A ritmo de samba, finalmente inició el Mundial de fútbol en Brasil en donde a pesar de haber tenido protestas, la fiesta deportiva terminó contagiando a los brasileños.
Las vuvuzelas son historia, ahora estamos en la tierra de las cornetas.
A pesar del temor que invadieron las violentas protestas durante la jornada de la mañana, previo a la inauguración, la fiesta mundialista finalmente contagió a los brasileños.
Miles de personas de todas partes del planeta también colaboraron para que Brasil fuera la sede que todos soñaron, con multitudes de personas vestidos con los colores verde amarillo de su selección que jugó y ganó al ritmo de la samba que los brasileños bailaron en las calles de Sao Paulo.
La fiesta llegó a cada rincón de la ciudad. Fanáticos de todos los colores y países convergieron con los brasileños para ser testigos de una inauguración inolvidable.
La seguridad también estuvo en todas partes. Decenas de hombres uniformados resguardaban los alrededores de las estaciones del metro, que por cierto funcionaron sin inconvenientes y de forma eficaz, además de los alrededores del estadio tanto antes como después de la inauguración.
Pero aunque el partido de fútbol se jugó dentro de la cancha del Corinthians, que será conocido como Estadio Itaquerao, el carnaval se jugó fuera del estadio… en los barrios, calles, bares, y donde sea que hubiera un brasileño.
Sería riesgoso asegurar que las protestas y la apatía hacia el mundial es cosa del pasado, pero el orgullo brasileño, sobre todo después de ver a Neymar dar los primeros tres puntos a la canarinha, parece haber resurgido.
A pesar del temor que invadieron las violentas protestas durante la jornada de la mañana, previo a la inauguración, la fiesta mundialista finalmente contagió a los brasileños.
Miles de personas de todas partes del planeta también colaboraron para que Brasil fuera la sede que todos soñaron, con multitudes de personas vestidos con los colores verde amarillo de su selección que jugó y ganó al ritmo de la samba que los brasileños bailaron en las calles de Sao Paulo.
La fiesta llegó a cada rincón de la ciudad. Fanáticos de todos los colores y países convergieron con los brasileños para ser testigos de una inauguración inolvidable.
La seguridad también estuvo en todas partes. Decenas de hombres uniformados resguardaban los alrededores de las estaciones del metro, que por cierto funcionaron sin inconvenientes y de forma eficaz, además de los alrededores del estadio tanto antes como después de la inauguración.
Pero aunque el partido de fútbol se jugó dentro de la cancha del Corinthians, que será conocido como Estadio Itaquerao, el carnaval se jugó fuera del estadio… en los barrios, calles, bares, y donde sea que hubiera un brasileño.
Sería riesgoso asegurar que las protestas y la apatía hacia el mundial es cosa del pasado, pero el orgullo brasileño, sobre todo después de ver a Neymar dar los primeros tres puntos a la canarinha, parece haber resurgido.