que viven en Estados Unidos se han inscrito en un seguro de salud privado o han obtenido cobertura de Medicaid.
Y les paso otra cifra: cero. Gracias a esta ley, a ninguna persona que viva en este país se le puede quitar o denegar la cobertura debido a una afección preexistente como asma, dolor de espalda o cáncer. A ninguna mujer se le puede cobrar más simplemente porque es mujer. Además, hicimos todo esto a la vez que le dimos más años de vida a las finanzas de Medicare, mantuvimos fijas las primas de Medicare y redujimos los costos de los medicamentos con receta para millones de personas de la tercera edad.
Ahora bien, no espero convencer a mis amigos republicanos de los méritos de esta ley. Pero sé que el pueblo estadounidense no está interesado en volver a repetir viejos enfrentamientos. Lo digo una vez más: si tienen planes concretos para reducir costos, asegurar a más personas y dar más opciones a la gente, díganle a Estados Unidos qué es lo que harían de forma diferente. Vamos a ver si los números cuadran. Pero no volvamos a tener otra votación con cuarenta y pico de votos simbólicos para revocar una ley que ya está ayudando a millones de personas que viven en Estados Unidos como Amanda. Los primeros cuarenta fueron más que suficientes. Mensaje recibido. Todos nosotros tenemos el deber de decirle al pueblo estadounidense de qué estamos a favor y no solo de qué estamos en contra.
Y si quieren saber el impacto real que está teniendo esta ley, hablen simplemente con el Gobernador Steve Beshear de Kentucky, que se encuentra aquí esta noche. Kentucky no es la región más liberal del país, pero él tiene una verdadera obsesión cuando se trata de cubrir a las familias de su mancomunidad. “Son nuestros amigos y vecinos”, afirma. “Son gente con la que compramos y vamos a la iglesia, agricultores que manejan sus tractores, cajeros de supermercado; son personas que van a trabajar todas las mañanas y rezan para no enfermarse. Nadie merece vivir de esa forma”.
Steve tiene razón. Por esa razón, esta noche les pido a todas las personas que viven en Estados Unidos que conocen a alguien que no tiene seguro de salud que lo ayuden a obtener cobertura antes del 31 de marzo. Madres, hagan que sus hijos se inscriban. Hijos, llamen a sus madres y ayúdenlas a llenar la solicitud. Se sentirán un poco más tranquilas, y además estarán muy contentas de tener noticias suyas.
Después de todo, ese es el espíritu que ha hecho que esta nación siempre avance. Es el espíritu del deber cívico: el reconocimiento de que podemos perseguir nuestros sueños individuales mediante el trabajo arduo y la responsabilidad y, sin embargo, no dejar de aunar esfuerzos como una gran familia estadounidense para asegurarnos de que la próxima generación también pueda perseguir sus sueños.
El deber cívico implica luchar por el derecho al voto de todas las personas. El año pasado, se debilitó parte de la Ley de Derecho al Voto. Pero los republicanos conservadores y los demócratas liberales están trabajando juntos para fortalecerla, mientras que la comisión bipartidista que nombré el año pasado ha propuesto reformas para que nadie tenga que esperar más de media hora para votar. Respaldemos estos esfuerzos. El impulsor de nuestra democracia debería ser el poder de nuestros votos y no el tamaño de nuestra cuenta bancaria.
El deber cívico implica alzarse en defensa de las vidas que todos los días nos arrebata la violencia con armas de fuego. He visto el coraje de los padres, los estudiantes, los pastores y los agentes de policía en todo el país que dicen “no tenemos miedo”, y tengo el propósito de seguir intentando ayudar a evitar que le ocurran más tragedias a gente inocente en cines, centros comerciales o escuelas como Sandy Hook. Y lo haré con o sin ayuda del Congreso.
El deber cívico exige un sentido de causa común, la participación en el difícil trabajo de autogobierno y la responsabilidad de servir a nuestras comunidades. Y sé que esta cámara está de acuerdo conmigo en que pocas personas brindan un mayor servicio al país que nuestros diplomáticos y los hombres y mujeres de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos.
Esta noche, gracias a los extraordinarios militares y civiles que arriesgan y sacrifican sus vidas para que vivamos en libertad, Estados Unidos es un lugar más seguro. Cuando asumí el cargo, había casi 180,000 estadounidenses prestando servicio en Irak y Afganistán. A día de hoy, ya no tenemos tropas en Irak. Más de 60,000 de nuestros soldados ya han vuelto a casa de Afganistán. Ahora las fuerzas afganas están al mando de su propia seguridad, por lo que nuestras tropas han pasado a desempeñar un papel de apoyo. Completaremos la misión allí junto con nuestros aliados a fines de este año y la guerra más larga de la historia estadounidense habrá llegado a su fin.
Luego de 2014, respaldaremos a un Afganistán unificado mientras asume la responsabilidad de su propio futuro. Si el gobierno afgano firma el acuerdo de seguridad que hemos negociado, es posible que un destacamento reducido de soldados estadounidenses permanezca en Afganistán con los aliados de la OTAN para llevar a cabo dos misiones limitadas: entrenar y asistir a las fuerzas afganas y realizar operaciones antiterroristas para perseguir a los restos de Al Qaeda. Porque aunque nuestra relación con Afganistán cambie, hay algo que no va a cambiar: nuestra determinación de que los terroristas no lancen ataques contra nuestro país.
La realidad es que el peligro sigue existiendo. A pesar de que hemos puesto a la cúpula de Al Qaeda camino a la derrota, la amenaza ha evolucionado a medida que las organizaciones afiliadas a Al Qaeda y otros extremistas se han radicado en diferentes partes del mundo. En Yemen, Somalia, Irak y Mali tenemos que seguir trabajando con nuestros socios para interrumpir y desarmar estas redes. En Siria apoyaremos a los grupos de oposición que rechazan los planes de las redes terroristas. Aquí en casa, seguiremos fortaleciendo nuestras defensas y combatiremos las nuevas amenazas, como los ciberataques. Y al reformar nuestro presupuesto de defensa, tenemos que seguir siendo fieles a nuestros hombres y mujeres uniformados e invertiremos en la capacitación que necesitan para triunfar en las misiones del futuro.
Debemos mantenernos alerta. Pero tengo la convicción de que nuestro liderazgo y nuestra seguridad no pueden depender exclusivamente de nuestro ejército. Como Comandante en Jefe, he usado la fuerza cuando ha sido necesario para proteger al pueblo estadounidense y nunca dudaré en hacerlo mientras ocupe este cargo. Pero no pondré a nuestras tropas en situaciones de peligro a menos que sea absolutamente necesario ni permitiré que nuestros hijos e hijas permanezcan atrapados en conflictos interminables. Debemos luchar en las batallas en las que tiene sentido luchar, no aquellas en las que prefieren vernos involucrados los terroristas, como es el caso de los despliegues de tropas de gran escala que merman nuestra fuerza y que pueden, en última instancia, incitar el extremismo.
Por lo tanto, a pesar de que debemos seguir persiguiendo de forma agresiva a las redes terroristas mediante esfuerzos mejor enfocados y desarrollando la capacidad de nuestros aliados extranjeros, Estados Unidos tiene que dejar atrás esta situación de estar permanentemente en pie de guerra. Es por eso que he impuesto límites prudentes en el uso de los drones: porque no vamos a estar más seguros si en el extranjero la gente cree que realizamos ataques en sus países sin tener en cuenta las consecuencias. Y es por eso que voy a trabajar junto con este Congreso con el fin de reformar nuestros sistemas de vigilancia, ya que el trabajo vital de nuestras agencias de inteligencia depende de que el público confíe, aquí y en el extranjero, en que no estamos violando la privacidad de la gente normal. Y con el fin de la guerra de Afganistán, este es el año indicado para que el Congreso levante las restricciones remanentes para los traslados de prisioneros y para que cerremos la prisión de la Bahía de Guantánamo, ya que no solo luchamos contra el terrorismo a través de las actividades de inteligencia y las acciones militares, sino también cuando permanecemos fieles a nuestros ideales constitucionales y damos ejemplo al resto del mundo.
Saben, en un mundo repleto de amenazas complejas, nuestra seguridad y nuestro liderazgo dependen de todos los elementos de nuestro poder, lo cual incluye una diplomacia fuerte y con principios. La diplomacia estadounidense ha conseguido el apoyo de más de cincuenta países para prevenir que los materiales nucleares caigan en manos equivocadas y nos ha permitido reducir nuestra propia dependencia en las reservas de armas de la Guerra Fría. La diplomacia estadounidense, respaldada por la amenaza del uso de la fuerza, es la razón por la que se están eliminando las armas químicas de Siria; y seguiremos trabajando con la comunidad internacional para dar lugar al futuro que merece el pueblo sirio: un futuro sin dictaduras, terror ni miedo. En este preciso momento, la diplomacia estadounidense está apoyando a los israelíes y los palestinos en las negociaciones difíciles pero necesarias que están llevando a cabo para acabar con el conflicto en esa región. El objetivo es conseguir dignidad y un estado independiente para los palestinos, y paz y seguridad duraderas para el estado de Israel, una nación judía que sabe que Estados Unidos siempre estará a su lado.
Y es la diplomacia estadounidense, respaldada por la presión, la que ha logrado suspender el progreso del programa nuclear de Irán y ha hecho retroceder una serie de componentes de dicho programa por primera vez en la última década. Mientras nos encontramos aquí reunidos, Irán ya ha comenzado a eliminar sus reservas de los grados más altos de uranio enriquecido. No se están instalando centrifugadoras avanzadas. Las inspecciones sin precedentes permiten al mundo verificar, día tras día, que Irán no está fabricando una bomba. Y con nuestros aliados y socios estamos llevando a cabo negociaciones para ver si podemos conseguir uno de nuestros objetivos comunes de manera pacífica: evitar que Irán obtenga un arma nuclear.
Estas negociaciones van a ser difíciles. Es posible que no tengan éxito. Tenemos muy claro que Irán apoya a organizaciones terroristas como Hizbulá, las cuales amenazan a nuestros aliados; y la falta de confianza entre nuestras naciones no va a desaparecer fácilmente. Pero estas negociaciones no dependen de la confianza: todos los acuerdos a largo plazo que acordemos deben estar basados en acciones comprobables que nos convenzan tanto a nosotros como a la comunidad internacional de que Irán no está fabricando una bomba nuclear. Si John F. Kennedy y Ronald Reagan pudieron negociar con la Unión Soviética, indudablemente un país fuerte y seguro de sí mismo como Estados Unidos puede negociar con adversarios de menor peso en la actualidad.
Las sanciones que aplicamos sirvieron para hacer posible esta oportunidad. Pero déjenme aclarar algo: si este Congreso me envía ahora un nuevo proyecto de ley de sanciones que amenaza con descarrilar estas negociaciones, lo vetaré. Por el bien de nuestra seguridad nacional, tenemos que darle una oportunidad de éxito a la diplomacia. Si los líderes de Irán no aprovechan esta oportunidad, yo seré el primero en requerir la aplicación de más sanciones y estaré listo para ejercer todas las opciones necesarias para asegurar que Irán no fabrique un arma nuclear. Pero si los líderes iraníes aprovechan esta coyuntura, entonces Irán podría dar un paso importante para volver a formar parte de la comunidad de naciones, y nosotros habremos solucionado uno de los desafíos principales en materia de seguridad de nuestra época evitando los riesgos de una guerra.
Por último, no olvidemos que nuestro liderazgo no está definido exclusivamente por la manera en la que nos defendemos contra las amenazas que afrontamos en el extranjero, sino por las inmensas oportunidades para hacer el bien y fomentar el entendimiento alrededor del mundo: para forjar una mayor cooperación, expandir nuevos mercados, liberar a la gente del miedo y la miseria. Y no hay ningún país que se encuentre en mejor posición que Estados Unidos para sacar provecho de dichas oportunidades.
Nuestra alianza con Europa sigue siendo la coalición más fuerte de toda la historia. De Túnez a Birmania, estamos apoyando a aquellos que están dispuestos a realizar el arduo trabajo de construir una democracia. En Ucrania, defendemos el principio de que toda la gente tiene derecho a expresarse libre y pacíficamente y a tener voz y voto en el futuro del país. De un extremo a otro de África, estamos creando lazos entre las empresas y los gobiernos para que dupliquen el acceso a la electricidad y ayuden a acabar con la pobreza extrema. En el continente americano, estamos construyendo nuevas vías de comercio a la vez que ampliamos los intercambios culturales y educativos entre la gente joven. Y continuaremos poniendo el punto de mira en la región Asia-Pacífico, donde apoyamos a nuestros aliados para formar un futuro de mayor seguridad y prosperidad, y para tender una mano a aquellos que han sido devastados por desastres naturales; como hicimos en Filipinas, donde nuestros marines y civiles se apresuraron a ayudar a los perjudicados por el tifón y fueron recibidos con palabras como “No olvidaremos nunca su bondad” y “¡Dios bendiga a Estados Unidos!”
Hacemos estas cosas porque ayudan a promover nuestra seguridad a largo plazo. Y las hacemos porque creemos en la dignidad e igualdad inherentes a todos los seres humanos, independientemente de su raza o religión, credo u orientación sexual. Y la semana próxima, el mundo será testigo de una expresión de ese compromiso cuando el equipo de EE. UU. entre al estadio olímpico marchando con la bandera roja, blanca y azul, y traiga a casa el oro.
Conciudadanos, ningún otro país del mundo hace lo que hacemos nosotros. El mundo centra su atención en nosotros en todos los temas, no solo por el volumen de nuestra economía o nuestro poder militar, sino por los ideales que defendemos y las responsabilidades que asumimos para promover dichos ideales.
Ninguna persona entiende esto mejor que aquellos que sirven de uniforme. A medida que nos acercamos al final de este período de guerra, una nueva generación de héroes regresa a la vida civil. Seguiremos recortando los plazos de espera para que nuestros veteranos reciban los beneficios que se han ganado y nuestros guerreros heridos reciban el cuidado de salud que necesitan, lo cual incluye cuidado de salud mental. Seguiremos trabajando para ayudar a que todos nuestros veteranos puedan emplear sus habilidades y su liderazgo en puestos de trabajo aquí, en nuestro país. Y todos seguimos uniendo fuerzas para honrar y apoyar a nuestras extraordinarias familias militares.
Permítanme contarles algo de una de esas familias a la que he tenido el placer de conocer.
Conocí a Cory Remsburg, un orgulloso Ranger del ejército, en Omaha Beach en el 65.o aniversario del Día D. Junto con algunos de sus compañeros de los Rangers, me guió durante el programa: un joven fuerte, impresionante, desenvuelto, con mucha chispa. Bromeamos y sacamos unas fotos, y le dije que se mantuviera en contacto.
Un par de meses más tarde, en su décimo despliegue, Cory casi muere por una explosión masiva de una bomba que se encontraba en una cuneta en Afganistán. Sus compañeros lo encontraron en un canal, boca abajo, sumergido en el agua, con metralla en el cerebro.
Permaneció en coma durante meses. La siguiente vez que lo vi, estaba en el hospital y no podía hablar; casi no se podía mover. A lo largo de los años, se ha sometido a docenas de cirugías y operaciones, y ha realizado incontables horas de rehabilitación extenuante todos los días.
Incluso ahora, Cory sigue ciego de un ojo. Sigue teniendo dificultades en su lado izquierdo. Pero poco a poco, de manera constante, con el apoyo de cuidadores como su padre Craig y la comunidad que lo rodea, Cory se ha hecho más fuerte. Día tras día, ha vuelto a aprender a hablar, ha vuelto a ponerse de pie y ha vuelto a caminar; y está trabajando con miras a un futuro en el que pueda volver a servir a su país.
“Mi recuperación no ha sido fácil”, dice. “En la vida, nada de lo que tiene algo de valor es fácil”.
Cory se encuentra aquí está noche. Y como el ejército que ama, como los Estados Unidos a los que sirve, el Sargento de Primera Clase Cory Remsburg nunca se da por vencido. No tira la toalla.
Conciudadanos, los hombres y mujeres como Cory nos recuerdan que nunca ha sido fácil lograr un país como Estados Unidos. Nuestra libertad, nuestra democracia: nunca han sido fáciles de lograr. A veces tropezamos, cometemos errores, nos frustramos o nos desilusionamos. Sin embargo, durante más de dos cientos años, hemos dejado esas cosas a un lado y hemos arrimado nuestro hombro colectivo a favor del progreso: para crear, construir y expandir las posibilidades de nuestros logros individuales; para liberar a otras naciones de la tiranía y del miedo; para promover la justicia, la equidad y la igualdad ante la ley, de manera que las palabras plasmadas en un papel por nuestros fundadores se transformen en realidad para cada uno de nuestros ciudadanos. Los Estados Unidos que queremos para nuestros hijos: un país en crecimiento donde abunda el trabajo honesto y las comunidades son fuertes; donde la prosperidad es compartida ampliamente y las oportunidades para todos nos permiten llegar tan lejos como nos lleven nuestro sueños y esfuerzos. Nada de eso es fácil. Pero si trabajamos juntos, si apelamos a nuestras mejores cualidades, con nuestros pies firmemente plantados en la actualidad pero vislumbrando el mañana, sé que está a nuestro alcance.
Créanlo.
Que Dios los bendiga y que Dios bendiga a Estados Unidos de América.