El presidente Obama necesitará flexibilidad de parte de los iraníes para poder negociar un acuerdo con un Congreso de Estados Unidos que es suspicaz al respecto.
El presidente de Irán puede haber cambiado, pero la reticencia de los líderes para hablar con Estados Unidos se mantiene, así como la propia renuencia estadounidense para reconocer como legítimo al gobierno cuasi-representativo de Irán.
El pasado martes, en su primera conferencia de prensa desde que asumiera la presidencia el domingo 4 de agosto, el nuevo presidente Hassan Rouhani, casi que bailó alrededor de las preguntas sobre si apoyaría conversaciones bilaterales directas sobre el asunto nuclear, sugiriendo que primero Estados Unidos debe modificar su comportamiento.
Rouhani también fue evasivo acerca de su participación en la reunión de septiembre en la Asamblea General de Naciones Unidas (ONU), la fiesta anual de la discursos que proporciona una oportunidad para que los adversarios se encuentren en un ambiente neutral y que el predecesor de Rouhani, Mahmoud Ahmadinejad, no se perdía.
La cautela de Rouhani es comprensible, aunque un poco deprimente.
Durante 34 años Estados Unidos ha sido considerado por el gobierno de Irán como su mayor enemigo, el llamado "Gran Satán" que apoyó el ex rey de Irán y ahora está aplastando la economía iraní con sanciones draconianas a causa de la negativa de Irán para detener en forma significativa su programa nuclear.
Aunque Rouhani entiende que la única manera de mantener sus promesas de campaña de aliviar la crisis económica de Irán, es a través de conseguir un alivio de las sanciones, lo cual significa llegar a un acuerdo nuclear con Estados Unidos, es difícil para él hacer el primer movimiento.
Su camino habría sido más fácil si el presidente Barack Obama hubiera felicitado Rouhani tras su sorpresiva victoria electoral del pasado 14 de junio, donde se impuso por sobre más de cinco candidatos más intransigentes.
En cambio, la Casa Blanca y el Departamento de Estado elogiaron en repetidas ocasiones al "pueblo iraní", pero no el presidente iraní, una distinción que enfurece a la élite del régimen.
Si bien es cierto que Irán no es una democracia para los estándares occidentales, la política iraní incluye una buena dosis de debate abierto en comparación con muchos de los vecinos árabes.
En efecto, con Siria en llamas y Egipto dando tumbos entre golpe de Estado y elecciones, Irán tras su última elección presidencial se presenta como relativamente estable y que respondiendo a la voluntad popular.
Nuevas oportunidades
En una mesa redonda con periodistas extranjeros que visitaban el país, a principios de esta semana, S.V. Karimi, un funcionario de alto rango en el Instituto de Estudios Políticos e Internacionales, un centro de pensamiento afiliado a la cancillería de Irán, destacó las "nuevas oportunidades" para el compromiso entre Estados Unidos e Irán, incluyendo la mejora de "los lazos pueblo a pueblo " y la búsqueda de una solución del tipo "ganar- ganar ", ante la crisis nuclear.
Lograrlo sin embargo, requerirá una cuidadosa coreografía y sutiles mensajes que han estado más allá de las capacidad de los gobiernos iraníes y estadounidenses anteriores, y también será un reto para Rouhani y su equipo entrante.
Rouhani, al igual que todos sus predecesores, es sensible a las acusaciones de que está vendiendo los intereses iraníes. Después de los miles de millones de dólares que Irán ha gastado en su programa nuclear, y los miles de millones que ha perdido a causa de las sanciones en materia nuclear, Rouhani necesita concesiones de Estados Unidos para poder presentar cualquier acuerdo como mutuamente beneficioso.
Al mismo tiempo, el presidente Obama necesitará flexibilidad de parte de los iraníes para poder negociar un acuerdo con un Congreso de Estados Unidos que es suspicaz respecto a Irán.
Oportunidades perdidas
Un diplomático iraní, quien habló bajo condición de anonimato, dijo que la decisión de Obama de no felicitar en forma personal a Rouhani por su elección, fue otra "oportunidad perdida" de una larga lista de errores diplomáticos mutuos.
Durante un período previo de acercamiento tentativo, cuando el reformista Mohammad Khatami fue presidente, la entonces secretaria de Estado, Madeleine Albright, ofendió al liderazgo de Irán al referirse en un discurso que pretendía ser conciliador en el año 2000, a las porciones de "electos" y "no electos" del gobierno iraní.
Este último comentario fue visto como una bofetada al líder supremo ayatolá Ali Jamenei, quien tiene la última palabra en todos los asuntos de la seguridad nacional iraní, y que es elegido por un órgano administrativo que también es elegido.
Al tratar de elevar la legitimidad de Khatami sobre la del Líder Supremo, el gobierno de Clinton en realidad socavó las oportunidades del presidente reformista popular y los esfuerzos de reconciliación.
Los sucesivos gobiernos de Estados Unidos se han centrado en los defectos considerables en el sistema iraní. Pero una diplomacia prudente alentaría a discutir de darle a Rouhani un poco de espacio, al menos en los próximos meses y sobre todo hasta que su gabinete de tecnócratas en gran parte educados en Estados Unidos haya sido confirmado por el parlamento iraní.
Sin embargo, un comunicado emitido el pasado domingo por parte del portavoz de la Casa Blanca, Jay Carney, pareció muy familiar, expresando la disposición de Estados Unidos para participar, pero reclamando a Irán a actuar primero "para resolver las profundas preocupaciones de la comunidad internacional sobre el programa nuclear de Irán." Y de nuevo felicitar "al pueblo iraní para hacer oír su voz", más que el hombre que ellos eligieron.
Declaración crítica de Estados Unidos
El diplomático residente en Teherán, dijo que el comunicado de la Casa Blanca "podría haber sido mucho mejor. A la gente en el Ministerio de Relaciones Exteriores (de Irán) les hubiera gustado una clara y simple declaración de Obama felicitando a Rouhani por su elección. Si (Obama) hubiera hecho eso, habría habido la posibilidad de tener invitados estadounidenses aquí” para la ceremonia de toma de mando oficial de Rouhani, que por primera vez contó con la presencia de dignatarios extranjeros.
Rouhani aludió a ello en su conferencia de prensa, señalando que "los representantes de 55 naciones llegaron a mi toma de posesión y hemos recibido felicitaciones por parte de funcionarios asiáticos y europeos", entre otros.
¿Por qué Obama no puede pronunciar tales palabras? ¿Por qué la Cámara de Representantes de Estados Unidos aprueba otro proyecto de ley de sanciones tan sólo unas semanas después de que Rouhani fuera elegido sobre una plataforma de "compromiso constructivo" con Occidente?
"Por supuesto que se han perdido muchas oportunidades ", señaló el diplomático radicado en Teherán, "pero hay muchas más oportunidades en el futuro."
Para tener éxito, sin embargo, Irán y Estados Unidos tendrán que hacer algunos movimientos, incluso si ninguno de los toma la decisión de hacerlo primero.
El pasado martes, en su primera conferencia de prensa desde que asumiera la presidencia el domingo 4 de agosto, el nuevo presidente Hassan Rouhani, casi que bailó alrededor de las preguntas sobre si apoyaría conversaciones bilaterales directas sobre el asunto nuclear, sugiriendo que primero Estados Unidos debe modificar su comportamiento.
Rouhani también fue evasivo acerca de su participación en la reunión de septiembre en la Asamblea General de Naciones Unidas (ONU), la fiesta anual de la discursos que proporciona una oportunidad para que los adversarios se encuentren en un ambiente neutral y que el predecesor de Rouhani, Mahmoud Ahmadinejad, no se perdía.
La cautela de Rouhani es comprensible, aunque un poco deprimente.
Durante 34 años Estados Unidos ha sido considerado por el gobierno de Irán como su mayor enemigo, el llamado "Gran Satán" que apoyó el ex rey de Irán y ahora está aplastando la economía iraní con sanciones draconianas a causa de la negativa de Irán para detener en forma significativa su programa nuclear.
Aunque Rouhani entiende que la única manera de mantener sus promesas de campaña de aliviar la crisis económica de Irán, es a través de conseguir un alivio de las sanciones, lo cual significa llegar a un acuerdo nuclear con Estados Unidos, es difícil para él hacer el primer movimiento.
Su camino habría sido más fácil si el presidente Barack Obama hubiera felicitado Rouhani tras su sorpresiva victoria electoral del pasado 14 de junio, donde se impuso por sobre más de cinco candidatos más intransigentes.
En cambio, la Casa Blanca y el Departamento de Estado elogiaron en repetidas ocasiones al "pueblo iraní", pero no el presidente iraní, una distinción que enfurece a la élite del régimen.
Si bien es cierto que Irán no es una democracia para los estándares occidentales, la política iraní incluye una buena dosis de debate abierto en comparación con muchos de los vecinos árabes.
En efecto, con Siria en llamas y Egipto dando tumbos entre golpe de Estado y elecciones, Irán tras su última elección presidencial se presenta como relativamente estable y que respondiendo a la voluntad popular.
Nuevas oportunidades
En una mesa redonda con periodistas extranjeros que visitaban el país, a principios de esta semana, S.V. Karimi, un funcionario de alto rango en el Instituto de Estudios Políticos e Internacionales, un centro de pensamiento afiliado a la cancillería de Irán, destacó las "nuevas oportunidades" para el compromiso entre Estados Unidos e Irán, incluyendo la mejora de "los lazos pueblo a pueblo " y la búsqueda de una solución del tipo "ganar- ganar ", ante la crisis nuclear.
Lograrlo sin embargo, requerirá una cuidadosa coreografía y sutiles mensajes que han estado más allá de las capacidad de los gobiernos iraníes y estadounidenses anteriores, y también será un reto para Rouhani y su equipo entrante.
Rouhani, al igual que todos sus predecesores, es sensible a las acusaciones de que está vendiendo los intereses iraníes. Después de los miles de millones de dólares que Irán ha gastado en su programa nuclear, y los miles de millones que ha perdido a causa de las sanciones en materia nuclear, Rouhani necesita concesiones de Estados Unidos para poder presentar cualquier acuerdo como mutuamente beneficioso.
Al mismo tiempo, el presidente Obama necesitará flexibilidad de parte de los iraníes para poder negociar un acuerdo con un Congreso de Estados Unidos que es suspicaz respecto a Irán.
Oportunidades perdidas
Durante un período previo de acercamiento tentativo, cuando el reformista Mohammad Khatami fue presidente, la entonces secretaria de Estado, Madeleine Albright, ofendió al liderazgo de Irán al referirse en un discurso que pretendía ser conciliador en el año 2000, a las porciones de "electos" y "no electos" del gobierno iraní.
Este último comentario fue visto como una bofetada al líder supremo ayatolá Ali Jamenei, quien tiene la última palabra en todos los asuntos de la seguridad nacional iraní, y que es elegido por un órgano administrativo que también es elegido.
Al tratar de elevar la legitimidad de Khatami sobre la del Líder Supremo, el gobierno de Clinton en realidad socavó las oportunidades del presidente reformista popular y los esfuerzos de reconciliación.
Los sucesivos gobiernos de Estados Unidos se han centrado en los defectos considerables en el sistema iraní. Pero una diplomacia prudente alentaría a discutir de darle a Rouhani un poco de espacio, al menos en los próximos meses y sobre todo hasta que su gabinete de tecnócratas en gran parte educados en Estados Unidos haya sido confirmado por el parlamento iraní.
Sin embargo, un comunicado emitido el pasado domingo por parte del portavoz de la Casa Blanca, Jay Carney, pareció muy familiar, expresando la disposición de Estados Unidos para participar, pero reclamando a Irán a actuar primero "para resolver las profundas preocupaciones de la comunidad internacional sobre el programa nuclear de Irán." Y de nuevo felicitar "al pueblo iraní para hacer oír su voz", más que el hombre que ellos eligieron.
Declaración crítica de Estados Unidos
El diplomático residente en Teherán, dijo que el comunicado de la Casa Blanca "podría haber sido mucho mejor. A la gente en el Ministerio de Relaciones Exteriores (de Irán) les hubiera gustado una clara y simple declaración de Obama felicitando a Rouhani por su elección. Si (Obama) hubiera hecho eso, habría habido la posibilidad de tener invitados estadounidenses aquí” para la ceremonia de toma de mando oficial de Rouhani, que por primera vez contó con la presencia de dignatarios extranjeros.
Rouhani aludió a ello en su conferencia de prensa, señalando que "los representantes de 55 naciones llegaron a mi toma de posesión y hemos recibido felicitaciones por parte de funcionarios asiáticos y europeos", entre otros.
¿Por qué Obama no puede pronunciar tales palabras? ¿Por qué la Cámara de Representantes de Estados Unidos aprueba otro proyecto de ley de sanciones tan sólo unas semanas después de que Rouhani fuera elegido sobre una plataforma de "compromiso constructivo" con Occidente?
"Por supuesto que se han perdido muchas oportunidades ", señaló el diplomático radicado en Teherán, "pero hay muchas más oportunidades en el futuro."
Para tener éxito, sin embargo, Irán y Estados Unidos tendrán que hacer algunos movimientos, incluso si ninguno de los toma la decisión de hacerlo primero.