Chadiz Valentina Domicó Sinagüí es una activista trans colombiana de la etnia Emberá, que asiste a la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Biodiversidad COP16, una cita internacional celebrada del 21 de octubre al 1 de noviembre de 2024 en la ciudad de Cali, Colombia.
Pero, ¿quién es y cómo llegó a convertirse en activista medioambiental?
Domicó Sinagüí nació hace 27 años como Willington Domicó. Fue el hijo de una fecunda familia de indígenas Emberá en el resguardo Uradá-Jiguamiandó, ubicado en el municipio del Carmen de Atrato, Chocó, a unos 500 kilómetros de Bogotá, la capital de Colombia.
La suya es una de las 180 familias que desde tiempos inmemoriales han ocupado estos territorios en las estribaciones de la cordilleras occidentales. Son pueblos indígenas, mestizos y afrodescendientes que comparten además la gran biodiversidad de este sitio bañado por caudalosos ríos como el Atrato.
Domicó Sinagüí creció en este paraje escoltado por montañas como el cerro Jaika Tuma o Careperro, un lugar sagrado y fuente de recursos naturales como los minerales y las plantas medicinales que son el sustento de las tradiciones ancestrales.
Nació como varón, pero cuenta que a los siete años perdió el interés por subir a los troncos de los árboles o corretear detrás de los insectos.
En vez de eso -afirma- comenzó a experimentar una curiosa atracción por las cosas afines con las niñas de acuerdo a las reglas culturales de su comunidad. Cuenta que prefería compartir el tiempo y juegos con las mujeres de su familia y bañarse en el río con sus vecinas y amigas de la misma edad. Las muñecas y los atuendos femeninos típicos de su cultura también llamaron su atención desde entonces.
"Es algo que me salió natural, sentir esas emociones, nunca me dijeron vuélvase como nosotras o me insistieron en que me convirtiera en lo que soy, eso me llegó natural", cuenta Domicó Sinagüí.
Sus abuelos, sus padres y sus cuatro hermanos no vieron en estas preferencias amenaza alguna, de modo que recuerda que crecía alejado de la mentalidad patriarcal que ha primado históricamente en su etnia.
"En particular esta comunidad se ha caracterizado por estar dentro de una cultura machista, patriarcal en donde sus derechos están constantemente vulnerados, ellas están sumergidas en una sumisión plena al hombre. La familia es la unidad social más importante dentro del pueblo Embera, el padre sustenta el poder(...) La mujer indígena embera, no tiene voz, ni autonomía, ni individualidad.,Fragmento de un texto de María Alejandra Rodríguez Duarte, economista y máster en Derechos Humanos de la comunidad Embera
Domicó Sinagüí asegura que en un inicio fueron pocas las personas que notaron sus inclinaciones tempranas hacia lo identificado como femenino. Recuerda que sus coterráneos empezaron a notar sus cambios cuando se convirtió en adolescente. Así que sintió la necesidad de contarle a su familia que quería convertirse en una mujer.
"A los siete años empecé a jugar con las niñas y cuando llegué a los 14 años ya empecé la transformación. Mi mamá era la única que me apoyaba y mi hermano también, que es mi mellizo", rememora.
Después de dejarse crecer el pelo y modificar su forma de vestir, la joven le pidió a sus allegados que le dejaran de decir Willington. En adelante se identificaría como Chadiz Valentina, tomada de Chabi, una voz indígena que usaban sus abuelos para llamarla y que modificó a su antojo, y prefirió llamarse Valentina por su significado que alude a mujeres vigorosas, sanas y poderosas. Es un nombre que se remonta al antiguo Imperio Romano y evoca fuerza, valentía y determinación.
Pero com su preferencia de género llegaron también -explica- las primeras señales de discriminación por parte de algunos integrantes de su comunidad y hasta ciertas mujeres. Su premisa -dijo- fue defender de forma pacífica pero contundente la idea de que 'todos somos iguales y todos tenemos los mismos derechos'.
“A los 16 años, yo salí a comprar a la tienda de una vereda y el señor que atendía me molestó mucho, se burló de mí y al reaccionar a sus palabras le pedí el favor de que me respetara (...) habían muchos clientes y se me quedaron mirando, le dije: 'no me vuelva a amenazar más porque no me gusta' y el señor no me habló más".
Incluso -afirma- más tarde el señor comprendió y le ofreció disculpas.
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Los pueblos indígenas en Colombia han sido blanco constante del conflicto interno que se registra con mayor rigor en zonas del país como el Pacífico desde hace más de medio siglo. Guerrillas y paramilitares transitan con regularidad estos territorios alejados donde la presencia del gobierno y la fuerza pública ha sido débil.
En estas zonas, las comunidades civiles han quedado atrapadas en medio de los enfrentamientos entre todos los actores que se disputan el rescate del territorio o el dominio de sus fuentes ilegales de dinero como yacimientos mineros, tráfico de especies silvestres, cultivos ilegales y rutas del narcotráfico.
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El Carmen de Atrato, donde se ubica el resguardo donde vive Domicó Sinagüi, no ha sido una excepción. Su localización en la región conocida como el Bajo Atrato lo hizo vulnerable a una alta injerencia armada en los últimos 30 años, razón por la cual, hoy goza de un enfoque especial del Estado tras la firma del Acuerdo de Paz en 2016 para abordar los crímenes de lesa humanidad.
Las comunidades del Resguardo Uradá-Jiguamiandó recibieron medidas cautelares de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), por parte de la Agencia de Restitución de Tierras y de la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) al ser reconocidos como víctimas de las violaciones de derechos humanos: masacres, desapariciones forzadas, apropiación ilegal de tierras, violencia basada en género y violencia sexual”.Argemiro Bailarín, líder del indígena.
La joven Emberá admite que debió enfrentar con coraje algunas amenazas de personas al margen de la ley que buscaban silenciar su participación, pero pasar algo inadvertida para estos violentos fue al final un factor a favor pues muchos como ella declarados homosexuales o trans fueron blanco de ataques en razón de su condición sexual.
“Sí, en una época llegaba mucha información sobre la presencia de esos grupos en la zona y advertencias para la población diversa, entonces, yo me encerraba en la casa y no salía para nada hasta cuando mi familia me confirmaba que ya se habían ido lejos para no correr peligro”, admitió.
Sin embargo, reconoce que la mayor segregación en su vida provieno de integrantes de su comunidad que no tenían conocimiento de los temas de género e inclusión.
“La autoridad indígena de se vio obligada a abordar los asuntos de inclusión y a conocer más sobre la comunidad LGTBIQ+ tras mi caso, yo senté un precedente para que otros jóvenes indígenas de mi aldea con las mismas inquietudes se atrevieran a declarar abiertamente sus inclinaciones”, aseguró la activista.
La lucha ligada a los proyectos personales
A los 18 años Domicó Sinagüi se gradó de técnica en salud con el SENA, una institución pública que brinda educación a distancia en forma remota para las poblaciones rurales y así, empezó a abrirse camino en el mundo laboral.
“En ese tiempo no teníamos leyes y yo les mostraba y les explicaba a las comunidades, a las abuelas, a las familias que yo nací siendo así y tenía derecho a ser libre y hacerme respetar. Los hombres hicieron una reunión con la que me aceptaron y empezaron a aceptar cómo ha cambiado la vida. Antes las comunidades no sabían de las mujeres trans y los homosexuales se escondían por miedo a ser discriminados”, afirma.
La joven Emberá ya se había ganado en esa fecha un lugar preponderante en su comunidad y en otras zonas vecinas donde, gracias a su seguridad, formación y empatía, también le solicitaban ayuda para traducir de las lenguas indígenas al español todo lo concerniente a las visitas oficiales y actos culturales agendados con comisiones internacionales, autoridades civiles y gubernamentales.
Así-asegura- comenzaron a quedar en el pasado todas las críticas y temores sobre su orientación sexual. Los habitantes del resguardo Urada comprendieron su potencial para la labor social a favor de su comunidad.
De la salud a la conservación
En medio de campañas sobre derechos de la población diversa y salud pública llegó una propuesta de la Fundación Proaves, una organización ambiental colombiana sin ánimo de lucro que trabaja desde hace 20 años por la conservación de especies amenazadas, para trabajar con las mismas comunidades que ya la conocían pero en u labor como educadora ambiental.
Su disciplina y la capacidad de gestión fue la credencial natural para comenzar en labores de formación ambiental.
De este modo recibió capacitación para compartir con los estudiantes de siete escuelas de comunidades rurales e indígenas. Aprendió más de lo que sus antepasados le legaron sobre las plantas, los animales y las prácticas tradicionales para evitar su extinción. Los prejuicios y posibles barreras sociales sembradas por algunos adultos en esas aldeas no dieron frutos pues muchos padres de familia dudaron sobre la influencia que la indígena pudiera tener sobre sus hijos.
A cambio, esta joven colombiana elevó su interés por continuar vinculada al trabajo de conservación, al punto de convertirse en la primera guardabosques trans de Colombia.
Dice hoy que fue su "profunda conexión con el medio ambiente y vocación por enseñar y extender el mensaje de la conservación de la naturaleza en las comunidades" lo que la puso en este camino de preservar la biodiversidad de Colombia.
Por delante le queda el reto de aprender de una tarea compleja que contempla el patrullaje de los límites de las reservas asignadas, hacer seguimiento de las especies que viven en ellas y enfrentar novedades generadas por la mano del hombre o el cambio climático, como incendios, inundaciones o eventos atmosféricos.
“Domicó Sinagüi ha contribuido de un modo importante al liderar proyectos incluyentes de las poblaciones diversas con una riqueza cultural y al permitirnos incorporar estos componentes al trabajo que hacemos con las comunidades”, dijo la directora ejecutiva de Proaves, Sara Inés Lara.
Y mientras la activista indígena recibe formación al respecto, trabaja en el municipio de Murindó con la entidad que orienta y encamina en la reparacion de las víctimas de la violencia en Antioquia.
Además ha colaborado con la Organización de Estados Americanos [OEA] y en el pasado fue invitada por la ONU a la conmemoración del Día Internacional de los Pueblos Indígenas, que se celebra cada mes de agosto.
“Me pareció una experiencia bien bonita, emocionante, mi familia me felicitó porque nunca habían tenido la participación de un indígena con un bonito mensaje ante la OEA y ser mujer indígena trans de Colombia ya lleva ese mensaje mayor ante todo el mundo”, concluyó.
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