El gobierno en disputa de Nicolás Maduro reencausa a Venezuela por un nuevo ciclo de hiperinflación para financiar el aumento del salario mínimo mensual en plena pandemia de la COVID-19, opinan economistas entrevistados por la Voz de América.
El ministro de Trabajo de Maduro, Eduardo Piñate, anunció esta semana un incremento del salario mínimo a partir de este 1 de mayo a 400.000 bolívares (2,2 dólares), más un monto exactamente igual como bono de alimentación. El sueldo “integral”, dijo, es de 800.000 bolívares o 4,5 dólares al mes.
Leonardo Buniak, economista y calificador de riesgo bancario, propone, de entrada, sincerar el debate sobre el anuncio del nuevo salario mínimo en Venezuela: según su valoración del mercado, son contados los trabajadores del sector privado que ganarán 4,5 dólares.
“Eso es una simplificación, una mentira. Muy poca gente de este país realmente gana cuatro dólares como salario mínimo, especialmente en el stock privado, donde se reciben salarios nominales muy por encima a esa equivalencia”, apunta.
Buniak resalta que las empresas privadas del país, grandes y medianas, comenzaron en años recientes a pagar compensaciones de 10, 20 o más dólares a sus empleados.
La canasta alimentaria, recuerda el economista, costó en marzo pasado 19 millones de bolívares en Venezuela, es decir, 236,66 dólares, según el independiente Centro de Documentación y Análisis para los Trabajadores, Cendas.
“El impacto del nuevo salario mínimo es realmente cero, es muy bajo el impacto en el stock privado, pero, sí, en la pequeña y microempresa hay menor capacidad de compensar en moneda extranjera. Ahí, el impacto es importante”, advierte.
Destaca que ese tipo de negocios se encuentra mayoritariamente cerrado, sin producción ni ventas en medio del efecto global de la COVID-19.
La clave del impacto salarial, explica, radica en un único sector, que, a su entender, provocará un alud inflacionario para todos: el público.
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Hiperinflación repotenciada
El Estado venezolano es “un gran empleador o subempleador” que entrega salarios “muy miserables” a decenas de miles de sus contratados, explica Buniak.
De acuerdo con sus cálculos, el estado venezolano paga salarios, entrega bonos y hace transferencias directas a entre siete y ocho millones de trabajadores y obreros, pensionados, beneficiarios de planes sociales y milicianos.
Buniak asegura que el madurismo recurrirá a la emisión inorgánica de dinero para pagar los nuevos salarios mínimos de sus empleados. Así, alimentará la hiperinflación.
“El estado va a monetizar la expansión del gasto público. Va a regresar al expediente de utilizar al Banco Central para financiar el incremento del gasto público asociado a la remuneración de empleados y obreros del sector público”, diagnostica.
Venezuela experimenta una hiperinflación desde noviembre de 2017. Es un momento en el que los precios aumentan más de 50 por ciento cada mes, sin tendencia al equilibrio.
Solo en 2019, el oficialista Banco Central admitió que hubo una inflación de 9.500 por ciento. Pero, en febrero y marzo pasado, según datos de la opositora Asamblea Nacional, la inflación del país fue de 22,4 y 21,2 por ciento, respectivamente.
La teoría dicta que la hiperinflación cesa cuando es menor a 50 por ciento durante tres meses continuos. Buniak teme que el madurismo haya pulsado su botón de reinicio.
“Va a reiniciar el ciclo de hiperinflación. Viene un crecimiento de los precios, el gobierno lo sabe y hay que buscar un ‘culpable’, y el culpable que ‘compré’ es el sector privado, que está especulando con los precios”, ironiza Buniak, quien se atreve a augurar que la inflación será de entre 15.000 y 18.000 por ciento en 2020.
Venezuela, recuerda, se encuentra en el medio de una “tormenta perfecta” en el mercado petrolero, por el declive de sus niveles de producción y el hundimiento de los precios internacionales.
Intuye que al ejecutivo en disputa no le quedó otro remedio que tomar esa vía para aumentar los salarios. “Bajo el esquema actual de perpetuarse en el poder no le quedaba más alternativa”, dice.
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Mera compensación
José Villa, economista de la Universidad del Zulia, advierte que un aumento del salario mínimo mensual no ocurre hasta que el incremento de los ingresos del trabajador sea superior al porcentaje de inflación de bienes y servicios de su país.
Con base en sus investigaciones, concluye que en Venezuela no existe un “verdadero aumento” del salario desde 1992. Lo decretado por los gobiernos desde entonces, dice, son “compensaciones”.
“Los aumentos salarios en Venezuela se equilibran con otras compensaciones. Es realmente un sistema de remuneración con becas, bonos alimentarios o instrumentos de protección social”, indica.
Villa expone que el mundo conoce como “salario de subsistencia” lo que Venezuela llama “salario mínimo”. Ese sueldo mensual permite cubrir la alimentación, la salud y el ocio, explica.
“En Venezuela no se cumple ni la alimentación, ni la salud, ni mucho menos el ocio. Son salarios llenos de expectativas, que generan una corriente negativa acerca de los precios de bienes y servicios”, diagnostica.
El docente de estadísticas de la Universidad Rafael Urdaneta comenta que, cuando un país no tiene una economía competitiva, los aumentos de salario por decreto son “inflacionarios e ineficientes”.
La Organización Internacional del Trabajo, recuerda, establece que un trabajador que gane dos dólares al día es un empleado que vive en pobreza extrema. Subraya que Venezuela tiene “el salario de subsistencia más pequeño del mundo”, cuyas ganancias son similares, a su juicio, a “esclavitud”.
Coincide con Buniak en cuanto a que la mayoría de los empleados en Venezuela pactan con sus patronos salarios superiores a los decretados por el gobierno en disputa.
“No existe ese salario mínimo, pero eso genera una expectativa de crecimiento de costos en los empresarios que no van a poder cubrir”, prevé.
Esa noción, aclara, impone al empleador la obligación de cubrir con sus gastos corrientes cualquier incremento salarial y este los calcula en la nueva estructura de costos de sus bienes y servicios.
“El aumento (del salario mínimo) siempre genera un efecto inflacionario. El incremento del salario se hace en bolívares y el efecto se siente en dólares”, censura.
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Salarios de mercado
En Venezuela, 400.000 bolívares equivalen a medio kilo de queso o dos kilos de harina de maíz.
Yiorman Contreras, especialista en relaciones económicas internacionales, valora que el salario mínimo mensual en Venezuela está tan desfasado que dejó de ser una variable preponderante.
“La capacidad de compra del venezolano sigue estando en el piso. No tiene relevancia alguna para mejorar el poder adquisitivo del ciudadano”, señala.
Confirma que en zonas fronterizas, como Táchira o Zulia, son prácticamente inexistentes las empresas que estén pagando los salarios mínimos que decreta el gobierno madurista.
Contreras afirma que los propietarios de compañías de Venezuela aprendieron desde 2015 que, si no pagan salarios medianamente dignos a sus empleados, se exponen a la fuga de su recurso humano, que decidía migrar a otra empresa o incluso viajar fuera del país, al menos antes de la COVID-19.
“Los salarios de mercado, sobre todo en la frontera, se pagan en otra moneda”, sostiene.
Ese incremento acordado entre patrono y empleado se gestó por la dolarización de facto que, según el economista, se concretó sin la mínima planificación en Venezuela.
Comparte el pronóstico de que habrá mayor inflación. “La emisión de dinero o el aumento de la base monetaria hará presión al tipo de cambio y al aumento sostenido de los precios”, advierte.
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