Actualmente, 435 mujeres ostentan un escaño en la Cámara de Representantes de EE.UU., lo que supone un 23,5% del total de asientos, mientras que en el Senado esta cifra es superior al 25%, con 26 senadoras de las cien posibles. Estos datos no tienen precedentes en la historia del país.
Sin embargo, Estados Unidos se sitúa tras Túnez, Vietnam y Zimbawe, en cuanto a representación femenina en los gobiernos. Datos recientes de la Unión Inter Parlamentaria, clasificaron al país norteamericano en el puesto 76 de un total de 193 países en términos de mujeres sirviendo en puestos de nivel nacional.
Los números son un poco mejores a nivel estatal. En el 2019, el 28,7% de los 7.383 legisladores estatales estadounidenses eran mujeres.
En estos momentos, dos mujeres, las senadoras Amy Klobuchar, de Minnesota, y Elizabeth Warren, de Massachusetts, se mantienen en la contienda por la presidencia de EE.UU. Klobuchar alcanzó un tercer lugar en las primarias de New Hampshire, el pasado 11 de febrero, tras un buen desempeño en un debate electoral el día antes de las votaciones.
Ambas legisladoras muy probablemente serán medidas con estándares diferentes que sus contrapartes masculinas en su lucha por llegar a ser el Comandante en Jefe.
"De las mujeres se espera que sean el doble de buenas”, dijo Amanda Hunter, directora de Comunicaciones e investigación de la Barbara Lee Family Foundation, un organismo que aboga por la equidad en la participación femenina en la política.
“Ellas -añadió Lee- tienen que caminar sobre la cuerda floja de la simpatía y además tienen que demostrar que están bien calificadas”.
Las mujeres que logran llegar a ocupar cargos públicos tienden a cambiar la naturaleza de la discusión.
La exsenadora Heidi Heitkamp, una demócrata de Dakota del Norte, sostiene que las líderes femeninas frecuentemente encargan de los retos del hogar, tales como el cuidado infantil, las licencias familiares pagadas y la seguridad en la jubilación. También le hacen frente a temas como la violencia doméstica, el acoso sexual y las agresiones sexuales en las fuerzas armadas.
“Creo que hay muchas cosas que están en la arena pública que no estarían en la discusión pública en este momento si no hubiera mujeres en los podios y en las tarimas”, dijo Heitkamp, quien consideró que la mejor frase sobre este asunto la pronunció en su día la también exsenadora Barbara Mikulski al decir "que a las mujeres les importan los temas macroeconómicos, pero también les interesan los temas de macaroni con queso”.
Heitkamp, que sirvió en el Congreso del 2013 al 2019, participó en cenas bipartidistas con sus colegas femeninas de ambos partidos. Ellas se aliaron para evitar un cierre temporal del gobierno debido a la falta de consenso sobre el presupuesto del 2013.
“Muchas mujeres se metieron en la politíca -y no quiero generalizar sobre los hombres- no porque pensaran que era su destino o porque el mundo no sobreviviría sin ellas”,dijo Heitkamp. “Los votantes tienden a creer que las mujeres no están motivadas por el poder o el ego, sino que las mujeres se motivan porque quieren ver un cambio en el mundo”.
Las líderes femeninas frecuentemente encuentran formas de trabajar en conjunto para lograr cambios.
“Las mujeres son colaboradoras naturales, orientadas hacia soluciones”, dijo Ariel Hill-Davis, fundadora y directora de políticas de Mujeres Republicanas para el Progreso, una organización que apoya a mujeres que aspiran a servir en la administración pública.
“Creo que si miras, específicamente, a las mujeres que están actualmente en el Senado, trabajan realmente de cerca. Ellas obviamente no creen exactamente en las mismas ideas, pero se apoyan unas a otras en lo que pueden. Ellas producen mucha legislación”, añadió Hill-Davis
Más líderes femeninas es exactamente lo que los estadounidenses necesitan en este momento, dice Michael Steele, el primer afroamericano en presidir el Comité Nacional Republicano. Steel también hizo historia en el 2002 al ser el primer afroamericano en resultar elegido para un cargo estatal como vicegobernador del estado de Maryland.
“Las mujeres enfrentan problemas diferente a los hombres. Traen con ellas un temperamento diferente y creo que nuestra política necesita de eso. Nuestra política está recalentada. Está desencajada”, dice Steele, quien considera que “frecuentemente, las cabezas frías son las mujeres que vienen a la mesa y afirman: ‘Ustedes necesitan madurar y empezar a traer los temas a un plano racional’”.
Un estudio publicado en el 2015, encontró que las mujeres senadoras trabajan en equipo con mayor frecuencia, son más propensas a trabajar cruzando las líneas partidarias y son más activas legislativamente que sus colegas masculinos.
“Las mujeres, cuando hay suficientes en el salón, traen una lucidez y disposición para cruzar lineas partidarias para trabajar por soluciones”, dijo Hill-Davis. “Si tienes 10 temas y estás en desacuerdo en nueve de ellos, encontramos que las mujeres son usualmente muy buenas en encontrar ese punto en el que pueden estar de acuerdo y avanzar en base a eso”.