El huracán Willa se debilitó a tormenta tropical en la madrugada del miércoles y los fuertes vientos comenzaron a disminuir a medida que avanzaba tierra adentro, tras causar cortes de energía eléctrica y derribar postes y árboles. Sin embargo, no se reportaron muertos ni heridos.
Se esperan lluvias en la medida que Willa avanza en dirección noreste a cerca de 32 kilómetros por hora (20 mph), un movimiento que se mantendrá por las próximas 12 horas, informó el Centro Nacional de Huracanes (CNH).
El gobierno de México suspendió todos los avisos por ciclones tropicales costeros en el país, dijo CNH, pero advirtió además que las lluvias torrenciales seguirán afectando al centro-oeste de México.
Siendo aún un huracán categoría 3, Willa impactó el martes por la noche la localidad de Isla del Bosque, al sur del popular centro turístico de Mazatlán, en el noroccidental estado de Sinaloa, con vientos máximos sostenidos de 195 kilómetros por hora (kph).
El ciclón descargó lluvias torrenciales en ciudades costeras después de que miles de personas se habían trasladado a un lugar seguro.
Las autoridades emitieron un "aviso importante", indicando que las clases continuaban suspendidas en el Estado de Nayarit a causa del estado del tiempo.
Willa fue uno de los huracanes más poderosos que ha impactado la costa occidental de México en los últimos años. El lunes alcanzó categoría 5, con vientos máximos sostenidos de unos 260 kilómetros por hora (kph), antes de debilitarse.
"¡Ay caramba!, qué fuerte estaba", declaró por teléfono José García, de 60 años, residente de Escuinapa, un municipio cerca del área donde impactó la tormenta y que presentaba cortes de energía eléctrica. "La gente andaba muy alarmada", agregó.
García dijo que él y otras personas se habían resguardado en un hotel local esperando que la tormenta pasara, mientras escuchaban los fuertes vientos que golpeaban edificios a medida que avanzaba el ciclón.
Una portavoz de la policía aseguró que el ciclón había derribado árboles, lámparas, postes y paredes.
La tormenta no golpeó con fuerza en el centro histórico de la ciudad de Mazatlán, que estaba casi desierto antes de su llegada.
"Mi casita es de lámina, madera y cartón, y me da miedo de que se me vaya a caer encima, dijo Rosa María Carrillo, de 36 años, en un refugio con sus cinco hijos, de entre 8 y 15 años.