Para los indígenas es sagrada y una protagonista de sus leyendas. Para algunas comunidades, emblemática y una oportunidad de comercialización sostenible y responsable. Para los botánicos y expertos en el territorio, un actor indispensable en el ecosistema. Se trata de la Flor de Inírida, una especie de la flora colombiana que hoy es más famosa gracias a que el gobierno de ese país anunció recientemente que será el logo de la COP16, uno de los eventos de biodiversidad más importantes del mundo, que se llevará a cabo en la ciudad de Cali a finales de este año.
La flor nace únicamente en un suelo particular de sabanas inundables de arenas blancas al oriente de Colombia, en el departamento del Guainía, y al suroccidente del departamento del estado de Amazonas en Venezuela, un área “muy pequeña” de estos dos países, entre el río Atabapo y del Río Guainía, explicó Mateo Fernández Lucero, botánico y experto en el estudio de la flor, en entrevista con la Voz de América.
Aunque, según el botánico, parece haberse estudiado científicamente muy poco y muy recientemente, lo cierto es que la flor tiene una gran importancia desde hace muchos años para las comunidades indígenas y los habitantes del departamento de Guainía, rico en biodiversidad, y su capital, Inírida– ubicada a casi una hora y media en avión desde Bogotá- pues en los parques, souvenirs, cuadros y hasta paraderos turísticos, hay una muestra simbólica de la flor o una historia por contar.
Weymar Peña, miembro y guía de Kenke, Parque Natural y Cultural del Guainía, que se encuentra dentro del resguardo indígena Cacahual Ríos Atabapo, le contó a la VOA que para los habitantes de este departamento colombiano en medio de la selva amazónica, la Flor de Inírida es “emblemática”, representa su “cultura” y lleva el nombre del municipio en el que viven, además del río que baña sus paisajes.
Cuenta una leyenda que la flor es el producto de las lágrimas de una indígena, la princesa Inírida que, tras enloquecer por beber una pócima de amor, se aisló en los Cerros de Mavicure, tres imponentes rocas que se alzan sobre la selva amazónica colombiana, uno de los atractivos turísticos más hermosos del país. Incluso, crece detrás de uno de ellos, en el cerro el Pajarito, en territorio del resguardo indígena El Remanso, ubicado a 62 km vía fluvial desde Inírida.
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Zonas cuidadas
Según datos del gobierno colombiano, el 97 % del territorio del departamento del Guainía es resguardo indígena, el 85 % de su población es indígena y las comunidades están distribuidas a lo largo de cuatro ríos: Guainía, Inírida, Guaviare y Atabapo. En este sentido, gran parte de las zonas donde se puede ver la flor están en estos resguardos.
Estas plantas herbáceas, de la familia de las rapatáceas, tienen dos tipos de inflorescencias que, según la botánica, es la disposición de las flores sobre las ramas o la extremidad del tallo. La de invierno (Guacamaya superba), alcanza una longitud de 80 a 100 centímetros y tiene una cabezuela dura, más piramidal, de color rojo con blanco. Florece principalmente durante la temporada de lluvias. Y la de verano (Schoenocephalium teretifolium), que puede medir entre 50 y 60 cm con una cabezuela más pequeña y esférica, que florece principalmente durante la época de sequía. Los colores varían en las gamas de los rojos y los rosados intensos. Entre más pequeña, más pálida.
Como explica Fernández, la flor no es la que se ve a simple vista, sino una estructura que guarda varias flores.
“Son como espinas, varias brácteas, varias hojitas pequeñas modificadas como de colores que se cierran y forman esa punta y, dentro de eso, sí hay una flor, pero ellas sólo abren durante ciertos momentos al día”, dijo.
Darío Esteban Carianil, un joven que pertenece al pueblo indígena Curripaco y accionista de Liwi, un proyecto local que preserva y comercializa la flor, explicó a la VOA que la base de la planta “funciona como una isla de nutrientes para los demás organismos animales y microorganismos”, ya que sus raíces, que están al lado de tejido foliar muerto, crecen hacia arriba y, en un suelo donde no hay muchos nutrientes, “las hojas crean unos tanques de agua” que funcionan como “la casita de la flor, llamada macolla”, lo que aporta al equilibrio ecológico y “a toda la red trófica de las sabanas”.
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Para el botánico, es una de las especies más vistosas de la sabana y la visitan muchas aves e insectos. Ofrece “algo de alimento” y se asocia “muchas veces” a “islas de fertilidad con otras plantas”.
La Flor de Inírida crece en sabanas de arenas blancas que permanecen inundadas durante la mitad del año, y en sequía la otra mitad. En este sentido, soporta todos los cambios climáticos, puede crecer tanto en una zona inundada, como en una seca.
Otra de sus curiosidades es que la llaman la flor “eterna”, pues tras cortarla dura más que otras y, aunque se seque, conserva su estructura, fuerte como la de una espiga.
Conservación y comercialización
La flor también ha diversificado el comercio en Guainía, cuyas principales actividades son la minería, la pesca y la agricultura.
Allí, una familia de madre ambientalista y padre indígena trabaja por la conservación y la comercialización de la flor. Liwi, que significa Flor de Inírida en lengua indígena Curripaco, es una empresa cuyo propósito es aprovechar los recursos de la región, basados en el cuidado y desarrollo sostenibles.
El más joven de la familia, Darío Esteban Carianil, es el encargado de la logística de Liwi. Su padre, Rubén Darío Carianil, perteneciente a la etnia curripaco y coordinador del cultivo, es el que tiene el conocimiento del territorio, de los suelos y el proceso del cultivo. Su madre “ha sido toda la cabeza y la líder del proyecto”, encargada del tema comercial, la productividad del suelo y la mitigación del impacto ambiental.
Rubén Darío padre dijo que el negocio comenzó en el 2010, posteriormente adquirieron un terreno natural de 11 hectáreas, ocho de ellas cultivadas, y que pueden llegar a producir casi 350.000 flores de cada especie por año. Gracias al proyecto, la flor de Inírida ya llega a Europa y Asia, y a Estados Unidos.
Según explicó Carianil a la VOA, la flor no debe verse como una “maleza”.
“Nosotros desde el mundo indígena somos cuidadores de medio ambiente, pero no lo aprovechamos… tenemos que mirar, conocer cómo podemos conservar, comercializar y aprovechar lo que tenemos”.
El propósito de Liwi es ser un “ejemplo” de un proceso productivo para una región biodiversa, respetando el ecosistema y trabajando con comunidades locales, en una empresa que ya agrupa a 18 personas en un departamento con muy poca producción.
Incluso, cuentan, un porcentaje de los excedentes de la comercialización de Liwi apoya a estudiantes indígenas a través de un convenio con la Organización indígena, favoreciendo el proceso de la Asociación Akayu, una organización sin ánimo de lucro que se centra en el desarrollo sostenible y la educación en la región.
El papel en la COP-16
Desde Nairobi, Kenia, la ministra de Ambiente y Desarrollo Sostenible de Colombia, Susana Muhamad, en compañía de David Cooper, secretario Ejecutivo Interino del Convenio sobre la Diversidad Biológica de la ONU, fue la encargada de presentar en febrero ante la Asamblea de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente la imagen que tendrá Colombia durante la COP16, cuyo emblema será la ‘Paz con la Naturaleza’.
“Es una flor que nunca muere, que nunca sus pétalos se deshacen. Esperamos que la COP16 en Colombia pueda ayudarle al mundo a hacer esa paz con la naturaleza, para que podamos sostener y mantener la vida en el planeta para siempre”, dijo la funcionaria.
La alcaldía de Cali y la gobernación del Valle, que presentaron la imagen oficialmente a comienzos de marzo, señalaron que está representada con 36 pétalos de colores, que son flores en sí mismas, y cada uno de ellos simboliza 23 metas globales, establecidas en la COP-15, en Montreal, Canadá, las cuales se deben cumplir en 2030, y 13 ecorregiones colombianas, priorizadas en el Plan Nacional de Desarrollo del Gobierno de este país.
Peña dijo que es “un orgullo” que la flor sea visible en un evento, a pesar de que se encuentra en un “departamento tan alejado”, pero a su vez invita “a un espacio de reflexión donde podamos admirarla en su estado natural… está muy bien que se promocione tanto la flor de Inírida como es nuestro destino, pero también que debemos hacerlo de manera responsable”, agregó.
Para el botánico, es “fantástico” que un país como Colombia acoja este evento, pero además se visibilice la gran diversidad de flora y “las zonas del país que realmente nunca se les ha dado el valor que tienen”.
“Son un pequeño ejemplo de la gran riqueza vegetal y de ecosistemas y de la mega diversidad que tenemos y la gran responsabilidad que tenemos como país también para protegerlas”, agregó .
El joven Darío Carinail insiste en que la Flor de Inírida es un símbolo no solo guainiano, sino de la región de la Orinoquía y la Amazonía colombiana, y que dentro de la COP, se entiende como un impulso para posicionar a la región.
La Conferencia de las Partes (COP), convocada por la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, se celebra cada dos años y reúnen a representantes de 196 partidos miembros del convenio, así como a organizaciones intergubernamentales, no gubernamentales, sociedad civil, pueblos indígenas y comunidades locales y otros actores relevantes.
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