El Papa hace un llamado una revolución "copernicana", que quite al hombre del centro de la vida y lo sustituya por Dios.
El papa Francisco hizo en Copacabana un llamado a una "revolución de la fe" y urgió a un millón de jóvenes que se dieron cita en Rio a no permanecer “indiferentes” ante las desigualdades del mundo.
"La fe es revolucionaria", les dijo. "Y yo te pregunto: ¿estás dispuesto a entrar en esta onda de la revolución de la fe? Sólo entrando tu vida joven va a tener sentido y así será fecunda".
Como si fuera una estrella de rock, Francisco recorrió lentamente el paseo marítimo a bordo de su "papamóvil" blanco, saludando y bendiciendo a los jóvenes que gritaban histéricos bajo la lluvia y lo fotografiaban con teléfonos móviles.
El papa también invitó a los jóvenes a dejar el materialismo. "Miren, queridos amigos", dijo Francisco, "la fe lleva a cabo en nuestra vida una revolución que podríamos llamar copernicana, porque nos quita del centro y pone en él a Dios; la fe nos inunda de su amor que nos da seguridad, fuerza, esperanza".
Horas antes había caminado bajo la lluvia en la favela de Manginhos, un barrio humilde de las afueras de Río de Janeiro que hasta hace poco era azotado por la violencia y controlado por narcotraficantes.
En una reja junto al campo donde se montó la tarima desde la que habló, colgaba un enorme retrato del arzobispo salvadoreño Oscar Arnulfo Romero, asesinado en 1980 por sus posturas a favor de los pobres. Francisco es admirador de Romero.
"Me gustaría hacer un llamamiento a quienes tienen más recursos, a los poderes públicos y a todos los hombres de buena voluntad comprometidos en la justicia social: que no se cansen de trabajar por un mundo más justo y más solidario", dijo.
"La fe es revolucionaria", les dijo. "Y yo te pregunto: ¿estás dispuesto a entrar en esta onda de la revolución de la fe? Sólo entrando tu vida joven va a tener sentido y así será fecunda".
Como si fuera una estrella de rock, Francisco recorrió lentamente el paseo marítimo a bordo de su "papamóvil" blanco, saludando y bendiciendo a los jóvenes que gritaban histéricos bajo la lluvia y lo fotografiaban con teléfonos móviles.
El papa también invitó a los jóvenes a dejar el materialismo. "Miren, queridos amigos", dijo Francisco, "la fe lleva a cabo en nuestra vida una revolución que podríamos llamar copernicana, porque nos quita del centro y pone en él a Dios; la fe nos inunda de su amor que nos da seguridad, fuerza, esperanza".
Horas antes había caminado bajo la lluvia en la favela de Manginhos, un barrio humilde de las afueras de Río de Janeiro que hasta hace poco era azotado por la violencia y controlado por narcotraficantes.
En una reja junto al campo donde se montó la tarima desde la que habló, colgaba un enorme retrato del arzobispo salvadoreño Oscar Arnulfo Romero, asesinado en 1980 por sus posturas a favor de los pobres. Francisco es admirador de Romero.
"Me gustaría hacer un llamamiento a quienes tienen más recursos, a los poderes públicos y a todos los hombres de buena voluntad comprometidos en la justicia social: que no se cansen de trabajar por un mundo más justo y más solidario", dijo.