Los migrantes que antes regresaban desde Estados Unidos eran entonces considerados héroes en Guatemala, donde el dinero que enviaban a sus sus familiares ayudaba a apuntalar la economía.
Pero desde que se inició la pandemia de coronavirus, los inmigrantes en pueblo tras pueblo han sido maltratados, corridos o amenazados por vecinos que temen que ellos hayan traído el virus al regresar de Estados Unidos.
Maltratos similares han sido reportados en toda Latinoamérica y el Caribe. En Haití, la policía custodia un hotel lleno de deportados de Estados Unidos en cuarentena, en parte para evitar que se fugen y en parte para detener ataques de vecinos temerosos del coronavirus.
Para inmigrantes, ya asustados por la política inmigratorias de línea dura de la administración Trump, el maltrato en casa es un golpe más, y una perturbadora ilustración de cómo la pandemia está alterando viejas normas sociales en nuevas formas alrededor del mundo.
Vanessa Díaz dice que su madre escuchó rumores que los vecinos se están organizando para evitar que llegara a su casa en la norteña provincial de Petén, luego que ella fue deportada en vuelo desde Estados Unidos.
Díaz tuvo que correr al interior de la casa con su niño de 7 años cuando llegó de regreso a Guatemala.
"Cuando llegamos mi padre dijo: ‘bájense del carro y corran dentro de la casa’. Ella temía que nos fueran a hacer algo”, explicó Díaz.
El gobierno guatemalteco dice que unos 100 inmigrantes deportados de Estados Unidos entre finales de marzo y mediados de abril, dieron positivo al coronavirus. Aún aquellos, como Díaz, que no están contagiados, son puestos en cuarentena durante dos semanas después de llegar en un vuelo en el que nadie dio positivo al virus. Aun así, deben cargar con el estigma.
“El vicealcalde andaba incitando a la gente porque querían sacarme a mí y a mi hijo de mi casa”, dijo Díaz.
El miedo no ha desaparecido. La madre de Díaz tiene que comprar alimentos para todos pues su hija no se atreve a salir de su casa. Ha presentado también una denuncia ante la policía pues teme que los vecinos aun podrían atacar la casa.
"Tengo miedo. La policía vino a la casa y dejaron su número telefónico, para que podamos llamarlos” si hay algún problema, dijo Díaz. Pero la razón y el miedo a acciones legales parecen significar poco. “Tengo un documento que dice que no tengo la enfermedad”, explicó Díaz, refiriéndose a una carta emitida por el Ministerio de Salud Pública cuando fue enviada a su casa a pasar la cuarentena.
Díaz salió de Guatemala el 14 de febrero y fue capturada entrando a Estados Unidos dos semanas más tarde. Ella y su hijo pasaron más de un mes detenidos en Texas antes de ser deportados.
El trato de inmigrantes que regresan por parte de sus propios compatriotas se ha vuelto un tema de preocupación para el presidente Alejandro Giammattei, quien hizo una apelación el mes pasado para que cese el acoso.
"Hace unos meses, muchas personas eran felices por recibir sus cheques de remesas familiares”, dijo Giammattei, refiriéndose al dinero que los inmigrantes envían a sus familiares en su país de origen. “Ahora, la persona que envió esos cheques está siendo tratada como un criminal”.
Enfatizó que mediante pasos como cuarentenas y chequeos médicos, las autoridades están tratando de garantizar que los inmigrantes que regresan estén libres del virus.
Pero en las redes sociales, se han publicado videos de residentes enfurecidos persiguiendo a hermanos guatemaltecos que fueron deportados de México, y que se habían escapado de de un refugio en Quetzaltenango, donde se suponía pasaran una cuarentena, aunque no se han reportado personas enfermas entre los deportados de México.
Y cuando un inmigrante deportado de Estados Unidos y que dió positivo al coronavirus se salió de un hospital en Ciudad Guatemala, la persecución fue casi inmediata. La emisora local Sonora identificó al hombre con nombre y apellido, publicó fotos suyas y pidió a los ciudadanos que lo ubicaran. Los comentarios en las redes sociales rápidamente se volvieron brutales, con algunos sugiriendo que había que matar al hombre. Un juez eventualmente ordenó su arresto pues podia contagiar a otros. Pero aun sigue prófugo.
Más de 680 personas han dado positivo de coronavirus en Guatemala, incluyendo a esos deportados de Estados Unidos, y por lo menos 17 han muerto. Ambas cifras son consideradas significativos subreportes, pues las pruebas de coronavirus han sido sumamente limitadas.
Ursula Roldán, directora del Instituto de Investigación en Dinámicas Globales y Territoriales en la Universidad Rafael Landívar, dijo que el gobierno no ha montado refugios para los inmigrantes que regresan, ni ha realizado campañas de educación en sus pueblos de origen.
"Los inmigrantes no tienen la culpa. Ellos han hecho tantos sacrificios en su viaje, ellos han sostenido la economía de este país”, dijo Roldán.
Roldan también culpó al gobierno de Estados Unidos por deportar a personas con el virus y por promover sentimientos anti inmigrantes.
"Desafortunadamente, el tono usado hacia los inmigrantes se torna más agresivo cuando hay declaraciones oficiales, como cuando el presidente Donald Trump describe a los inmigrantes en sus discursos como un peligro”, dijo Roldán.
El Consejo de Obispos Católicos ha emitido pronunciamientos pidiendo respeto para los inmigrantges, diciendo que la situación “nos rompe el corazón”.
"Cómo es posible que tanto los gobiernos de Estados Unidos y México continúen deportando a personas, durante una crisis que ha expuesto la naturaleza precaria de nuestro sistema de salud y la falta de estrategias efectivas para contener la pandemia?", preguntó el Consejo de Obispos en una declaración.
"El ejemplo que están dando los dos gobiernos ante el mundo entero es que no tienen el más mínimo sentido de humanismo”, dijo el pronunciamiento, que tampoco dejó sin críticas a la sociedad guatemalteca.
"Esto no se trata de encontrar culpas en otros, cuando nosotros aquí en Guatemala estamos viendo la falta de solidaridad en esos pueblos que no han permitido que sus hermanos guatemaltecos regresen”, dijo el Consejo. “Cuando envían dinero a casa, la gente les felicitaba y les elogiaban. Ahora, cuando son deportados, sin un dólar en sus bolsillos, son rechazados y sufren discriminación”.
Mientras tanto, Díaz, afronta el reto de encontrar empleo en un pueblo hostil, sin un centavo tras su fallido intento por establecerse en Estados Unidos. Cuando se le pregunta qué piensa hacer una vez termine la pandemia, Díaz dijo: “Buscar trabajo”.