Hernando Mayorga, un exguerillero de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), y su socio y colega Rubén Darío Jaramillo fundaron la cervecería La Roja, en Bogotá.
Su historia es "un ejemplo de este proceso de paz que busca cambiar una guerra que dejó mucho dolor en el país, por un emprendimiento que abra las puertas de la reconciliación entre los colombianos”, dijo Mayorga.
La fábrica arrancó el 14 de octubre de 2018 en el barrio Santo Domingo, localidad industrial del 7 de Agosto, en el corazón de la capital de Colombia,. Sentado al frente de los cilindros de acero inoxidable de la planta cervecera, Mayorga, de 69 años, relató que con su reincorporación a la vida social apostó por cambiar su fusil por fabricar cerveza, una bebida con la cual él y sus compañeros quieren conquistar el escaso mercado en Colombia e incursionar en el resto del mundo.
Este campesino curtido por la guerra durante 31 años de armas escuchó la idea de fabricar cerveza cuando estaba con las FARC en el municipio de Icononzo, Tolima, a cinco horas de Bogotá, y no dudó en unirse a un grupo de 24 hombres y mujeres que, como él, tienen un nuevo sueño de paz y de emprendimientos, dijo.
Pero un problema se interpone para sacar adelante el emprendimiento: el registro del Instituto Nacional de Vigilancia de Medicamentos y Alimentos (Invima) aún no llega, y se convierte en un obstáculo para este colectivo que pretende no solo crecer en Colombia, sino incursionar en el mercado internacional.
De Icononzo a Bogotá
Wally Broderick, profesor de idiomas de la Universidad Externado de Colombia, fue quien les impartió los conocimientos para que Mayorga y Rubén Darío Jaramillo se graduaran como maestros cerveceros, sin ceremonias ni diplomas, en el Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación (Etcr) en Icononzo, un lugar paradisíaco pero abandonado por el Estado, afirman.
“No hubo tiempo de celebración, fuimos directamente a la práctica y en unas ollas de aluminio que compramos con una recolecta de 20.000 pesos que hicimos entre cada uno de los 24 socios de este emprendimiento, cocinamos nuestros primeros 25 litros de cerveza, a la que llamamos La Roja, y estuvo lista 20 días después, luego que alcanzara el grado óptimo de fermentación y maduración”, expresó Mayorga.
"Este primer paso nos permitió ampliar la producción y pasar de 25 a 50 litros y así progresivamente para atender el aumento de la demanda, lo que nos obligó a comprar una planta usada y de mayor capacidad, pero lamentablemente la soldadura de los tanques era de malad calidad y desprendía óxido, lo que afectó la pureza de la cerveza y, por ello, tuvimos que devolverla y comprar la planta actual, para lo cual fue necesario endeudarnos y buscar un crédito", contó Mayorga.
Pero esta decisión tenía un precio adicional, subraya, y fue que los obligó a salir de Icononzo, que, si bien era una zona de confort para la asociación, generaba una serie de inconvenientes que aumentaba los gastos, por ser un sector apartado, con mala calidad de las vías de penetración, con restricción en el sector eléctrico y por la distancia con Bogotá, donde están todas las piezas de la cadena cervecera.
Hay obstáculos, reclaman cambios
Los números de La Roja están en manos de José Hurtado, otro de los reincorporados socios de este proyecto cervecero, quien no sabe a ciencia cierta cuantos litros han producido desde octubre del 2018, cuando cocinaron sus primeros 25 litros del líquido en Icononzo.
Hurtado considera que el emprendimiento no es solo productivo. “La Roja es un proyecto que busca apalancar iniciativas solidarias que conduzcan a la transformación de una sociedad que requiere cambios”, señala.
“Es una forma más de nuestra lucha, que en un momento lo hicimos con las armas, y hoy seguimos apostándole a la misma lucha, a los mismos principios y objetivos, pero desde diferentes ángulos y con diferentes armas, yo creo que la economía solidaria y los ejercicios de economías alternativas son un referente fundamental para la construcción de una nueva sociedad”, recalcó.
Sin embargo, cree que hay obstáculos, como la expedición del Registro del Invima. “Hemos presentado los documentos, y tres veces no los han devuelto”. Y este registro es fundamental para consolidar este proyecto solidario en nuestro país y poder pensar en exportar nuestros productos”.
En medio de anuncios a sus socios, como la compra de una enlatadora, para superar la falta de botellas, y a tender nuevos nichos de mercado, Hurtado reclamó cambios de la sociedad con los reincorporados. “No es posible que nosotros, teniendo un proyecto productivo y demostrando sostenibilidad financiera, ningún banco nos quiera prestar por ser reincorporados”.
Dijo que seguirán insistiendo y pidiéndole al Gobierno que les permita "cumplir con nuestros objetivos y los del pueblo colombiano, consolidar la paz en el país con solidaridad”.
Los maestros cerveceros
Mayorga y su compañero de las extintas FARC Rubén Darío Jaramillo, un antioqueño de 64 años que durante 20 estuvo en las montañas colombianas, son los dos maestros cerveceros que operan la planta semi-industrial.
Jaramillo señala que su experiencia es en bebidas alcohólicas ancestrales -como la chicha, producida con maíz, y el guarapo, bebida fermentada con panela-, lo cual le permitió asimilar en muy poco tiempo la enseñanza del profesor irlandés.
Recuerda que en la primera producción, “con una planta improvisada, salieron tres cajitas [de cerveza]. El profesor Wally dijo que no íbamos a tomar la cerveza, sino que se iba a vender en Bogotá para seguir invirtiendo y avanzando, pero que sí había que probarla primero y comprobar que era buena”.
Este antioqueño, a pesar de su reincorporación y dejación de armas, sostiene que lo que está reclamando el pueblo es el bienestar de las comunidades y que seguirán apoyando esta filosofía.
“Nosotros estuvimos alzados en armas por culpa del Estado, pero hoy le estamos apostando a este emprendimiento productivo, y seguimos trabajando para fortalecer el acuerdo de paz, porque al pueblo no le sirve la guerra, le sirve es tener educación, salud y vivienda”, asegura.
En su rol de maestro cervecero, él es quien lidera el proceso de la mano de Mayorga. Las fichas clave en este emprendimiento a los que La Roja les debe su ascenso, como espuma, en el mercado artesanal de la cerveza en el país, aclara Wilmar Giraldo, otra pieza del engranaje, quien tiene como tarea administrar el bar que funciona en la planta, la distribución y venta de la bebida.
El papá de La Roja
Aunque a él no le gusta el apelativo de papá de La Roja, Wally Broderick Echeverry fue quien impulsó el proceso para capacitar gratuitamente a los miembros de la Asociación de Cerveceros Artesanales y sacar adelante la factoría.
Este profesor colombiano, que ha vivido en Irlanda y que conoce los secretos de la cerveza, fue quien vendió las primeras cajas de La Roja, luego que su esposa, Julieta Penagos, a través de las redes sociales promocionara este emprendimiento de los reintegrados de las FARC.
“Este ejercicio de Julieta abrió un mercado que puso a los amantes de la cerveza a viajar hasta el municipio tolimense de Icononzo”, relató.
Considera que las mujeres han tenido una participación importante en este proceso y que no deben ser olvidadas. “Son tan clave como los maestros cerveceros y como el distribuidor de la cerveza”.
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