Muy urbano, casi protocolar

Un anuncio en la toga de graduación marca las dificultades que enfrentan los nuevos profesionales para conseguir un buen trabajo en EE.UU.

Los créditos para las matrículas educativas se están devorando la reputación de buen pagador de las familias estadounidenses.

Seguramente todo se procesó con rutinaria calma. El pedido de los manifestantes para hacer una protesta y la aprobación de las autoridades. Tras ello, el ajuste de la logística de ambas partes, y de los terceros en discordia, los medios de que debían realizar la cobertura.

Todo funcionó en forma precisa. Pasadas las 11 de la mañana de una soleada y primaveral mañana de principios de abril, más de una decena de camionetas del departamento de Seguridad Interior arribaron a la esquina de la avenida Independencia y la 4º en Washington, la capital del país.

El esquema de seguridad había sido claramente definido. Un grupo de agentes antimotines con sus uniformes negros, granadas de gases lacrimógenos en el cinturón y varios aparatos de comunicación colgados en el cuerpo se dispusieron frente a la entrada principal de la secretaria de Educación.

Los manifestantes representaban a los estudiantes en deuda, que sufren una situación histórica. La deuda de los estudiantes universitarios se ha disparado en medio de la crisis económica y ha superado ya, y por primera vez, la cifra de $1 billón de dólares.

El grupo que manifestaba en su nombre parecía ser de aquellos que ya hace algún tiempo que pasaron por las universidades. Llegaron en sus vehículos deportivos utilitarios (SUVs), otros en bicicletas, vistiendo pantalones cortos y remeras, cargando mochilas de las que sacaron las togas en perfectas condiciones con las que protestarían.

Desplegaron un globo negro como las togas y el uniforme de los policías, al cual inflaron y en el cual se podía leer: $1 Trillon Debt.

Los manifestantes y los policías se sacaron fotos mutuamente, unos menos discretamente que los otros. Los manifestantes entonaron algunos slogans, distribuyeron folletos y captaron la atención de algunos washingtonianos que habían dejado sus oficinas para almorzar y disfrutar el sol. Un poco de entretenimiento después de todo.

El tiempo de la manifestación expiró. Los activistas comenzaron a juntar sus cosas, se sacaron las togas y volvieron a adoptar la apariencia de turistas o residentes que simplemente disponían de tiempo libre. Los policías verificaron la hora en sus relojes, la mayoría usaba su tiempo para contestar mensajes, correos o hacer llamadas desde sus teléfonos celulares.


Condenado a estar atado a la deuda contraída por pagar los estudios de maestría, es lo que denuncia el manifestante. (AP)


Un fotógrafo de prensa cruzó desde la posición de los activistas hasta la de los policías y sostuvo un diálogo breve, casi desinteresado con uno de los uniformados. Dos activistas se acercaron a hablar con otro agente que cargaba la camioneta para regresar a su escuadra.

Era un buen momento para que tomaran más fotos de los policías antimotines frente a la secretaría y así lo hicieron, sin problemas.

Un breve momento de alerta se produjo apenas cuando una ambulancia y un carro de bomberos necesitaron pasar frente a donde estaba los manifestantes. Nadie se interpuso, respetuosamente todos ayudaron a que la marcha fuera fluida.

Todo muy organizado, muy urbano, casi protocolar, en particular cuando se pretendía llamar la atención sobre uno de los temas que tendrá un gran impacto por los próximos años en toda una generación de futuros profesionales estadounidenses.

Los créditos para las matrículas educativas se están devorando la reputación de buen pagador de las familias estadounidenses.

La inversión en educación, una de las vacas sagradas de la sociedad estadounidenses está siendo cuestionada. Al caos de la deuda estudiantil se suma la decreciente capacidad de los jóvenes de acceder a buenos empleos tras cumplir con los honerosos costos de los estudios superiores.

Muchos analistas afirman que en el corto plazo el tema es una de las serias amenazas a la recuperación económica de Estados Unidos, cuando el número de prestatarios que no pueden repagar los créditos no cesa de crecer.

La preocupación aumenta cuando se anuncia que en 2010 los créditos estudiantiles superaron los $100.000 millones de dólares y la deuda total superaría la barrera de $1 billones de dólares por primera vez en la historia, a la vez que la mora ya se ubica en el entorno del 9%.

Se estima que más de 300 mil personas entraron en cesación de pago de los créditos estudiantiles al fin del año fiscal 2010, una deuda que es de las más difíciles de retirar de los antecedentes de crédito de los prestatarios.

El mediodía había pasado y era tiempo de volver a la oficina.

Los turistas seguían apareciendo por centenares en las cercanías del Capitolio y la Alameda de Washington, pero de la protesta y el operativo de seguridad ya no quedaba ni rastro. Sin embargo, la deuda estudiantil sigue allí y creciendo, creando dificultades hoy e incertidumbre futura.