Silvana Aguirre es líder y referente en las comunidades del inmenso complejo de barriadas de Petare, Venezuela, donde la violencia intrafamiliar preocupa.
“Como líderes en la comunidad hemos rescatado a muchos niños que han sido violentados por familiares”, dice a la Voz de América, desde una "escuela “alternativa” en la que ocasionalmente colabora, en San Blas, un sector de esta barriada caraqueña.
De 45 años, Aguirre es madre de dos; uno de 24 años y otro 13. Comenzó ayudando a los niños en las escuelas desde sus 17 y rápidamente reconoció su vocación para ayudar a otros.
Aún tiene fresco el recuerdo de una “niña maltratada” por su padrastro que llorando llegó a su casa en busca de ayuda.
“Escuché a esa niña llorar y mostrar sus marcas (...) Era un caso muy fuerte” de violencia, relata.
“Yo sentí miedo porque sabía que si yo colocaba la denuncia, o enfrentaba a la persona, yo podía ser también violentada”, sigue Aguirre que reconoce victimarios “muy violentos” detrás de cada historia.
No fue el único caso que recibió en su vivienda.
En 2023, la Organización de Naciones Unidas (ONU) dijo que “se calcula que, en todo el mundo, 736 millones de mujeres, casi una de cada tres, han sido víctima de violencia física y sexual (...) al menos una vez en su vida”.
En Venezuela, por su parte, no hay cifras oficiales, pero los casos que relatan líderes comunitarios dan cuenta de esta realidad.
A Aguirre no la detiene el miedo. Su deseo y ganas de ayudar son fuertes. Entonces, da herramientas a niñas y adolescentes de la comunidad para abordar la violencia basada en género.
“Las lideresas de las comunidades somos las que hemos enfrentado la situación en nuestra comunidad, porque muchas veces la alcaldía, los entes públicos no vienen a los sectores populares”, dice. “Etos casos no lo sabe una funcionaria pública, por ejemplo”, lamenta.
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Rescate de espacios
Aguirre recorre con tranquilidad Petare, barriada azotada durante años por la criminalidad y escenario de enfrentamientos entre bandas armadas rivales y policías, que alberga a unos 330 mil habitantes.
Poco a poco, activistas como Aguirre tratan de romper con esa imagen negativa a través de la pintura, la musica, el arte y el orden.
“En Petare no todo es malo”, insiste mientras muestra murales en paredes, que fueron visitadas por diplomáticos y sirven de escenario para fotografías o videos.
“No vamos a tapar una realidad, sí ha habido inseguridad, pero no todos los lugares a los que uno se mete en Petare son malos. No nos enorgullece decirlo Petare sí tenía su época de malandraje (grupo de delincuentes), de la delincuencia, pero eso ha cambiado mucho”, comenta.
Aguirre es integrante del movimiento Uniendo Voluntades, que recuperó espacios públicos en esta empinada zona de casas de ladrillo expuestos y construidas de forma anárquica en la montaña.
Uno de los retos mayores tanto de Aguirre, como de otros líderes, es "concienciar a los vecinos sobre normas de convivencia".
“Enfrentamos muchos desafíos porque ciertamente las personas no están acostumbradas a los cambios positivos”, afirma.
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